EL "SOSTENIMIENTO" DEL ESTADO A LA IGLESIA ROMANA
LA CRITICA SIN FUNDAMENTOS FRENTE A LA VERDAD HISTORICA
EL LIBERALISMO, de la mano de Bernardino Rivadavia, arruino
a la Iglesia Romana con las ultrajantes expropiaciones en los primeros tiempos
de la "independencia" nacional.
Por el contrario: la hizo dependiente del Estado, y se la
obligo a que desde el mismo Estado, se
la "sostuviera".
SIglos después, otra vez el LIBERALISMO, erigiéndose como un
nuevo "orden moral" superior, ahora ha decidido "no
sostener" mas la Iglesia -aunque esta ultima ya se le adelanto al declinar
esos fondos- , con los magros aportes que solo recibían, por ejemplo, algunos
obispos en funciones, otros jubilados, algunas parroquias de frontera o de
destinos de difìcil acceso., etc.
Los argentinos nos hemos vuelto con nuestras ligeras y poco
sustentables opiniones en "idiotas utiles" por cuestionar ese tipo de
financiamiento IMPUESTO por el Estado Liberal.
Hay que conocer la historia de estos "proceres
fundadores" (Rivadavia, Urquiza, Mitre, Sarmiento, Roca, etc.) que fueron
contra la tradición religiosa que, guste o no, fueron los pilares morales en
esta tierra, desde los inicios con el partido liberal-masonico, hasta el
presente liberal-sionista.
Esto es el resultado de las tantas "batallas
culturales" donde los medios nos meten slogans en la cabeza para acordar
con los rufianes que nos han venido gobernando hace décadas esta tierra de
Abortina.
Aunque, quién escribe, provenga de la Iglesia Ortodoxa, no
se puede negar jamas los pilares religiosos de esta tierra, ni la verdad
histórica. Hacerlo, me convierte en un rufián mas.
+Teofano, Juan M Garayalde.
No fue la Iglesia Católica la que quiso ser sostenida por el
Estado sino el Estado el que expropió sus bienes
La definición pertenece a Bernardo de Irigoyen y revela el
déficit de historicidad que lleva a ver arbitrariedad en lo que son tradiciones
fundantes del país o “privilegios” en lo que son compensaciones por
expropiaciones sin indemnización
Por Claudia Peiró
“Fueron San Martín y Belgrano los que nombraron a la Virgen
Generala de sus ejércitos, hay cartas de puño y letra del Libertador en Mendoza
sobre eso”, dijo a Infobae el sacerdote Martín Panatti, párroco de la Iglesia
Nuestra Señora de Montserrat.
Lo que se atribuye a gobiernos de facto es en realidad una
tradición que hunde sus raíces en el fondo de nuestra historia. Rodolfo Walsh
criticaba, entre otras cosas, el “déficit de historicidad” de la organización
Montoneros, es decir, su desconocimiento de la historia argentina. En esa misma
ignorancia se recuesta un anticatolicismo exacerbado desde los primeros debates
públicos sobre el aborto, en 2018.
El 1° de enero de 1817, San Martín le escribía al gobernador
interino de Cuyo, Toribio de Luzuriaga, para comunicarle que el siguiente
domingo, 5 de enero, se celebraría una misa para la jura solemne de la Patrona
del Ejército, la Virgen del Carmen de Cuyo, y de su bandera. En esa ocasión, el
Libertador dejó a los pies de la Virgen su bastón de mando, que se conserva
hasta hoy en la Iglesia San Francisco, en la ciudad de Mendoza.
Un dato central que se suele obviar cuando se habla del
vínculo Iglesia - Estado, y en particular del sostén al culto católico,
prescripto por la Constitución, es que el origen de esas transferencias es una
expropiación: la que, siendo secretario de Gobierno de Martín Rodríguez,
decretó Bernardino Rivadavia en 1822, por la cual pasaron a manos del Estado,
miles de hectáreas de tierras y propiedades, inmuebles “no necesarios para el
culto”, en opinión del funcionario de marras.
“Hasta entonces, la Iglesia se autoabastecía”, dice el padre
Panatti.
