sábado, 28 de marzo de 2020

Siglo XXI - El Estado, la Iglesia y la Peste



SIGLO XXI: EL ESTADO, LA IGLESIA Y LA PESTE



Grabado que reproduce una escena de la Peste Negra en Rusia, en el poblado de Nikolsky, provincia de Astrakhan


I – AUSENCIA

“El cristianismo, tal cual es, y tal como no ha dejado de ser, se funda en los más profundos fraudes”
Voltarie (1694-1778)
Enciclopedista de la Ilustración


Es posible vislumbrar a través del “signo de los tiempos” que la humanidad está atravesando el período preparatorio e inmediatamente anterior a la “Noche de la Historia”, el fin del ciclo del hombre caído, con el consecuente retorno de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde hace unos meses, el mundo entero enfrenta una epidemia de un sospechoso virus, denominado COVID-19 –coronavirus-. Para algunos, nacido de animales salvajes consumidos de forma inapropiada por ciudadanos de la Rep. Popular China, para otros, dicho virus habría nacido en medio de tubos de ensayo, cuyo destino era convertir al mundo en su laboratorio de pruebas. Sea cual sea su origen, hay un acontecimiento que nos interesa de sobremanera, derivado del mismo, que ensombrece lo SAGRADO, y a quienes son sus cultivadores y traductores: la casta religiosa.

No hace mucho tiempo, apenas una gota de agua en la marea del tiempo, las naciones se han vuelto laicas. La religión ha pasado a ser un elemento más dentro de un estado nación, un grupo de presión, tal como lo puede constituir un sindicato, una asociación de profesionales, un club deportivo. Sabemos que la comparación es absurda, mas esa es la absurda realidad.

Con motivo de la expansión de la epidemia del coronavirus, los gobiernos han sugerido que se evite todo tipo de concentración humana para evitar que dicho virus se contagie de persona a persona. A través de una cuarentena, se intentaría aislando las personas que porten dicho virus, que el mismo deje de esparcirse en el resto de la población.  En diversos países de occidente, iglesias, romanas, ortodoxas, evangélicas y demás, han cerrado sus puertas obedeciendo el mandato del Estado Nación y cooperar con las medidas a favor del sostenimiento de la cuarentena.  En el ínterin, enfermos con coronavirus ingresan a los hospitales. Al día de hoy, miles de ellos vieron por última vez a sus familiares en la sala de algún hospital, pasando a un lugar cuidadosamente aislado, donde luchará en desventaja contra el virus, expirando finalmente en extrema soledad.

Sus familiares, no podrán volver a verlo, porque el virus sigue vivo en el cuerpo inerte, y por lo tanto, en varios países, el cuerpo es incinerado para evitar problemas de contagio.  Estos familiares, recibirán días después una urna con sus cenizas o un cajón cerrado, que sin mucho tramite, deberá ser enterrado con celeridad, como si algo maligno estuviera presente dentro del féretro.

En todo este trágico proceso que viven las familias en estos momentos, la IGLESIA, por primera vez, no está presente junto a ellos. Hemos cerrado, al igual que un cine, un negocio de venta de ropa o una cancha de fútbol.

La Iglesia ha acatado la normativa del Estado Nación, ese mismo Estado, que en Occidente, desde la Revolución Francesa, ha convencido a los pueblos que la Iglesia es un problema, un obstáculo, ante el avance del PROGRESO HUMANO.

Hoy –marzo de 2020- está aconteciendo esto en nuestro Occidente, y hemos de reconocer que nos ha tomado a todos por sorpresa. Negativo sería buscar quién fue el primero en cerrar las puertas de los templos, y con ello marcar el rumbo de lo “políticamente correcto”.  ¿Cómo seguimos de aquí en más? ¿Cuál es el futuro de aquella iglesia que lucho no hace mucho tiempo contra la peste negra, que diezmó el viejo continente europeo?, ¿cuál es el futuro de aquella Iglesia que asistió a lo largo de los siglos a los leprosos y otros enfermos o deformes que la sociedad expulsaba como parias?


