¿CUÁL ES EL DESTINO DE LOS NIÑOS MUERTOS EN LOS ABORTOS?
Por Alexei Osipov
(Teólogo contemporáneo ruso nacido en 1938)
—Extraña manera de plantear una pregunta. Me sorprende que
se pregunte sobre el destino de los niños inocentes, que no han conocido ni el
bien ni el mal, en lugar de preguntar por el destino de la madre que ha
cometido un pecado mortal. ¿Acaso pecaron los niños? ¿Acaso actuaron
injustamente? ¿Mataron a un ser humano? ¿Por qué se habla de los niños sin
pecado? Las fuentes de este falso miedo pagano son bien conocidas. Provienen de
los falsos maestros, contaminados por la doctrina católica medieval del llamado
limbo. El limbo es un lugar del otro mundo situado entre el paraíso y el
purgatorio, en el que según la concepción medieval (la idea del limbo surgió en
el siglo XIII) se encuentran las almas de los niños no bautizados. Pero incluso
el catolicismo ya no insiste en su pleno perecimiento. El Papa Pío X escribía
en el año 1905: “Los niños muertos sin bautizar van al limbo, donde no gozan de
la presencia de Dios, pero tampoco sufren “. Y el nuevo Papa Benedicto XVI
decidió excluir totalmente la doctrina medieval del limbo de la doctrina
religiosa del catolicismo, arguyendo su falsedad. En el documento publicado por
la Comisión Teológica Internacional y aprobado por este Papa, se afirma que el
concepto tradicional de limbo refleja de manera demasiado limitada la idea de
la Salvación. Ahora, según la nueva teoría, las almas de los niños muertos que
no llegaron a ser bautizados acaban en el paraíso.
Pero algunos de nuestros “maestros” han superado los
extravíos medievales de los católicos. Echando fuego por los ojos, aterran a
los ignorantes: “¡los niños que no sean bautizados se condenarán!” Es decir, en
su opinión, las madres que han cometido conscientemente infanticidio pueden
salvarse (si se arrepienten), mientras que los niños inocentes, que no tenían
ni voluntad, ni consciencia, están condenados a la perdición. Quizá esta sea la
mayor caricatura imaginable de la Ortodoxia.
¿Acaso se condenaron todos los niños muertos antes de la
llegada de Cristo? ¿Están los niños de nuestros antepasados de antes de la
cristianización de Rusia en la gehenna? ¿Están en el infierno los niños de los
pueblos no cristianos? ¡No, todos ellos han sido salvados por el Sacrificio de
Cristo! El Señor mismo dijo lo siguiente sobre los niños no bautizados: “Dejad
que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como estos
es el Reino de los Cielos.” (Mt 19, 14). ¿Quién bautizó a los niños que mató
Herodes en Belén, a los justos del Antiguo Testamento, al buen ladrón, a los
apóstoles, a la misma Madre de Dios y a numerosos mártires? Y sería
“interesante” saber ¿mediante qué rito? ¿Inmersión, ablución, aspersión? ¿Acaso
no está claro que el bautismo, al igual que todos los sacramentos, es una
ceremonia religiosa de la Iglesia celebrada por el hombre, mientras que el don
de la gracia del sacramento lo da el Señor cuando ve un alma capaz de
recibirlo? Los sacramentos no son un salvoconducto de entrada a la vida eterna,
sino solo un medio de ayuda eficaz para el hombre en su camino a la salvación.
Por eso todos los niños difuntos se salvarán, “porque de los que son como estos
es el Reino de los Cielos”.
Cita:
“En cuanto a estos niños, se puede decir que tras recibir el Santo Bautismo se regocijarán y gozarán de una completa felicidad en los cielos por los siglos de los siglos, aunque murieran inesperadamente. Del mismo modo, no debemos rechazar a los niños que nacieron muertos o a los que no hubo tiempo de bautizar. Ellos no tienen la culpa de no haber recibido el Santo Bautismo, pues el Padre de los Cielos tiene muchas moradas, incluidas aquellas en las que estos niños descansarán por la fe y la devoción de sus fieles padres, aunque por los designios inescrutables de Dios no recibiesen el Santo Bautismo. Pensar así no va en contra de la religión, de lo que dan testimonio los Santos Padres en el Sinaxarion, el sábado de cuaresma. Los padres pueden rezar por ellos con fe en la misericordia de Dios”
Hieromonje Arsenio de Athos (Siglo XIX)
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