lunes, 9 de junio de 2025

PENTECOSTES - Fuego del Espiritu Santo que transforma y no Consume

 

PENTECOSTÉS

Fuego del Espíritu que Transforma y no Consume

08 de junio de 2025/ 26 de mayo de 2025 - Calendario Eclesiástico 



Hermanos, ¿se han puesto a pensar qué debió sentir aquel grupo de discípulos en el Cenáculo? Imagínenlos: cincuenta días después de la Resurrección, con el corazón aún dando vueltas entre la alegría de ver a Cristo vivo y el vacío de su Ascensión. "Quédense en Jerusalén", les había dicho (Lc 24:49). Y allí estaban, esperando, aunque quizás sin saber exactamente qué. 

Y entonces, sucedió, el Viento que Barrió el Miedo, así de pronto, sin aviso, vino del cielo un ruido como de un viento impetuoso (Hch 2:2). ¡Qué descripción más elocuente! No dice "un viento suave", sino un estruendo que sacudió hasta las paredes. San Juan Crisóstomo lo explica con esa claridad que lo caracteriza: No fue solo sonido, sino fuerza divina que arrancó de raíz su temor (Homilías sobre los Hechos). 

Un detalle que estremece, ese mismo viento, pneuma en griego, que significa tanto "viento" como "espíritu", había aleteado sobre las aguas del Génesis (Gn 1:2). El mismo Dios que ordenó el caos primigenio, ahora venía a ordenar el caos de nuestros corazones. 

Y llegaron las Lenguas de Fuego, pero ¿Por qué Fuego? Aquí sucede algo hermoso, el Espíritu no se aparece como paloma, como en el Bautismo de Cristo, sino como lenguas, y esto no representa una mera casualidad, San Gregorio de Nisa lo dice mejor, El fuego que no consume es el amor que diviniza (Sobre el Espíritu Santo). 

Lo podemos percibir en la cotidianidad, ¿Han visto cómo una llama puede fundir metales duros pero también calentar sin quemar? Así obra el Espíritu, derrite nuestro orgullo, ¡Y mira cuánto falta!, pero acuna nuestra fragilidad. 

El Milagro de las Lenguas, la Iglesia se vuelve la Anti-Babel, aquello de que cada uno los oía "en su propio idioma" (Hch 2:6) no fue un truco lingüístico. Era el deshacer de Babel. Mientras en Génesis la soberbia dividió, aquí la humildad unió. Vladimir Lossky, grande de la teología ortodoxa, lo resume así: Pentecostés es la respuesta a Babel: no uniformidad, sino unidad en la diversidad (Ensayo sobre la teología mística). 

Sin embargo, se presenta una paradoja preciosa, los apóstoles no hablaban en "lengua angelical", sino en dialectos humanos. El cielo se encarnaba, una vez más, en lo terrenal.  Cabe preguntarnos, hoy ¿Dónde Está Nuestro Pentecostés? Algunos piensan que fue un evento del pasado,  ¡Terrible error! Lo vivimos cada vez que un sacerdote invoca ¡Ven, Espíritu Santo! en la Divina Liturgia, un padre de familia reza con lágrimas por un hijo descarriado, cuando tú, en tu rincón oscuro, susurras Señor, ten piedad sin saber cómo seguir. ¡Ahí está ocurriendo! Como decía el anciano Paisios del Monte Athos, El Cenáculo no era un lugar, sino el corazón vacío de sí mismo que esperaba ser llenado. 

El Espíritu Santo es Fuego que no se Apaga, queridos hermanos, Pentecostés no es solo una fiesta del calendario, es la prueba irrefutable de que Dios no nos dejó huérfanos (Jn 14:18). El Espíritu sigue aquí, en este mismo instante, buscando corazones que sean cenáculos: no perfectos, sino disponibles. 