II – ESTADO TOTALITARIO LIBERAL

“El temor al Estado y el honor que le debemos rendir, debe motivarse en el temor y honor que ofrecemos a Dios” (Orígenes, “Comentarios a la Carta de los Romanos”)


Lo que la pandemia del coronavirus ha dejado al desnudo, es la ausencia de una sociedad fuerte, afectada a su vez con el virus del individualismo en su fase más hedonista y narcisista.

Ante la falta de responsabilidad por parte de los ciudadanos de aislarse voluntariamente ante una posibilidad de contagio, el Estado reasumió el “monopolio de la violencia física legítima” (Max Weber), decretando la cuarentena, y en otros casos, hasta el “toque de queda” en determinadas horas de la tarde/noche. En acompañamiento, los medios de comunicación exponen durante todo el día la tragedia humana que la pandemia provoca en todo el mundo.

Lo que uno evidencia, es qué entre el Estado Nación, y sus diversos sistemas (Salud y Seguridad tomando protagonismo), y el Individuo, no existen estructuras intermedias que colaboren en la lucha contra la epidemia. Dentro de este vacío, también se encuentra anulada la religión.

El Estado y la Sociedad han fallado en crear un Estado Comunitario, una Sociedad Comunitaria, lazos que rompen el egoísmo individualista, o sea, aquellas fuerzas disociadoras que no actúan en beneficio de la Nación y, aún más lejano, de principios supra-terrenales. Sólo cuando hay una crisis en ciernes, se apela a las “redes de contención social”, que como su nombre lo indican, es un entramado anárquico que solo sirve para sostener una población con crisis en la provisión de servicios públicos, con trabajo precario, con altos índices de pobreza, desnutrición infantil, alto porcentaje de enfermos por adicciones, delincuencia y violencia familiar.

Para agregar más: desde las dos ultimas décadas del Siglo XX, se anunciaba la revolución del “tercer sector”: Organizaciones No Gubernamentales que provocarían grandes cambios en la sociedad. Era ese modelo, lo que supliría esa distancia abismal entre el Estado y el Individuo. Hoy, en plena pandemia, ese “tercer sector” clama ser parte de la lucha contra la epidemia.

Pero volcamos ahora, a lo que la Iglesia nos ha enseñado desde sus inicios acerca de la autoridad civil como instrumento de Dios:

“Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él.  En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio” (Carta a los Romanos 13:1-3, de San Pablo).

La Iglesia le corresponde justamente colaborar estrechamente en crear esa red comunitaria que, junto al Estado, anule en cáncer del individualismo liberal, y del colectivismo masificador alienante, consecuencias directas de la SECULARIZACIÓN del poder político y social; significando esto último: la no intervención de la Religión en acto alguno de la vida pública.


III – FRENTE A TRES CAMINOS

“Vengo a destruir a los que destruyen la Tierra” (Ap 11,18)


Frente a una pandemia que pone a prueba la MODERNIDAD como sistema político, social, económico y cultural; cabrá preguntarnos cuál debería ser el rol de la Iglesia, del Cristianismo en todo este proceso.

Existen tres caminos posibles, ante esta “Noche de la Historia” que estamos presenciando.


1. Acompañar el proceso de secularización. 

La Iglesia se adapta, aceptando las reglas de juego que impone el Estado Nación, aquel heredero cultural de la Revolución Francesa y la Revolución Bolchevique, alimentados por filosofías anticristianas y anticlericales.

Esto se traduce, por ejemplo, en lo que la iglesia hoy padece, con templos cerrados frente a la pandemia, tal como han decretado los diferentes estados Nación en todos los continentes. 

Con ello, no decimos que las Iglesias deban funcionar “normalmente”, pero si accionar con responsabilidad y precaución para acompañar espiritualmente a las familias que han perdido a seres queridos, u otras que han caído en la desesperanza y cercanos a una psicosis colectiva, bajo algunos pronósticos oscuros que los medios de comunicación y otros “influencers” producen. 