Tan era así que, en 1871, un anticlerical como Bernardo de
Irigoyen decía: “La verdad del caso [es] que la Iglesia se sostenía con los
bienes que poseía, donados por los fieles. Vino el año 22 en que el gobierno
concibió la idea patriótica de una reforma general, y en ella comprendió
también al clero. Se inició pues la reforma eclesiástica, y para llevarla a
cabo sancionó una ley que en su artículo 19 dice lo siguiente: ‘Desde el 1° de
Enero de 1823, quedan abolidos los diezmos y las atenciones a que eran
destinados serán cubiertos por los fondos del Estado’. Viene enseguida otra
disposición de la misma ley de donde resulta que no fue la Iglesia Católica la
que trató de ser sostenida por el Estado sino que fue el Estado el que tomó
posesión de todos los bienes de la Iglesia, el que suprimió las contribuciones
con que la Iglesia se sostenía, y que fue el Estado el que creyendo que estaba
realizando una reforma liberal, una reforma de alta conveniencia pública, dijo:
Tomo a mi cargo el sostén del Culto Católico en este país. Ésta es la verdad
histórica”.
La cita de Bernardo de Irigoyen pertenece a un artículo de
Edgardo Fretes, publicado en el diario Los Andes de Mendoza el 19 de abril de
2018, con el significativo título: “Relación histórica entre Iglesia y Estado
en la Argentina: ¿quién sostiene a quién?”
La tesis de Fretes en aquel artículo era que los aportes que
la Iglesia hace a la sociedad a través de las instituciones -educativas,
sanitarias y caritativas- que administra y los fondos de colectas que
redistribuye en esas obras superan ampliamente el aporte que recibe.
En 2018, los fondos del presupuesto destinados al sostén de
la Iglesia eran de 174 millones de pesos. Mientras que la recaudación de las
colectas de Cáritas, en el año 2016 por ejemplo, habían superado los 280
millones, dinero que vuelve a la sociedad “en educación, ayuda inmediata y
emergencias, desarrollo institucional, abordaje de las adicciones y economía
social y solidaria”, decía Fretes.
A eso había que sumarle la Colecta Más por Menos, que
durante el mismo año había distribuido “entre las zonas más pobres del país,
más de 35 millones de pesos”.
En 2021, los fondos estatales destinados a la Iglesia serán
148 millones. Nótese la disminución, que no es sólo nominal ya que si
corregimos por inflación es mucho mayor, respecto a 2018. En tanto, Cáritas
acaba de anuncia que su colecta anual alcanzó los 218 millones de pesos. Y la
colecta anual es sólo una de las varias colectas que se hacen en el año.
Por otra parte, la Iglesia misma tomó la decisión de
renunciar progresivamente al aporte estatal, proceso que está iniciado, en
diálogo con la Secretaría de Culto de la Nación. Desde 2017, esos fondos, que
se destinaban a las asignaciones de los obispos, a los seminaristas y al sostén
de las parroquias de frontera, no se han actualizado prácticamente, lo que en
los hechos implica una paulatina reducción.
Recientemente, en diálogo con el programa “Caminos de
Encuentro”, de Radio María, monseñor Guillermo Caride, presidente de la
Comisión Episcopal para el Sostenimiento de la Acción Evangelizadora de la
Iglesia, decía: “Ya hemos resignado un valor de más del 50% de lo que
recibíamos, al no haber actualizado el valor de los aportes y contar con una
inflación que hace perderle el valor a nuestra moneda”.
“Tenemos el sueño de que la misión se sostenga con las
donaciones de los fieles y podamos continuar con la renuncia a los aportes”,
expresó Caride.
“La gente cree que el Estado sostiene a las Iglesias y eso
es totalmente falso. Las parroquias nos tenemos que autosustentar”, afirma el
sacerdote Martín Panatti. El sostén del Estado se limitaba a los obispos y,
como se dijo, está disminuyendo. De ser equivalente al ingreso de un juez, hoy
representa la 6a parte aproximadamente. Pero además, como lo señala Fretes,
este sostén tuvo como contraparte la injerencia: hasta fines de los 60, los
obispos eran elegidos por ternas y debían contar con la aprobación del Senado,
como los jueces.
“Nunca existió un salario para los sacerdotes, como se
quiere hacer creer -sostiene Panatti-. Hasta se quiso instalar la idea de que
el Gobierno le pagaba a la Iglesia por cada bautizado, lo que es otra
falsedad”.