Así como una vela que titubea junto al ícono en nuestro altar, como hijos pequeños cuando no logran ver a sus padres, así somos nosotros, frágiles, pero con una llama interior que nadie puede apagar. Porque no es nuestra. Es Suya, es la llama de nuestro Padre, el Dios altísimo que vela por sus pequeños. 

Gloria a Dios en las alturas, que por su Espíritu nos hace capaces de lo imposible.

Amén...

 

El más indigno de tus servidores, Padre Gregorio

Iglesia Ortodoxa Eslava de América - Venezuela

jueves, 5 de junio de 2025

El elegido de los Cielos - A 1.700 años del Concilio de Nicea

 

EL ELEGIDO DE LOS CIELOS

A 1700 AÑOS DEL CONCILIO DE NICEA


Nos refiere la tradición cristiana que, cuando el Emperador Constantino se hizo presente en el lugar donde se estaba proyectando erigir la nueva capital del ImperIo Romano, este elevará sus ojos a los cielos y le preguntará al Señor:

 

“¿Cuándo vas a detenerte, Señor?”

 

A lo que recibe la siguiente respuesta:

“Cuando se detenga el que marcha delante de mí”. (1)

 

 


 Icono – San Constantino el Grande

 

 

I - PRIMEROS SIGLOS

 

Con el nacimiento de Cristo, el mundo cambio. Nada ha vuelto a ser igual desde entonces. La historia de la humanidad, a los ojos de los profetas del Antiguo y Nuevo Testamento, iniciará un camino donde se confundirá el progreso espiritual por el progreso material. Para justamente evitar entender la crisis que se vive y que fuera preanunciada, el mundo ha decidido optar por la ceguera y apartarse, tomando distancia de los púlpitos de las Iglesias que les marcaban el ERROR.

Lo cierto es que, el MUNDO CAIDO, no esperaba a nuestro Señor Jesucristo. Esta primera reacción surge desde las sinagogas, caídas en la herejía del QUILIASMO (2), iniciándose la persecución de los cristianos. Al poco tiempo, las persecuciones persistirían, pero esta esta vez, de la mano del Imperio Romano Pagano.  

En ese tiempo de persecuciones, hubo dos tipos de expresiones del cristianismo, por decirlo de alguna manera y a los fines pedagógicos del presente escrito, que se fueron modelando en una necesaria interacción: el primero, representado por San Pablo, que, con su GUÍA ESPIRITUAL, mantendrá unidas a las comunidades cristianas de los problemas internos, a través de consejos, enseñanzas, vivencias, que, bajo la Luz del ESPÍRITU SANTO, marcarán al CRISTIANISMO en su inicio y para toda la eternidad. El segundo, es la organización interna, que ya se vislumbraba como una necesidad en cartas como la del Papa Clemente de Roma, 3er. Sucesor de San Pedro, que gobernó la Iglesia de Roma entre el año 93 y el 101. A dicho Papa se le debe la EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS, uno de los primeros documentos papales que llegan al presente, quien, versado en la cultura y pensamiento helénico, habla de una universalidad, una fusión, un espíritu común (sympneo) entre la Polis griega y el cristianismo; pero también la necesidad de una DISCIPLINA y un orden público de la Iglesia Cristiana (3). Para ejemplificar sobre la necesidad de una disciplina y jerarquía, utiliza comparaciones con las legiones del ejército romano:

“Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cincuenta, etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes”. (4) 

 

II - EL CAMINO SINODAL

 

Esta necesitad de organización interna de los cristianos no fue algo fácil. Siendo una religión perseguida, se dificultaba lograr acuerdos entre comunidades cristianas ubicadas en regiones muy distantes entre sí.

¿Cómo se denominaban los encuentros entre comunidades cristianas, con el objeto de organizar la Iglesia?  Hablaremos en este pasaje del trabajo de un término muy importante para el desarrollo de la Iglesia Ortodoxa: el SINODO; palabra proveniente del griego  “sun-odos” cuyo significado es “caminar juntos”, lo cual, bajo la guía del ESPÍRITU SANTO, la ekklesia (termino que evoca la asamblea de los ciudadanos de la Polis griega) inicia su proceso de organización. 