La epidemia, es uno de los acontecimientos que más víctimas a ocasionado en la humanidad, más que las guerras mismas. Sin tener fronteras que la detengan, las pestes no discriminaron reyes, monjes, soldados, comerciantes o labradores. Sin importar la gravedad de las mismas, la Iglesia estuvo presente caminando las calles, visitando enfermos, habilitando hospitales, acompañando los tristes cortejos fúnebres que, en momentos trágicos de mortandad, eran carros con victimas apiladas para ser llevadas a una fosa común.

Estando en el siglo XXI, la iglesia no debería añorar tiempos remotos donde las personas no podrían jamás alcanzar los estándares de vida actual. Hoy, con naturalidad las personas pueden alcanzar los 70, 80 años de edad, sobreviviendo gripes, infecciones, operaciones, y teniendo toda una industria farmacológica dedicada a extender la vida humana y alejar la tan temida muerte de nuestras vidas.

La MODERNIDAD con gran esfuerzo y éxito, ha buscado borrar la muerte de la existencia humana, ignorándola, expulsándola de la realidad cotidiana. Como contrapartida, la Iglesia   tiene como propósito enseñarnos que esta vida es una prueba, y que la muerte es el transito a otra vida, para la cual debemos estar preparados.


2. Confrontar. Ir contra el “Signo de los tiempos”.

Entendemos por “signo” a aquellos significados que emanan de las fuentes naturales (por ejemplo: la contaminación global que afecta la naturaleza, la depredación de los mares, etc.) y humanas (las generadas a partir del hombre, cómo, por ejemplo, su forma actual de relacionarse con Dios, y con su prójimo). Por donde se analice, la MODERNIDAD nos ha legado un sistema global que ha dado la espalda al Creador. Los signos de rebelión contra lo SAGRADO abundan en cada rincón del mundo.

La iglesia, la profunda, es la que puede ver más allá del signo, e interpreta con su profundidad teológica los SÍMBOLOS que vemos a nuestro alrededor. El Símbolo precisa de un emisor y de un receptor, y para la Iglesia, el SIMBOLO cristiano transmite ideas del orden metafísico, supra-sensible, un mensaje que parte del PRINCIPIO, de Dios, Uno y Trino, y que choca, hoy, con la realidad contrastante del siglo XXI.

Hoy, de manera elegante, el sistema político “pide”, decreta, que la Iglesia se abstenga de celebrar sus misterios, de asistir a sus fieles, de cumplir su misión en el mundo. Como hemos visto, esta iglesia del siglo XXI, obediente, acata; pero hay otra, que tomando conciencia del “signo de los tiempos” decide ir contra el mismo, protegiendo a la ECCLESIA, a la comunidad de fieles y clérigos, de las tinieblas que hoy, en forma de peste, se escurre entre las ciudades.

La Iglesia no puede cerrar sus puertas. La iglesia no puede obedecer sin reasumir su papel junto al poder político su función en el mundo. ¿Acaso diremos a los médicos que se marchen en sus casas por la cuarentena? NO. Porque es su misión estar asistiendo a los enfermos. ¿Acaso diremos a las fuerzas de seguridad que se vayan a sus casas para cumplir la cuarentena? NO. Porque son la garantía de la paz social en tiempos de crisis. ¿Acaso diremos al tambero que no lleve mas leche a las ciudades que la precisan en tiempos de cuarentena? NO, Porque la vida de los ciudadanos depende de que el siga proveyendo la ciudad de alimentos.  Entonces: ¿Por qué la iglesia acata la cuarentena?, cuando gran parte de su misión es estar en el alumbramiento de cada niño hacia Cristo, y en el anochecer de cada uno, cuando parte a la casa del Padre de los Cielos.

Estar contra el “Signo de los Tiempos” es rechazar el gobierno del Anti-cristo, y es cumplir lo que Cristo nos encomendó en el Pentecostés.

Es también la Iglesia, que en medio de la pandemia que se vive, ha de luchar para crear no un simple “tejido social” que una al individuo con el Estado, sino un escalonamiento natural y espiritual entre el ciudadano y su Estado, que ayude a estructurar un orden comunitario para una sociedad orgánica sin clases económicas, reemplazada esta última por una comunidad jerarquizada de productores. También impulsar el desarrollo de una  ciencia al servicio del crecimiento espiritual del hombre, y no para ser esclavo de la misma.

