CUANDO LA LUZ
PERMANECIO EN MEDIO DE LA OSCURIDAD
“Que mi nombre
perezca en la historia, solo para que la Iglesia pueda vivir” (San TIKHON de Moscú)
Nos llega un relato donde su protegonista fue Su Beatitud TIKHON, último Patriarca legítimo de la Santa Rusia, quién fuera convocado a un congreso de diputados obreros y
campesinos en los primeros años de la era soviética.
En el momento en
que se lo facultó para dirigirse a la multitud, un miembro del partido
bolchevique, que era orador y organizador del Congreso, con una amplia sonrisa se dirigirá al
Patriarca con las siguientes palabras: “¡Nosotros, padre, hemos ganado al
oscurantismo de la Iglesia!”, habiendo sido aquel uno de los organizadores de las
diferentes exposiciones que
hablaban sobre las “proezas” del comunismo y del ateísmo que debían profesar
las masas, y del odio que había que tener sobre la Iglesia y tantos nuevos
enemigos del Estado Totalitario Soviético.
Sin embargo, Su
Beatitud TIKHON, dejando de lado la sonrisa burlesca de su interlocutor, con
una mirada puesta en el horizonte y con sus ojos llenos de una profunda Fe,
respondió: "No lo creo".
“¿Qué es lo que
no cree?” Le responde sorprendido el propagandista bolchevique.
Su Beatitud
TIKHON, ya sin mirarlo, avanzando hacia la tarima donde se encontraría de
frente a los obreros, responde: “Puedo refutar su declaración en dos palabras…”
Y sin alcanzar a
ver la expresión de desagrado y sorpresa de parte de su ya no tan risueño
interlocutor, llega al centro de la tarima, y levantando los brazos y con la
mirada firme y llena de santidad saluda: “¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!”
Y toda la sala,
en un solo rugido responderán: “¡¡¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!!!”
En aquellos años
oscuros de la Santa Rusia, nacerá la Iglesia de las Catacumbas, que estaría
lista para recibir a todos los que rechazarían en sus corazones la dictadura atea y
genocida del Comunismo Soviético, que dominaría con terror y salvajismo 70 años
de la vida de ese gran pueblo doblegado y sometido a tantas injusticias.
A su Beatitud
TIKHON se le atribuye la frase “Que mi nombre perezca en la historia, solo para
que la Iglesia pueda vivir”. Nunca los bolcheviques se animaron a asesinarlo
para evitar un levantamiento del pueblo que terminará en una nueva masacre que
no podría ocultarse en las oscuras cárceles del soviet.
Sin embargo, a lo dicho por SB TIKHON, ha acontecido lo contrario: fue su figura en medio de las ruinas de la Santa Iglesia Rusa, que prevalecerá a través del tiempo, a pesar de la vil caída de una cobarde y corrompida Iglesia Ortodoxa Rusa, que se someterá al Soviet en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial -con sus honrosas excepciones-.
Es, y será, la figura de San TIKHON, su
testimonio y martirio en un forzado confinamiento, la imagen de una iglesia que
nunca se sometió a la banda de genocidas y cobardes burócratas que se apoderaron de ese gran
país teóforo.
MEMORIA ETERNA
Archieparquia de
la República Argentina
Iglesia Ortodoxa
Bielorrusa Eslava en el Extranjero
No hay comentarios:
Publicar un comentario