miércoles, 21 de septiembre de 2022

EL HOMBRE CAIDO

 

EL HOMBRE CAIDO

 


Ciego, transita caminos, cual espectro tropezando a cada instante forjando la miseria futura de su alma.

 

Son los senderos oscuros, donde las ramas, como garras nos laceran, y en la oscuridad solo se escucha un viento que trae lamentos  de desolación, de aquellos que perdieron el rumbo.

 

El hombre es puente, un instante de penumbra entre la luz y el abismo. Para decidir, balbucean preguntas esenciales, muchas veces cuando ya es tarde.

 

Es también una llama, que pocas veces busca aire con aroma de incienso, para elevarse a los cielos. En vez de ello, se extingue, creando sombras a su alrededor.

 

Dentro del hombre, hay pasión, que destruye lo que odia y aquello que también ama.

Codicia para cubrir un vacío y desprecia cuando nada lo llena.

 

En él también hay ambición, pero también hay miedo, miseria y deshonra.

 

Pero todas estas cosas, lo hacen una criatura perfecta, porque todas sus falencias, no hacen más que volver más valiosa la LUZ tenue que hay en su interior, la del soplo divino.

 

El ser humano es un niño perdido, que debe agudizar su oído para escuchar a Aquel que ordena el desenlace de los vientos, cuya mirada rompe los abismos y cuya voz es la única, que nos guiará en el SENDERO de penumbra.

 

+Teofano, Juan M Garayalde

De lecturas juveniles

jueves, 15 de septiembre de 2022

Los que nos afirmamos y fallamos

 

LOS QUE NOS AFIRMAMOS Y FALLAMOS



Una vez solía burlarme de los gobernantes seculares porque distribuían honores, no por mérito inherente, sino por riqueza, antigüedad o rango mundano. Pero cuando escuché que esta estupidez también se había metido en nuestros propios asuntos [dentro de la Iglesia], ya no consideré sus acciones tan extrañas. Porque, ¿por qué deberíamos sorprendernos de que la gente mundana, que ama la alabanza de la multitud y hace todo por dinero, cometa este error, cuando aquellos que dicen haber renunciado a todos estos deseos no son mejores?

Porque, aunque están compitiendo por las recompensas celestiales, actúan como si tuvieran que decidir simplemente sobre acres de tierra o algo por el estilo. Simplemente toman a los hombres del lugar común y los ponen a cargo de aquellas cosas por las cuales el Hijo unigénito de Dios no desdeñó despojarse de su propia gloria y hacerse hombre y recibir la forma de siervo y ser escupido y abofeteado y morir de la muerte más vergonzosa. Y no se detienen en esto, sino que pasan a otras acciones aún más extrañas. . . Los cristianos dañan la causa de Cristo más que sus enemigos y adversarios.

San Juan Crisóstomo (347-407)