EL MONJE PEDRO DE ATHOS
25 de junio de 2024 / 12 de junio de 2024 – Calendario
Eclesiástico
I – PRIMEROS AÑOS
El monje Pedro de Athos, griego de nacimiento, sirvió como
soldado en los ejércitos imperiales del Imperio Romano de Oriente y vivió en
ese tiempo en la capital, Constantinopla.
Corría el año 667, y lo encontramos a Pedro junto a las
legiones romanas combatiendo en la región de Siria contra el Califato Omeya, el quinto imperio
más grande que habría en la historia, con la ciudad capital de Damasco surgido
en el año 661 de la era Cristiana.
San Pedro fue hecho prisionero y encerrado en una fortaleza
en la ciudad de Samara, a orillas del río Éufrates.
II – EN LA PRISIÓN
En el tiempo que le toco vivir en prisión, bajo las duras
condiciones de salud e higiene, trato de no caer en la desesperación. Comenzó
un combate espiritual donde primero reflexionó sobre su vida, sus errores, y de
la falta que tuvo de no tener presente a Dios en sus decisiones.
Recordó en su adolescencia en Constantinopla, ver a las
iglesias y Monasterios, y sus monjes celebrando con sus cantos y escuchando las
proezas de los mártires y santos. Recordó que quiso ser uno de ellos.
De esta manera, comenzará a olvidar las penurias y a vivir
como un monje, donde justamente, todas las carencias que vivió en prisión, eran
una ayuda para vivir bajo un ayuno estricto y en acompañamiento de la oración.
III – LA ORACIÓN A SAN NICOLAS EL TAUMATURGO y SAN SIMEÓN EL
RECEPTOR DE DIOS
En la prisión, gran parte de sus oraciones fueron dirigidas
a San Nicolás el Taumaturgo (siglo IV), quién durante la feroz persecución
contra los cristianos de Diocleciano (284-305), el santo fue encarcelado y fue
ejemplo para muchos cristianos que sufrieron como él de la prisión y las
torturas, por no hacer apostasía de la fe en Cristo. Llego al poco tiempo el
Emperador Constantino al poder, y San Nicolás y sus hermanos de fe, fueron
liberados de las prisiones.
Así fue que, San Nicolás se apareció en los sueños de Pedro
y le aconsejo que su oración y pensamiento se vuelquen sobre San Simeón, el
Justo, el Receptor de Dios. ¿Por qué? Ningún ser humano en la tierra, decidió
vivir tanto para poder ver llegar a Cristo al mundo, ya que, habiendo sido
convocado como judío a Egipto por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo
(284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, para realizar una traducción del
Antiguo Testamento al griego (la futura septuaginta), se encontró en el mismo
la profecía del nacimiento del mesías por una virgen (Is 7,14).
Sin Simeón, se cree que vivió más de 360 años para que un
día estando él presente, arribara al templo, luego de los 40 días de su
nacimiento, el niño Jesús, acompañado de José y María. Ahí, San Simeón
proclamará las históricas palabras que en nuestras Liturgias se proclama siglo
tras siglo: “Señor, ahora dejas partir en paz a tu siervo, conforme a tu
palabra, porque han visto mis ojos tu salvación…”
San Pedro, en la prisión, rezaba para aprender de San
Nicolás, su fuerza espiritual para soportar todas las injusticias de su
encarcelamiento, y de San Simeón, que ninguna espera es corta, cuando se tiene
la esperanza fuerte.
Aconteció que en medio de sus sueños, se presentó en su
celda San Simeón, y con su bastón tocaría sus cadenas y estas se derretirían.
Pedro despertó y descubrió que no era un sueño. También, las puertas de la
prisión estaban abiertas y él pudo salir a la libertad.
IV – EL CAMINO A ROMA Y EL SUEÑO DEL PAPA
Durante su camino a la libertad, San Nicolás lo acompañaría,
saliendo de las tierras ocupadas por el islam, pasando por los límites del
imperio de Bizancio, pero su camino conducía a Roma, para cumplir la promesa
que le dio a sus santos: asumir la vida monástica, frente a la tumba del
Apóstol Pedro.
Pero San Nicolás fue aún más allá: se le aparecerá en sueños
al Papa de Roma, a quien le relatara la huida de la cárcel de Samara, y el
largo peregrinaje a Roma. Así fue que el Papa, al acudir a los Servicios
Divinos, buscó en medio de la multitud a Pedro, y lo reconoció al instante, y
clamó: “Pedro, tú que has venido de tierras lejanas y a quién San Nicolás
liberó de la prisión en Samara, ven a mí”.
De esta manera, el Papa tonsurará monje a Pedro ante la
tumba del Apóstol. El Papa mismo le enseñara las reglas de la vida monástica y
lo tendrá a su lado un tiempo, hasta que estuviera listo para continuar su
peregrinaje.
V – ATHOS: EL CAMINO QUE LE MARCO LA THETOKOS
Luego de permanecer un tiempo junto al Papa de Roma, inicia
una travesía hacia el Este, retornando al interior del Imperio Bizantino.
En un momento del viaje, desembarcaron en un lugar, donde
unos habitantes, también navieros del lugar, le pidieron acercarse a una casa
donde una peste había afectado a varias personas. San Pedro oro por ellos y
lograron sanarse, para luego marchar nuestro santo retornar al barco y
continuar la travesía.
