PAVEL FLORENSKY Y LOS CAMINOS DE NICEA
I – DEL CONCILIO DE NICEA A LOS CONCILIOS DE SIRMIO
Durante los debates que se suscitaron en la Cristiandad en
los siglos III y IV acerca de la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo, el
sacerdote alejandrino Arrio (250-335) afirmo que Jesucristo fue creado por el
Dios Padre y que, a consecuencia de ello, carecía de su esencia, por lo tanto,
era un ser de naturaleza completamente diferente. La palabra utilizada fue HETEROOUSIOS.
La celebración del Concilio de Nicea en el 325, bajo el
Emperador San Constantino (+337), logro la afirmación contraria, con un apoyo
amplio de obispos entre los que estaba San Athanasios de Alejandria (+373)
consolidando el Dogma de la Santísima Trinidad.
El término que se utilizaría sería el de HOMOOUSIOS, esto es, la
“consubstancialidad” donde Nuestro Señor Jesucristo es de la misma esencia del
Padre y del Espíritu Santo.
Sin embargo, al fallecer el Emperador Constantino, lo
reemplazará su segundo hijo, Constante II, el cual simpatizaba con la postura
arriana. Por tal motivo, permitió la celebración de una serie de concilios,
principalmente en la ciudad de SIRMIO, actual Serbia, donde el nuevo emperador
estableció su gobierno.
Aunque finalmente esta postura arriana será derrotada con el
Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla en el 381, surgió un concepto que
intentaba “moderar” entre la postura arriana y la conciliar de Nicea del año
325:
En el segundo concilio de SIRMIO del año 351, se redactó la
Sexta Confesión Arriana donde se aprobará el concepto de HOMOIOUSIOS, donde el
mismo, continúa afirmando que Nuestro Señor Jesucristo posee una esencia
diferente a la del Creador, pero “similar”. Sin embargo, este cambio, no
prosperará y terminará siendo rechazada por el tercer concilio de SIRMIO del
año 357, volviendo a la postura original de ARRIO de HETEROOUSIOS.
II – LAS DOS FILOSOFIAS
El Santo Mártir Pavel Florensky (+1938), utilizó los
conceptos del debate sobre la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo, para
definir lo que él consideraba dos tipos de FILOSOFIAS que definían el torpe
devenir humano.
Pavel Florensky nos decía que el racionalismo de la
modernidad, que se refería a una filosofía de las cosas y de la inmovilidad sin
vida, debe ser caracterizada como una filosofía HOMOIOUSIANA, esto es, una
FILOSOFÍA CARNAL, donde busca ser “semejante” al LOGOS de la Creación, más sin
serlo, más sin imitarlo. El ser humano que se entroniza como creador de nuevos
mundos.
La realidad es que el MUNDO MODERNO pretende ser HOMOOUSIOS,
o sea, que su RACIONALIDAD CAIDA, termine de alguna manera reemplazando la
VERDAD. Hoy, estas fuerzas tenebrosas
presentan “inocentes” fenómenos culturales y científicos como el TRANSHUMANISM*
(utilización de la ciencia para expandir las capacidades cognitivas del ser
humano y superar limitaciones biológicas venciendo la muerta física) y la INTELIGENCIA
ARTIFICIAL. Lo “humano” se va desdibujando en esta nueva FILOSOFÍA CARNAL,
tratando de perfeccionar lo que Dios hizo PERFECTO para el camino que debía
realizar, y que hoy sin embargo es sepultado.
Asimismo, nuestro teólogo ruso, afirmará que, por el
contrario, existe una FILOSOFÍA CRISTIANA, la de la Fe y la Razón. Mientras que
la filosofía carnal afianza una IDENTIDAD TERRENAL, una filosofía cristiana,
por el contrario, hay un acto KENÓTICO –vaciamiento interior, para recibir al
Espíritu Santo en nuestras vidas- donde el YO transfigurado supera la IDENTIDAD
TERRENAL, rompiendo sus límites y configurándose ahí la figura cristica …
SEMEJANTE. Por lo tanto, aquí si aplicamos el concepto de HOMOIOUSIOS, que nos
define en nuestra búsqueda incesante de Cristo.
Para Florensky, el ÁGAPE (amor incodicional) y la PHILÍA
(amor profundo, fraterno, opuesto al EROS) son las columnas de esta filosofía
cristiana que se vive dentro de la cosmovisión litúrgica ortodoxa. Es la
COMUNIÓN con lo divino, opuesto al INDIVIDUALISMO contemporáneo, esclavo de las
pasiones que el “mundo” le ofrece para prolongar su muerte, la física –de la
que se quiere escapar-, y la espiritual, la “segunda muerte”.
Y este debería ser también un mensaje para las naciones:
HOMOIOUSIOS. Siendo creados a imagen y semejanza del PADRE (Génesis 1,27), hemos
de transitar esta vida terrenal aprendiendo el Camino que Nuestro Señor
Jesucristo vino a enseñarnos. Las naciones son las barcas que en medio de la
tempestad deben llevarnos, y estas deben tener timoneles, pontifex, que nos
sean puente con el Reino de los Cielos.
Vladyka TEOFANO, Juan
M Garayalde
Archieparquia de la República Argentina IOBE/AOCC
Buenos Aires, 03 de julio de 2025