UNA LEYENDA DE PRIMAVERA
Quien transite por la provincia de Entre Ríos, mi tierra,
verá siempre árboles por todos sus campos. Desde el majestuoso Eucalipto, el
Ceibo en los lugares más húmedos, el Ñandubay, de hermosa madera, el vanidoso
Jacarandá y tantos mas; pero árbol del que poco nos acordamos, y que sin
embargo crece a nuestro lado y se hace monte con sus ramas, es el ESPINILLO,
una acacia que se hace respetar por sus ramas pinchudas, pero por el fragante aroma que despiden sus
flores amarillas, mucha gente lo conoce como el “aromillo”.
Mucho del monte entrerriano que vemos desde la ventana de un
auto, transitando por las rutas de la provincia, es el espinillo que se
encuentran en muchas ocasiones, uno al lado del otro, creando una espesura de
baja altura, que prácticamente se hace imposible ver mas allá. Me gusta decir, que ESE es el monte
entrerriano, el que tan arisco se vuelve para el que quiere adentrarse campo
adentro.
En este mes de septiembre, el ESPINILLO que amanece desnudo
luego del invierno, está comenzando a mostrar sus flores, sus “aromitos”.
Para pensar esta primavera que se inicia, les paso esta
leyenda guaraní de nuestra tierra:
Cuenta una antigua leyenda que, Eireté era una joven india
casada con Cuimbá, con quien vivió un corto tiempo de felicidad, pues su esposo
perdió la vida en luchas tribales y ella quedó con un hijo de pocos meses.
Una tarde, salió a pasear con su bebé y se alejó demasiado,
cuando, de pronto, escuchó el rugido de un yaguareté.
A pesar del terror, tomó a su hijo en brazos y se internó en
la vegetación intrincada y espesa.
Fue allí que Dios intervino, guiándola hacia un tupido monte
de aromitos cuyas ramas se abrieron a su paso, para luego cerrarse
profusamente, oponiendo tallos leñosos y hojas con espinas al camino de la
fiera.
La ayuda de Dios continuó, pues ordenó al sol que ante la
inminencia de la noche fría, dejara su calor en el follaje que la albergaba.
Así Eireté pudo pasar la noche con su hijo, llegando sanos y
salvos a la tribu el día siguiente.
Desde entonces, en primavera, los rayos del sol duermen
sobre los aromitos, quedando después en flores de color dorado.
S.E. Vladyka TEOFANO, Juan M. Garayalde
Primavera del 2020 - Archieparquía de la República Argentina
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