EL HOMBRE CAIDO
Ciego, transita caminos, cual espectro tropezando a cada
instante forjando la miseria futura de su alma.
Son los senderos oscuros, donde las ramas, como garras nos
laceran, y en la oscuridad solo se escucha un viento que trae lamentos de desolación, de aquellos que perdieron el
rumbo.
El hombre es puente, un instante de penumbra entre la luz y
el abismo. Para decidir, balbucean preguntas esenciales, muchas veces cuando ya
es tarde.
Es también una llama, que pocas veces busca aire con aroma
de incienso, para elevarse a los cielos. En vez de ello, se extingue, creando
sombras a su alrededor.
Dentro del hombre, hay pasión, que destruye lo que odia y
aquello que también ama.
Codicia para cubrir un vacío y desprecia cuando nada lo
llena.
En él también hay ambición, pero también hay miedo, miseria
y deshonra.
Pero todas estas cosas, lo hacen una criatura perfecta,
porque todas sus falencias, no hacen más que volver más valiosa la LUZ tenue
que hay en su interior, la del soplo divino.
El ser humano es un niño perdido, que debe agudizar su oído
para escuchar a Aquel que ordena el desenlace de los vientos, cuya mirada rompe
los abismos y cuya voz es la única, que nos guiará en el SENDERO de penumbra.
+Teofano, Juan M Garayalde
De lecturas juveniles
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