EL
PECADO
Pavel Florenski
El pecado es en sí mismo inestabilidad. La unidad
de la impureza es ficticia, y el carácter ilusorio de esta pseudo-unidad se
pone de manifiesto en cuanto se ve obligada a permanecer cara a cara ante el
Bien. Lo Impuro es uno en tanto en cuanto no está presente lo Puro, pero basta
con un solo acercamiento de lo Puro para verse despojado de su máscara de
unidad. Esta descomposición de lo impuro y esta auto-desintegración de las “fuerzas
nauseabundas” aparecen claramente delineadas en el relato de la curación del
endemoniado de Gadara, poseído por lo
impuro. Merece atención el modo como el número singular de la fuerza impura
se cambia bruscamente al plural una vez que el Señor Jesús le interroga sobre
su nombre, es decir, sobre su esencia escondida. (…)
Jesucristo no conversa con el endemoniado mismo,
sino con aquello que le habita, con la fuerza impura. Este poder es un único espíritu impuro, que se muestra
como uno y habla de sí mismo como de
un individuo. Pero bastó con que el Señor le interrogara sobre su nombre,
deseando que esta impureza manifestase su esencia verdadera, para que se
escindiera en una multitud indefinida de espíritus también impuros, porque en
el texto, “legión” significa precisamente “multiplicidad infinita”, “innumerable”,
“multitud indefinida”. (…) *
De este modo precisamente se realiza en general la
expulsión del espíritu impuro. La oración se realiza en general la expulsión
del espíritu impuro. La oración de exorcismo en el nombre del Señor obliga a la
persona ilusoria a descomponerse en fragmentos, en una “legión” de estados
demoníacos, cada uno de los cuales se considera de nuevo a sí mismo como
persona; el exorcismo denuncia la falsedad de aquella unidad que pretende
fundarse no sobre la uni-substancialidad de la Santísima Trinidad sino sobre la
semejanza de substancia, mentalidad ésta en la que se apoya la afirmación de
sí.
Ésta es la naturaleza inestable, húmeda y pútrida
del pecado (…).
* Ver Lucas 8:26-39
Pavel
Florenski
“La columna y el fundamento de la verdad” –
Carta Séptima
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