Frente a una pandemia, si solo somos capaces de vislumbrar un sistema de salud sobrepasado, fuerzas de seguridad en las calles y un ciudadano obligado a la cuarentena, perdemos de vista un pueblo, una nación y una iglesia, luchando unidos contra un enemigo invisible. Una guerra donde la Cruz no puede estar ausente.
         

3. Un más allá en la “Noche de los tiempos”

Habrá una Iglesia que se adaptará a las reglas del juego en tiempos del reinado del Anticristo. Habrá otra iglesia que, con virtudes y defectos, CONFRONTARÁ contra dicho reinado, de la única forma que lo puede hacer: salvando almas de las fauces de la condenación eterna, pero lejos estará de lograr éxito en interponerse en el camino al precipicio que la humanidad ha elegido.

Debemos evitar ser fabricantes de ilusiones, con melosas declaraciones de “paz mundial”, de encuentros de “paz” inter-religiosos, que desde la Iglesia se emiten adhiriendo a la ideología del progreso indefinido, de la “paz perpetua” iluminista, celebrando, de este modo, como una parte de la humanidad se sumerge bajo una tecnología de felicidad química y virtual, esclavizando  mentes y almas, en tanto otra parte importante, mayoritaria, queda fuera del “sistema” viviendo prácticamente de los residuos que brinda la primera.

La Iglesia de Cristo, no es parte de este proceso, puesto que “mi reino no es de este mundo” (Jn 18:36) . Tampoco es parte del proceso “humano” que confronta al “Signo de los Tiempos” a la decadencia espiritual que vivimos, más allá que aquellos que la combaten, lleven en alto la Cruz, y se tenga las mejores intensiones.

La Iglesia de Cristo es eterna y atemporal. Es Mistérica, profundamente litúrgica y todo símbolo que emana de ella es SAGRADO para la humanidad que quiera escuchar el mensaje del Salvador del Mundo.

La Santa Iglesia Ortodoxa proclama: MUERTE AL MUNDO, este mundo desvergonzadamente triunfante, el que ha degradado y destruido toda la hermosa obra de la Creación y de la misión del hombre de redimirse en ella.

La destrucción de este mundo, anunciada en el Apocalipsis, implica al mismo tiempo, un nuevo comienzo, el nacimiento de un mundo nuevo, “a los pies de Jesús”, tal como anhelaba Dostoievski para su amada Rusia.



Antiguo grabado donde un sacerdote imparte los últimos sacramentos a un enfermo por la peste negra



  IV – CONCLUSIÓN

Hemos de rechazar aquella iglesia que cómodamente acompaña la crisis del Mundo Moderno.

Hemos de acompañar a todos aquellos cristianos que se denominen y se comporten como tal, humildes y celosos de su FE, construyendo oasis, ciudades de Cristo, en medio de tormentas desérticas.  El Estado, necesita reencontrarse con lo SAGRADO, pues a ellos Dios les delegó la potestad de gobernar sobre los pueblos del mundo. La Iglesia deberá seguir marcando el camino correcto al “príncipe” de ese mundo, y jamás renunciar a ello por más detractores y persecuciones que surjan.

Y por último, hemos de estar junto a la Iglesia que observa el mundo desde la eternidad, y tener FE, preparándonos junto al nazareo San Juan Bautista, al borde del Jordán, a la espera de la Segunda Venida, purificándonos, quitándonos todas las iniquidades, esperando que algún día los cielos vuelvan a abrirse, y nuestras lágrimas de desasosiego, se conviertan en lágrimas de felicidad.

Xristos Anesti!

S.E. Vladyka TEOFANO, Juan M. Garayalde
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero
Archieparquía de la República Argentina



1 comentario:

  1. Decir que es lo más inteligente que leí me parece poco. Este texto debe ser leído y meditado por todo el mundo. Gracias Vladyka por la lucidez.

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