SAN PACOMIO EL GRANDE
I – SUS INICIOS
Pacomio nació en Kenobsoskion (actual Nag Hammadi), en el
Alto Egipto, en el seno de una familia muy modesta, con un bajo nivel educativo
y sin conocimientos de las principales corrientes filosóficas y religiosas de
la época. Sólo hablaba y escribía copto; el siríaco y el griego, las
principales lenguas a las que se había traducido la Biblia en Oriente a partir
del siglo III, le eran desconocidas. Pacomio no supo prácticamente nada del
cristianismo hasta la edad adulta.
En el año 312 él fue tomado al servicio del ejército del
Emperador Maximino, quien se levantó contra los Emperadores Constantino y
Licinio.
Pacomio nunca cuestionó su paganismo en la primera parte de
su vida: a la edad de 20 años, fue reclutado a la fuerza en el ejército
imperial de Constantino que luchaba contra los persas, aunque otras versiones
nos habla que fue al servicio del ejército del Emperador Maximiliano Daya
(308-313), quien se habría levantado contra los Emperadores Constantino y
Licinio.
Durante este contexto militar, no modificó en nada sus
creencias y no conoció a ningún cristiano.
II – SU CAMINO AL DESIERTO
Mientras estaba en el ejército, Pacomio fue hecho prisionero
en Tebas. Durante su cautiverio fue consolado por los cristianos del lugar, que
no lo conocían, siendo alimentado en secreto por ellos. Conmovido por esta
dedicación desinteresada a un extraño, preguntó a uno de ellos quién le mandó
hacer eso, y le dijeron que fue el Dios que está en el Cielo. Aquella noche el
prisionero rezó con los cristianos a ese Dios, sintiéndose inclinado a seguir
tan bella doctrina.
Cuando se vio libre, volvió a Egipto y se bautizó. Aún sin
saber qué rumbo tomar, se puso al servicio de una comunidad cristiana, que le
permitiría practicar la caridad con la que había sido tratado durante su
prisión. Pero esto no le satisfacía, pues quería dedicarse por completo a Dios.
Le informaron que un anciano llamado Palemón servía a Dios en el desierto. Fue
en su búsqueda y se puso bajo su dirección.
De san Palemón, dice el Martirologio Romano Monástico del
día 11 de enero: “En la Tebaida, alrededor de 330, san Palemón eremita, que
inició a san Pacomio en la vida monástica y le dio sus principios
fundamentales: vigilar y orar en el ayuno y en la soledad”.
Nada había preparado a este antiguo soldado para convertirse
en monje solitario, arriesgando su vida en el proceso.
Entonces llegó su encuentro con el otro "gigante"
egipcio: San Antonio el Grande (+356). Pacomio recibió así una
"formación" completa, no de instituciones educativas (inexistentes en
aquella época), sino de boca de dos santos monjes.
III – SU GRAN MISION
La última etapa de su itinerario interior fue el milagro de
la "voz" de un ángel que le pedía que fundara su propia comunidad de
monjes. Pacomio imaginó un modo de vida totalmente nuevo para los monjes y
redactó una regla que influiría en toda la cristiandad: ninguno de los Padres
latinos del monacato criticaría o modificaría sustancialmente a San Pacomio.
Después de 15 años de ascetismo espiritual secreto, el Señor
lo inspiró para que reúna bajo una misma norma general a los ermitaños, que
vivían por separado. En una isla del río Nilo (Tavena) él comenzó a organizar
un monasterio. De esta manera, el primer monasterio, fundado en Tabennesi en
323, se convirtió en pocas décadas en el centro del monacato egipcio.
Al poco tiempo ese monasterio no podía albergar más a las personas
deseosas de salvarse bajo la dirección de San Pacomio, y él se vio obligado a
fundar más monasterios sobre la costa del río Nilo, no lejos uno del otro. Él
estableció el primer convento de monjas, donde su hermana fue la primera
abadesa (superiora).
IV – REGLAS DE CONVIVENCIA
En sus monasterios él llevaba un reglamento obligatorio para
todos. Esto será conocido como la Regla de Pacomio, escrita en copto, y
posteriormente traducida al siríaco y al griego (y transmitida así al mundo
bizantino), y luego al latín por san Jerónimo (+420), lo que permitió su
difusión por toda la parte occidental del Imperio romano.
Este reglamento se basaba fundamentalmente en la: castidad,
humildad, renunciamiento a todo lo mundano y una sumisión incondicional a su abad.
Los monjes vivían de a tres.
En cada celda, juntos comían y realizaban sus labores. Todos
usaban la misma vestimenta (la interior de hilo, sin mangas, la exterior de
cuero, en la cabeza un gorrito de tejido de crines, en los pies sandalias).
Unas cuantas veces al día al sonido de un instrumento, los monjes en silencio
eran llamados a la Iglesia. Aquí leían las Sagradas Escrituras, escuchaban las
enseñanzas del superior, rezaban y cantaban Salmos.
Los domingos venia un presbítero del pueblo vecino que
oficiaba la Liturgia y daba la comunión a los monjes. San Pacomio no tomaba el
sacerdocio ni tampoco permitía a otros, tomar esa dignidad, para que no caigan
en orgullo o ámen el poder. Salían a trabajar todos en orden y en silencio
junto a su superior. Nadie podía comenzar una nueva labor ni cambiarse de lugar
sin la bendición del superior. El trabajo realizado por un hermano pertenecía a
la comunidad, y no a él.
Se alimentaban una sola vez al día — al mediodía, y su
alimento se componía de pan, frutas y verduras. El domingo se podía cenar. Para
que todas estas normas fuesen cumplidas por los monjes, sin cambios, San
Pacomio determinó recibir a las personas deseosas de ingresar al monasterio, no
antes de haberlos sometido a un año de prueba. Durante la vida de San Pacomio
la organización monacal establecida por él, aumentó a siete mil monjes, y cien
años después, a cincuenta mil personas.
