sábado, 11 de febrero de 2012

En el nombre de JesuCristo!

EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO!


Icono - Pantocrator


"El nombre de Jesús es un instrumento, un método de transfiguración. Pronunciado por nosotros, nos ayuda a transfigurar (sin ninguna confusión panteísta) el mundo entero en JesuCristo. Esto incluye también, a la naturaleza inanimada.

El universo material –que no es sólo el símbolo visible de la invisible belleza divina- que se esfuerza gimiendo hacia Cristo y al que un movimiento misterioso eleva en su devenir hacia el Pan y el Vino de la salvación, ese universo murmura secretamente el nombre de Jesús “…las mismas piedras gritarán…” (Lc. 19,40). Pertenece, pues, al ministerio sacerdotal de cada cristiano expresar esta aspiración, pronunciar el nombre de Jesús sobre los elementos de la naturaleza, las piedras y los árboles, las flores y los frutos, la montaña y el mar, dar su cumplimiento en el secreto de las cosas, aportar la respuesta a esta larga, muda e incosciente espera.

Podemos también transfigurar el mundo animal. Jesús que proclamó que ningún pájaro ha sido olvidado por el Padre, y que permaneció en el desierto “con los animales” (Mc. 1, 13) no ha dejado a las bestias fuera de su bondad y de su influencia. Como Adán en el paraíso, tenemos que dar un nombre a todos los animales; cualquiera sea el nombre que la ciencia les dé, invocaremos sobre cada uno de ellos el nombre de Jesús, devolviéndoles así su dignidad positiva que tan a menudo olvidamos, recordando que fueron creados y amados por el Padre en Jesús y por Jesús.

Dar un nombre, dar un cuidado, hacerlos parte de nuestras vidas. Son manifestación del amor que pueden dar incondicionalmente, como el que el Hombre debe aprender para con Nuestro Señor JesuCristo.

"Sofia"y "Oso" de la Comunidad Ortodoxa San Pacomio - Centro Agro-Ecológico - Almirante Brown - Provincia de Buenos Aires - Argentina


Pero es sobre todo en relación a los hombres que el nombre de Jesús nos ayuda a ejercer un ministerio de transfiguración. Jesús, que después de la resurrección quiso aparecer varias veces ante los suyos “bajo una forma diferente” (Mc. 16,12), -el viajero desconocido sobre la ruta de Emaús, el jardinero próximo a la tumba, el extranjero de pié sobre la ribera del lago- continúa encontrándonos, velado, en nuestra vida cotidiana y enfrentándonos con ese aspecto tan importante de su presencia: su presencia en el Hombre. Lo que hagamos en bien del menor de nuestros hermanos es a él que lo hacemos.

Tras los rasgos de los hombres y las mujeres podemos, por los ojos de la Fe y del Amor, ver el rostro del Señor; es inclinándonos hacia la angustia de los pobres, de los enfermos, de los pecadores, de todos los hombres como podemos colocar nuestro dedo sobre la marca de los clavos, hundir nuestra mano en el costado atravesado por la Lanza, adquirir la convicción personal de la resurrección y de la presencia real (sin confusión de esencia) de JesuCristo en su cuerpo místico, y decir con Tomás: “Mi Señor y mi Dios!” (Juan, 20,28).

El nombre de Jesús es un medio concreto y poderoso para transformar a los hombres en su mas profunda y divina realidad. A esos hombres y esas mujeres que cruzamos en la calle, la fabrica, la oficina, y sobre todo aquellos que nos parecen irritantes y antipáticos. Vayamos, pues, hacia ellos con el nombre de Jesús en nuestro corazón y sobre nuestros labios, pronunciemos silenciosamente sobre ellos ese nombre (que es su verdadero nombre); nombrémosles con ese nombre en un espíritu de adoración y servicio.

Consagrémonos a ellos de una manera práctica, si es posible, o al menos por una aspiración interior, pues es a JesuCristo a quién en ellos podemos consagrarnos. Por el reconocimiento y la adoración silenciosa de Jesús, aprisionado en el pecador, en el criminal, en la prostituta, liberaremos en cierto modo a esos pobres carceleros y a nuestro Maestro.

Si vemos a Jesús en cada hombre, si decimos “Jesús” por cada hombre, iremos por el mundo con una visión nueva y con un don nuevo de nuestro propio corazón. Podemos así (en tanto Él está en nosotros) transformar al mundo y hacer nuestra la palabra de Jacob a su hermano: “He visto tu rostro y es como si hubiese visto el rostro de Dios” (Gen. 33,10).

"La Oración del Corazón"
Un monje de la Iglesia de Oriente


Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el extranjero (IOBE)
American Orthodox Catholic Church (AOCC)
Archieparquía de la República Argentina

2 comentarios:

  1. San Simeón nos enseñó que mediante el Nombre de Jesús, la humanidad puede llegar a divinizarse, así como la Divinidad se encarnó humanizándose.

    El Nombre de Jesús, conecta el interior de las personas con el Misterio Divino y transfigura no sólo nuestra imagen, sino nuestra relación con las demás personas, con la creación y con quien es el Origen de todo.

    Gracias por este artículo. +Julio.

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  2. Gracias Padre por vuestro comentario. Explorar la sabiduría que emana de la Tradición Cristiana, nos ayuda a explorar mas profundamente la Sagrada Escritura y descubrir ese camino que usted marca.

    Un abrazo en Cristo,
    +Teofano

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