“La Iglesia no recauda para mirarse el ombligo -dijo por su
parte Edgardo Fretes, en charla con Infobae-. Como católico estoy contento de
que se despegue la Iglesia totalmente del Estado y nos hagamos cargo los
fieles. Es mucho más sano no depender de nadie. Ahora, imaginemos la renta que
tendría la Iglesia de no haber sido despojada de todos sus bienes. En los
terrenos expropiados hoy tenemos barrios, localidades enteras. Ni hablar de la
Capital, donde el Arzobispado tenía 300 manzanas. Hoy sería una renta
extraordinaria”.
La expropiación rivadaviana dejó incluso en la calle a
varias órdenes religiosas. No falta quien presente a Rivadavia como “gran
impulsor del Cementerio de la Recoleta”, obviando que para ello despojó de sus
terrenos a los monjes de la Orden de los Recoletos.
En su artículo, Fretes citaba la cifra de 35.000 hectáreas
de campos, que hoy pertenecen a los partidos de Luján, Merlo, Avellaneda, San
Pedro, Arrecifes, Moreno, Quilmes, Magdalena y Tres de Febrero.
De hecho, comenta Fretes, las iglesias que no sufrieron este
proceso de expropiación, son Iglesias ricas. “Es el caso de las de España,
Italia, Alemania… La Iglesia alemana por ejemplo ayuda mucho a iglesias de
países del Tercer Mundo donando bienes o financiando proyectos educativos”,
ejemplifica Fretes, que actualmente es coordinador de la Pastoral de
Comunicadores de Mendoza y docente en la Facultad de Periodismo de la
Universidad Juan Agustín Maza.
Los colegios católicos y escuelas parroquiales reciben
subvención estatal para el pago de los sueldos docentes. Como casi todos los
establecimientos educativos privados por otra parte. Ahora bien la
infraestructura y el resto del personal se mantienen con el aporte de los
fieles. Como recordaba Fretes en su artículo, se trata muchas veces de escuelas
rurales y en zonas de difícil acceso. Y concluía: “La ecuación podría ser al
revés: en lugar de sacar la cuenta de cuánto ‘gasta’ el Estado en los subsidios
de los sueldos en los colegios católicos, me gustaría preguntar: ¿cuánto
gastaría el Estado si el 30 por ciento del total del alumnado del país, que
concurre a establecimientos católicos, fuera a escuelas públicas?”
Finalmente, el vicariato castrense, otra institución que
ofende al ateísmo militante y ahistórico, pero que no es, como se lo suele
presentar, una anomalía argentina.
Casi todos los ejércitos del mundo occidental poseen esa
institución. Países tan modernos como Estados Unidos o Francia cuentan con
capellanía y obispado castrense. Es habitual que los capellanes usen uniforme y
tengan grado militar. Tampoco es una anomalía argentina.
En Francia existe una Diócesis para los ejércitos, a cuyo
frente está el obispo Antoine de Romanet, que coordina el accionar de los 200
capellanes militares que acompañan al Ejército en sus misiones.
En Estados Unidos, existe la Arquidiócesis para los
servicios militares (en inglés, Roman Catholic Archdiocese for the Military
Services). Su actual titular es el arzobispo Timothy Broglio. Lo asisten cuatro
obispos auxiliares y en el año 2019 contaba con 455 sacerdotes para la atención
espiritual de los militares.
“Los turistas que acostumbran fotografiarse en el
emblemático Times Square de Nueva York, deberían saber que la estatua que está
allí es de un capellán del ejército norteamericano”, acota el padre Panatti.
Se trata del padre Francis D. Duffy y de hecho el triángulo
norte de Times Square se llama Duffy Square. Este sacerdote católico y capellán
castrense fue el clérigo más condecorado en la historia del ejército de esa
nación, por su desempeño como capellán del 165° Regimiento de Infantería.
La Argentina nació católica; es un dato histórico, y eso
deja huella. A la vez, se formó como una sociedad abierta, receptiva y
tolerante. Porque de hecho, los países de cultura judeoccidental son los de
mayor diversidad y tolerancia. Dato que el anticlericalismo indocto no es capaz
de procesar.
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