martes, 25 de junio de 2024

El Monje Pedro de Athos

 

EL MONJE PEDRO DE ATHOS

25 de junio de 2024 / 12 de junio de 2024 – Calendario Eclesiástico

 

I – PRIMEROS AÑOS

 

El monje Pedro de Athos, griego de nacimiento, sirvió como soldado en los ejércitos imperiales del Imperio Romano de Oriente y vivió en ese tiempo en la capital, Constantinopla. 

 

Corría el año 667, y lo encontramos a Pedro junto a las legiones romanas combatiendo en la región de Siria  contra el Califato Omeya, el quinto imperio más grande que habría en la historia, con la ciudad capital de Damasco surgido en el año 661 de la era Cristiana.

 

San Pedro fue hecho prisionero y encerrado en una fortaleza en la ciudad de Samara, a orillas del río Éufrates.

 

II – EN LA PRISIÓN

 

En el tiempo que le toco vivir en prisión, bajo las duras condiciones de salud e higiene, trato de no caer en la desesperación. Comenzó un combate espiritual donde primero reflexionó sobre su vida, sus errores, y de la falta que tuvo de no tener presente a Dios en sus decisiones.

Recordó en su adolescencia en Constantinopla, ver a las iglesias y Monasterios, y sus monjes celebrando con sus cantos y escuchando las proezas de los mártires y santos. Recordó que quiso ser uno de ellos.

 

De esta manera, comenzará a olvidar las penurias y a vivir como un monje, donde justamente, todas las carencias que vivió en prisión, eran una ayuda para vivir bajo un ayuno estricto y en acompañamiento de la oración.

 

III – LA ORACIÓN A SAN NICOLAS EL TAUMATURGO y SAN SIMEÓN EL RECEPTOR DE DIOS

 

En la prisión, gran parte de sus oraciones fueron dirigidas a San Nicolás el Taumaturgo (siglo IV), quién durante la feroz persecución contra los cristianos de Diocleciano (284-305), el santo fue encarcelado y fue ejemplo para muchos cristianos que sufrieron como él de la prisión y las torturas, por no hacer apostasía de la fe en Cristo. Llego al poco tiempo el Emperador Constantino al poder, y San Nicolás y sus hermanos de fe, fueron liberados de las prisiones.

 

Así fue que, San Nicolás se apareció en los sueños de Pedro y le aconsejo que su oración y pensamiento se vuelquen sobre San Simeón, el Justo, el Receptor de Dios. ¿Por qué? Ningún ser humano en la tierra, decidió vivir tanto para poder ver llegar a Cristo al mundo, ya que, habiendo sido convocado como judío a Egipto por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, para realizar una traducción del Antiguo Testamento al griego (la futura septuaginta), se encontró en el mismo la profecía del nacimiento del mesías por una virgen  (Is 7,14).

 

Sin Simeón, se cree que vivió más de 360 años para que un día estando él presente, arribara al templo, luego de los 40 días de su nacimiento, el niño Jesús, acompañado de José y María. Ahí, San Simeón proclamará las históricas palabras que en nuestras Liturgias se proclama siglo tras siglo: “Señor, ahora dejas partir en paz a tu siervo, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación…”

 

San Pedro, en la prisión, rezaba para aprender de San Nicolás, su fuerza espiritual para soportar todas las injusticias de su encarcelamiento, y de San Simeón, que ninguna espera es corta, cuando se tiene la esperanza fuerte.

Aconteció que en medio de sus sueños, se presentó en su celda San Simeón, y con su bastón tocaría sus cadenas y estas se derretirían. Pedro despertó y descubrió que no era un sueño. También, las puertas de la prisión estaban abiertas y él pudo salir a la libertad.

 

IV – EL CAMINO A ROMA Y EL SUEÑO DEL PAPA

 

Durante su camino a la libertad, San Nicolás lo acompañaría, saliendo de las tierras ocupadas por el islam, pasando por los límites del imperio de Bizancio, pero su camino conducía a Roma, para cumplir la promesa que le dio a sus santos: asumir la vida monástica, frente a la tumba del Apóstol Pedro.

 

Pero San Nicolás fue aún más allá: se le aparecerá en sueños al Papa de Roma, a quien le relatara la huida de la cárcel de Samara, y el largo peregrinaje a Roma. Así fue que el Papa, al acudir a los Servicios Divinos, buscó en medio de la multitud a Pedro, y lo reconoció al instante, y clamó: “Pedro, tú que has venido de tierras lejanas y a quién San Nicolás liberó de la prisión en Samara, ven a mí”.

 

De esta manera, el Papa tonsurará monje a Pedro ante la tumba del Apóstol. El Papa mismo le enseñara las reglas de la vida monástica y lo tendrá a su lado un tiempo, hasta que estuviera listo para continuar su peregrinaje.

 

V – ATHOS: EL CAMINO QUE LE MARCO LA THETOKOS

 

Luego de permanecer un tiempo junto al Papa de Roma, inicia una travesía hacia el Este, retornando al interior del Imperio Bizantino.

 

En un momento del viaje, desembarcaron en un lugar, donde unos habitantes, también navieros del lugar, le pidieron acercarse a una casa donde una peste había afectado a varias personas. San Pedro oro por ellos y lograron sanarse, para luego marchar nuestro santo retornar al barco y continuar la travesía.

