DIVORCIO
Introducción al texto:
En tiempos de COVID-19,una de las nuevas políticas
sanitarias, para evitar contagios masivos que colapsaran los sistemas de salud,
ha sido el de la CUARENTENA, y entre los efectos sociales en plena MODERNIDAD
en crisis, es el DIVORCIO: "familias desgarradas y anegadas de resentimiento;
hogares convertidos en campos de batalla; hijos convertidos en carne de psiquiatra
o en cobayas de siniestras ingenierías sociales."
En el artículo que reproducimos, el autor, rescata un
pensador de occidente que deberíamos volver a releer: Gilbert Keith Chesterton
DIVORCIO por Juan Manuel de Prada
Afirmaba Chesterton que el matrimonio es un compromiso; y
que tal compromiso, sin embargo, es el mayor acto de libertad imaginable. El
divorcio, consecuentemente, es la constatación más evidente de que el hombre
contemporáneo se ha convertido en un esclavo de sus apetitos y veleidades, incapaz
de comprometerse libremente, incapaz de vincularse a otra libertad con la que
se encamina hacia un fin común.
Este vínculo entre dos libertades que se limitan libremente
para hacerse juntas más fuertes hace del matrimonio un lazo más fuerte que
cualquier ley o imposición; por eso los nuevos tiranos no han esforzado en su
hostigamiento: pues una vez arrasada esa fortaleza, se abre la caja de Pandora
que introduce todas las calamidades en nuestra vida, hasta hacerla migajas.
Las instituciones sostienen y vertebran nuestras vidas; por
eso la destrucción de las instituciones puede llegar ser más temible incluso
que la destrucción de las vidas.
Si el divorcio no se hubiese generalizado, otras lacras cada
vez más extendidas –desde el abandono de los viejos a las odiosas ingenierías
de “género”, pasando por la
normalización del aborto–, se habrían encontrado con obstáculos insalvables.
Nuestra época, borracha de emotivismo, pretende presentar el
divorcio como un triunfo de la libertad personal, cuando en realidad es una
derrota de nuestra capacidad para asumir compromisos y una sórdida victoria del
individualismo más despótico.
Nuestra época combate el matrimonio porque desea construir
una sociedad de individuos aislados, prisioneros de sus apetitos y
conveniencias.
Y, una vez lograda esta sociedad de individuos como átomos
vanamente orgullosos, puede hacer con ellos lo que se le antoja: a unos
enviscarlos, a otros deprimirlos, a otros pervertirlos y convertirlos en
adoradores de los ídolos más peregrinos y embrutecedores.
Chesterton nos enseñaba que el capitalismo, para debilitar
la comunidad de los hombres y lograr sus designios, había alentado los
divorcios y tratado las viejas virtudes domésticas con desprecio; había
provocado una competencia hostil entre los sexos; había sacado a hombres y
mujeres de sus casas en busca de trabajo, los había forzado a organizar su vida
en función de sus aspiraciones de éxito y bienestar material; había, en fin,
reducido el matrimonio a un contrato eventual y rescindible, siempre supeditado
a la “realización” personal, como conviene a una nueva utopía hedonista que
postula la búsqueda de la felicidad a través de la deificación del deseo
personal. Y, ante este deseo endiosado, no caben lealtades firmes, ni promesas
indisolubles.
Chesterton también nos advirtió: “No derribes una valla sin
indagar antes en la causa por la que la pusieron”. Al derribar la valla del
matrimonio, se dejó el paso libre a sucesivos enemigos que, no contentos con
separarnos, se disponen a triturarnos. Que es lo que tarde o temprano les
ocurre a los hombres, cuando se quedan sin instituciones que los protejan.
Fuente: https://www.revistamision.com/divorcio/
No hay comentarios:
Publicar un comentario