Se considera el primer sínodo de la cristiandad al Concilio de Jerusalén (Hechos 15, 2-35) realizado entre el año 48 y 50 de la era cristiana, donde recibieron a San Pablo y a San Bernabé para dialogar sobre aquellas costumbres judías que deberían ser dejadas de lado en la difusión del Evangelio a nuevos pueblos.

Con el tiempo, el SINODO sería una reunión deliberativa donde los participantes principales debían ser los Obispos de la Cristiandad (Canon Apostólico 34), aunque habría excepciones con algunos miembros del clero y por, sobre todo, con algunos fieles. Asimismo, se debe diferenciar un sínodo regional o local (afecta a una iglesia cristiana en particular) de uno general (participación de varios patriarcados). En este segundo caso, ya estamos hablando de un CONCILIO. En dichos sínodos, aunque esté presente la autoridad principal de la Iglesia, la misma no tiene autoridad sobre el Sínodo convocado, pero tampoco está excluido de él.

Para fines del siglo III, los cristianos carecían de una unidad litúrgica y teológica. Como hemos dicho, esto se debe a causa de las persecuciones y la falta de oportunidades para organizar un sínodo de carácter universal para todos los cristianos. Sin embargo, eso no impidió que el CRISTIANISMO cumpliera con el mandato de Nuestro Señor Jesucristo. A pesar de la falta de unidad, las conversiones se daban en todos los rincones del Imperio Romano y en naciones fronterizas. 

 

III - LA CONQUISTA ESPIRITUAL DE UN IMPERIO

 

El nacimiento de Cristo y posterior expansión del Evangelio, aconteció en uno de los momentos cumbres del desarrollo político de la historia de Roma: la instauración del IMPERIO.

Nuestro Señor Jesucristo vive parte de su vida bajo el reinado del primer Emperador de Roma, Caesar Augustus (año 27 a.C. al 17 d.C.). En esos primeros siglos, a Roma le costará encontrar estabilidad luego de la muerte del emperador Augusto. Emperadores como Calígula, Nerón, Galba, Oton, etc., empañaron la joven institución del imperio, representando una crisis que trascendería en tanto preanuncio de una crisis espiritual mayor que afectaría la soberanía del poder romano sobre los territorios conquistados.

Sin embargo, hubo periodos de relativa paz, comprendido entre el año 96 (ascenso el Emperador Marcus Cocceius Nerva) hasta el año 180 (fallecimiento del Emperador Marco Aurelio), donde el cristianismo tuvo la posibilidad de expandirse casi sin oposición, más allá de algunas campañas persecutorias hacia los cristianos en diversas etapas de la corta historia del impero romano pagano.

El EVANGELIO comenzó su difusión en Palestina, pasando a Siria, Alejandría, Grecia y llegaría a Roma. Esta comunidad en constante crecimiento a pesar de las persecuciones, iba creciendo en paralelo al ideal imperial de Roma.

La comunidad cristiana se fundaba en la FE y en la PALABRA, que los evangelios iban transmitiendo de ciudad a ciudad. Surgirá la necesidad de que nazca una COMUNIDAD independiente de lazos de sangre (judaísmo) y de los lazos políticos (Roma). Este desarrollo comunitario es el que provocaría los choques con las autoridades del Imperio Romano. Como hemos dicho anteriormente, comienza a manifestarse un cristianismo bajo una cosmovisión helénica, donde su modelo social era la Polis Cristiana, una simbiosis, entre el mundo griego y el mundo cristiano.

La estructura del Imperio Romano, fuertemente jerárquica como las antiguas civilizaciones, tenía en su cúpula al Emperador, y sus nobles (Patricios), continuándole una inmensa base de plebeyos, pueblos conquistados y esclavos. El Cristianismo venía a traer un nuevo ideal de HOMBRE, donde su reino no era “de este mundo” (Juan 18:36), por lo que planteaba una moral y conducta alejada de las ideas heroicas de los mitos greco-romanos. El CRISTIANISMO, por lo tanto, no ingresó por la CUPULA del Imperio Romano, sino por sus BASES.