Durante el viaje, en sus sueños se hace presente la
Santísima Madre de Dios, quién con ternura le hablará de un lugar especial
donde irá a vivir por el resto de su vida. Así fue que, a los pocos días, el
barco al navegar cerca del Monte Athos, detuvo su marcha por sí solo. Ese fue
el año del Señor del 681, trescientos años antes de que San Athanasios de
Athos, por el 950, iniciara su vida eremítica en la Montaña Sagrada, y la
construcción del primer monasterio.
VI –LA THEOTOKOS COMO ESCUDO DEL MONJE
El monje Pedro, vivió durante 53 años en una cueva del Monte
Athos. Apenas lo envolvía algo de ropa y su barba había crecido tanto, que
cubría casi todo su cuerpo.
Sus primeros años fueron los más difíciles a causa del
ataque de los demonios. Al principio, llegaban a su cueva queriendo obligarlo a
salir de la misma. En algunos casos, tomaron apariencia de soldados que lo
llamaban de nuevo a la guerra. En otros casos, de feroces fieras que querían
despedazarlo. Sin embargo, cuando ello acontecía, el monje se volvía hacia la
ferviente oración a Cristo y a la Theotokos.
En medio de dicha paz espiritual, los demonios se desvanecían frente a
la entrada de su caverna.
Los demonios, optaron entonces por engañar al solitario
monje. En una ocasión, llego a la puerta de su caverna un “joven” proveniente de su tierra natal,
pidiendo que abandonara el lugar y regresara a su propia casa. El dolor le
llegara muy profundo al monje cuyos ojos se cubrirán de lágrimas, sin embargo,
sin dudar respondió al visitante: “Hasta aquí me ha conducido el Señor y la
Santísima Madre de Dios, y sin su permiso, no saldré de aquí”. Al escuchar la respuesta el demonio,
desapareció.
En otra oportunidad, el ardid, fue más profundo: fue un
“ángel” quién se hace presente en su morada, diciéndole al monje que Dios le
había enviado para avisarle que era tiempo de salir de su eremita y viajar por
el mundo para guiar a las personas que necesitaban dejar el pecado. Sin
embargo, el asceta no se dejó amedrentar: sin la autorización de la Madre de
Dios, el no abandonaría su eremita. El demonio molesto, abandono la morada del
Santo y la Santa Montaña.
VII – MANA DEL CIELO
La Madre de Dios se apareció al monje Pedro en un sueño
junto con San Nicolás y le dijo al valiente ermitaño que cada 40 días un
ángel le traería el maná celestial. A partir de entonces, el monje Pedro ayunó
durante 40 días, y al cuadragésimo día se fortaleció con el maná celestial,
recibiendo fuerzas para continuar la abstinencia durante cuarenta días más.
VIII – SAN PEDRO Y EL CAZADOR
Una vez, un cazador que perseguía un ciervo se topó con el
ermitaño y llevase un gran al ver su casi ausencia de ropaje y su larga
barba. Se asustó y estuvo a punto de
huir. El monje Pedro sin embargo, salió
a su encuentro y lo tranquilizó. Luego, reunidos en su eremita, le relatará al
cazador su vida de aventuras y su llegada al Monte Athos.
El cazador, maravillado con la historia del monje, pidió
permiso para quedarse con él, pero el santo consideró que no era el tiempo de
esa persona de dejar el mundo para acompañarlo.
Le despidió diciéndole que regresara luego de un año, pidiéndole que no
contara a nadie de su existencia.
Un año transcurrió, y el cazador regresó. Lo acompañaba su
hermano quién se encontraba afligido por un demonio, y junto con varios
compañeros más. Cuando entraron en la
cueva del monje Pedro, vieron que ya había reposado ante Dios. Corría el año del Señor del 734
El cazador, entre amargos sollozos, contó a sus acompañantes
la vida del monje Pedro, y su hermano, quien estuvo atento a todo el relato,
con sólo tocar el cuerpo del santo, recibió la liberación.
IX – RELIQUIAS
Las santas reliquias del Monje Pedro, se encontraban en el Monte Athos, en el
monasterio de San Clemente.
Durante el período iconoclasta las reliquias fueron
escondidas y en el año 969 fueron trasladadas a la aldea tracia de
Photokami.
X – LA ORACIÓN
Al nombre del monje Pedro de Athos se une el sagrado testimonio
de la Madre de Dios sobre su presencia terrenal, en el Santo Monte Athos, que
aún hoy sigue vigente:
"Que haya paz en el Monte Athos, porque esto le es
concedido. Yo por Mi Hijo y Dios, dados
a Mí, en donde sean separados de los susurros mundanos y reúnan a los
espirituales en el poder de sus hazañas, con fe y amor en el alma invocando Mi
Nombre, para luego pasar su vida terrenal sin dolores en alma , y para que sus
obras que agradan a Dios reciban la vida eterna; porque amo mucho este lugar, y
deseo en él el crecimiento del número de monjes; y quienes posean la
misericordia de Mi Hijo y de Dios como monjes nunca serán destruidos; y si
ellos observan los mandamientos salvadores, yo
los haré expandirse sobre la Montaña al sur y al norte, y la poseerán
desde el mundo hasta el fin del mundo, y haré digno de alabanza su nombre en
todo bajo el sol, y así defender a
aquellos que allí con paciencia ascética ayunan".
Compilación: Patriarcal Ateneo San Marcos