V – LA REGLA
Las intuiciones de Pacomio sientan las bases de todas las
formas de organización de la vida de las comunidades monásticas que siguen
existiendo hoy en día: noviciado, vestimenta única de los monjes, comidas en
común y en silencio, oración continua durante el día y la noche (Liturgia de
las Horas), servicio divino (misa), obediencia a los superiores, pobreza
absoluta y puesta en común de los bienes, periodo de prueba para los
postulantes, trabajo obligatorio proporcional a las capacidades de cada uno,
atención especial a los enfermos, deber de hospitalidad y separación del
convento de monjas.
VI – EL FIN DE UNA ERA
La aparición del "cenobitismo" (del griego koinos
bios, "vida en común") en el siglo IV es tanto más increíble cuanto
que en Egipto no existía entonces ninguna forma similar de vida contemplativa.
Los "anacoretas" (solitarios) y los
"giróvagos" (monjes errantes) dominaron hasta la llegada de Pacomio.
Se puede decir que la vida monástica en Egipto nació con san
Pacomio. No se trataba ya de un líder carismático que reunía a los ermitaños en
pequeños grupos en torno de sí, sino de una comunidad de religiosos con reglas
precisas de vida en común en la oración, la contemplación y el trabajo, a
ejemplo de los Apóstoles.
San Pacomio fue agraciado por Dios con el don de milagros.
Sin embargo, curaba diversas enfermedades o aflicciones con una condición: solo
si era por el bien del alma. También fue favorecido con el don de la profecía.
El gran san Atanasio de Alejandría (296-373) quiso ordenarlo
sacerdote, pero Pacomio decidió permanecer como laico por humildad.
Murió víctima de una plaga que asoló a Egipto. El lugar
exacto de su entierro siempre ha sido desconocido, porque antes de su muerte
había recomendado a sus discípulos más fieles que lo enterraran en un lugar
secreto, para evitar la veneración de muchos de sus seguidores.
A su muerte, ya existían nueve monasterios masculinos y dos
femeninos, cada uno con al menos treinta personas. A finales del siglo IV había
varios miles de monjes de este tipo. En el siglo VI, 24 monasterios formaban el
legado dejado por Pacomio en su tierra natal.
VII – EL MOVIMIENTO CENOBITICO SE EXPANDE
El monasticismo se propagó por muchos lados. En aquella
época, cuando San Pacomio, estableció un monasterio en Tavena, uno de sus discípulos
Amón, fundó una nueva comunidad para los monjes cerca de Alejandría, sobre el
monte Nitria (este monte se denominó así por la gran cantidad de nitro, o
salitre.). Al final del siglo 4, aquí se contaban, más de 50 monasterios y
hasta 5.000 monjes.
Detrás del monte de Nitria estaba el desierto de Libia.
Cuándo hubo estrechez sobre el monte de Nitria, Amón con la bendición de San
Antonio, trasladó las celdas al desierto de Libia, a partir de ese momento ese
desierto pasó a denominarse kelias (celdas).
Más allá del monte de Nitria se encontraba distante el
monasterio de Sckit (nombre del lugar, que significa valle largo y seco) en
donde San Macario de Egipto fundó la vida monacal.
Hacia allí no existía ningún sendero, para encontrar el
camino se guiaban por las estrellas. Hilarion, uno de los discípulos de San
Antonio trasladó, el monaquismo a su tierra natal, a Palestina (Tierra Santa),
y en la cercanía de Gaza fundó un monasterio. De aquí el monasticismo se
propagó por toda Siria y Palestina.
VIII – SAN BASILIO EL GRANDE Y SAN SAVVA EL BENDITO
San Basilio el Grande, terminada su instrucción y luego de
recorrer Egipto y Palestina, difundió la vida monacal, en Capadocia (En Asia Menor,
actualmente Turquía): tanto de mujeres como de hombres. Allí estableció un
reglamento para los monjes que pronto se propagó por el oriente haciéndose
universal.
Uno de los ascetas del siglo IV San Savva el Bendito,
estableció un monasterio cerca de Jerusalén en la gruta del torrente del
Cedrón, introdujo aquí el reglamento de oficios llamado “Tipicón”, el cual a
través del tiempo fue completado y perfeccionado, siendo el cimiento actual de
los oficios religiosos de la ortodoxia.
IX – ATHOS, LA MONTAÑA SAGRADA
El monasticismo oriental encontró un refugio especial en los
montes Olímpo y Athos. En este último se encuentran aproximadamente: 20
monasterios cenobíticos, alrededor de 100 monasterios y celdas de ermitaños y
cerca de 8.000 ascetas. Aquí se pueden observar distintos modos de vida
monacal, desde los que se refugian solitariamente en grutas y celdas hasta los
que viven en grandes comunidades (llamadas en ruso Lavra). Desde aquí el
monasticismo se trasladó a Rusia.
X – OTROS LINAJES MONÁSTICOS
El modo de vida monacal, tanto ermitaña como en comunidad,
fueron las que más se propagaron en Oriente. Pero existen otras formas de
ascetismo como, el estilita que son monjes dedicados a la oración, sobre una
columna, por ej. en el siglo V — San Simeón “el estilita,” en el siglo VII —San
Alepio “el estilita”; la de los “no durmientes”; y “la de los locos en
Cristo”(ascetas que por Cristo se hacían pasar por locos, a fin de elevarse
espiritualmente, doblegándose y soportando la humillación del trato, para no
caer en el orgullo, consiguiendo así, un total desapasionamiento, como San
Simeón “el loco en Cristo”.
Compilación: Patriarcal Ateneo San Marcos
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