 

Durante el viaje, en sus sueños se hace presente la Santísima Madre de Dios, quién con ternura le hablará de un lugar especial donde irá a vivir por el resto de su vida. Así fue que, a los pocos días, el barco al navegar cerca del Monte Athos, detuvo su marcha por sí solo. Ese fue el año del Señor del 681, trescientos años antes de que San Athanasios de Athos, por el 950, iniciara su vida eremítica en la Montaña Sagrada, y la construcción del primer monasterio.

 

VI –LA THEOTOKOS COMO ESCUDO DEL MONJE

 

El monje Pedro, vivió durante 53 años en una cueva del Monte Athos. Apenas lo envolvía algo de ropa y su barba había crecido tanto, que cubría casi todo su cuerpo.

 

Sus primeros años fueron los más difíciles a causa del ataque de los demonios. Al principio, llegaban a su cueva queriendo obligarlo a salir de la misma. En algunos casos, tomaron apariencia de soldados que lo llamaban de nuevo a la guerra. En otros casos, de feroces fieras que querían despedazarlo. Sin embargo, cuando ello acontecía, el monje se volvía hacia la ferviente oración a Cristo y a la Theotokos.  En medio de dicha paz espiritual, los demonios se desvanecían frente a la entrada de su caverna.

 

Los demonios, optaron entonces por engañar al solitario monje. En una ocasión, llego a la puerta de su caverna un  “joven” proveniente de su tierra natal, pidiendo que abandonara el lugar y regresara a su propia casa. El dolor le llegara muy profundo al monje cuyos ojos se cubrirán de lágrimas, sin embargo, sin dudar respondió al visitante: “Hasta aquí me ha conducido el Señor y la Santísima Madre de Dios, y sin su permiso, no saldré de aquí”.  Al escuchar la respuesta el demonio, desapareció.

 

En otra oportunidad, el ardid, fue más profundo: fue un “ángel” quién se hace presente en su morada, diciéndole al monje que Dios le había enviado para avisarle que era tiempo de salir de su eremita y viajar por el mundo para guiar a las personas que necesitaban dejar el pecado. Sin embargo, el asceta no se dejó amedrentar: sin la autorización de la Madre de Dios, el no abandonaría su eremita. El demonio molesto, abandono la morada del Santo y la Santa Montaña.

 

VII – MANA DEL CIELO

 

La Madre de Dios se apareció al monje Pedro en un sueño junto con San Nicolás y le dijo al valiente ermitaño que cada 40 días un ángel  le traería el maná celestial.  A partir de entonces, el monje Pedro ayunó durante 40 días, y al cuadragésimo día se fortaleció con el maná celestial, recibiendo fuerzas para continuar la abstinencia durante cuarenta días más.

 

VIII – SAN PEDRO Y EL CAZADOR

 

Una vez, un cazador que perseguía un ciervo se topó con el ermitaño y llevase un gran al ver su casi ausencia de ropaje y su larga barba.  Se asustó y estuvo a punto de huir.  El monje Pedro sin embargo, salió a su encuentro y lo tranquilizó. Luego, reunidos en su eremita, le relatará al cazador su vida de aventuras y su llegada al Monte Athos.  

 

El cazador, maravillado con la historia del monje, pidió permiso para quedarse con él, pero el santo consideró que no era el tiempo de esa persona de dejar el mundo para acompañarlo.  Le despidió diciéndole que regresara luego de un año, pidiéndole que no contara a nadie de su existencia.

 

Un año transcurrió, y el cazador regresó. Lo acompañaba su hermano quién se encontraba afligido por un demonio, y junto con varios compañeros más.  Cuando entraron en la cueva del monje Pedro, vieron que ya había reposado ante Dios.  Corría el año del Señor del 734

El cazador, entre amargos sollozos, contó a sus acompañantes la vida del monje Pedro, y su hermano, quien estuvo atento a todo el relato, con sólo tocar el cuerpo del santo, recibió la liberación. 

 

IX – RELIQUIAS

 

Las santas reliquias del Monje Pedro,  se encontraban en el Monte Athos, en el monasterio de San Clemente. 

 

Durante el período iconoclasta las reliquias fueron escondidas y en el año 969 fueron trasladadas a la aldea tracia de Photokami. 

 

X – LA ORACIÓN

 

Al nombre del monje Pedro de Athos se une el sagrado testimonio de la Madre de Dios sobre su presencia terrenal, en el Santo Monte Athos, que aún hoy sigue vigente:

 

"Que haya paz en el Monte Athos, porque esto le es concedido.  Yo por Mi Hijo y Dios, dados a Mí, en donde sean separados de los susurros mundanos y reúnan a los espirituales en el poder de sus hazañas, con fe y amor en el alma invocando Mi Nombre, para luego pasar su vida terrenal sin dolores en alma , y para que sus obras que agradan a Dios reciban la vida eterna; porque amo mucho este lugar, y deseo en él el crecimiento del número de monjes; y quienes posean la misericordia de Mi Hijo y de Dios como monjes nunca serán destruidos; y si ellos observan los mandamientos salvadores, yo  los haré expandirse sobre la Montaña al sur y al norte, y la poseerán desde el mundo hasta el fin del mundo, y haré digno de alabanza su nombre en todo bajo el sol,  y así defender a aquellos que allí con paciencia ascética ayunan".

 

Compilación: Patriarcal Ateneo San Marcos