 


Se suele decir, hasta despectivamente, que el cristianismo fue una religión de “esclavos” como expreso popularmente el filósofo alemán Friederich NIetzche (1844-1900) en su obra “Genealogía de la Moral”. Aunque este punto no se puede negar, sin embargo, el cristianismo comienza a difundirse bajo los pueblos conquistados por el Imperio Romano, como fue el caso del pueblo hebreo, y pueblos paganos de Palestina, Siria y Egipto. O sea, entre los primeros cristianos, no había exclusivamente esclavos, sino también ciudadanos de las más bajas escalas sociales del Imperio Romano. Sin embargo, paulatinamente ira conquistando el Cristianismo nuevos sectores del imperio, letrados e iletrados, ricos y pobres, militares y comerciantes.  Líricamente se suele decir que el cristianismo conquisto las bases del impero romano hasta llegar finalmente el emperador, el último en convertirse, que en este caso sería Constantino el Grande que, en el 313, legalizará el cristianismo dentro de las fronteras del Imperio, y posteriormente, se asumirá al Cristianismo como religión oficial del Impero Romano bajo Teodosio el Grande en el año 380. (5)

Para Constantino, los cristianos, en su tenaz resistencia habían demostrado la verdad de su religión, y él mismo había sido elegido por Dios para luchar por la fe. Este es citado en la obra de Eusebio de Cesárea: “Por eso te ruego, no sin causa, Señor del Mundo, santo Dios, ya que bajo Tú dirección he comenzado y cumplido gestas libertadoras. Con Tú signo al frente, conduje los ejércitos a gloriosas victorias, y si el bien de la patria lo requiere una vez más, saldré contra los enemigos con la misma insignia de Tu poder” (6)

 

IV - EL CAMINO AL CONCILIO DE NICEA

 

Una vez unificado el imperio bajo Constantino, este comenzó a brindar cargos políticos y militares a cristianos, y comenzará a rodearse de obispos para conocer la realidad del Cristianismo de su tiempo. Ahí notará dos problemas: 1) los paganos, solo conocían del cristianismo lo que sus enemigos y detractores difundían; y 2) el cristianismo, en su forma organizativa, era anárquica, y ello traía aparejado la existencia de diferencias en el desarrollo del culto y en las creencias teológicas.

En este tiempo, confrontaban el judeo-cristianismo con el heleno-cristianismo, dos cosmovisiones filosóficas, culturales y lingüísticas muy diferentes.   Surgían también  escuelas de formación como la alejandrina y la antioquena, que indagaban sobre cuestiones esenciales como la Santísima Trinidad, y acerca de la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo. La doctrina de Arrio de Alejandría y de Meletio de Licópolis (Egipto), mas algunos movimientos gnósticos, iban generando dolorosos cismas que, de alguna manera, exigía que los obispos debían tomar decisiones de carácter universal para todos los Cristianos.

Habiéndose previamente celebrado algunos sínodos, los resultados no fueron del todo positivos.  Frente a dicha situación, el Emperador Constantino decidió timonear la  crisis, convocando para el año 325, un concilio en la ciudad de Nicea, cercana al lugar suyo de residencia, Nicodemia.  Ofrecerá todas las comodidades a los participantes del sínodo, unos 318 obispos (7) de toda la ecúmene cristiana. 

Sobre la importancia del Concilio de Nicea, nos dice el historiador alemán Joseph Vogt (1895-1986) especializado en la historia del Imperio Romano, lo siguiente:

“Era una reunión como la humanidad antigua no había visto jamás; hombres que habían sufrido gravemente en los años de persecución, y hasta mutilados por ella, manifestaban con su presencia el cambio de los tiempos y la disposición de la Iglesia para acoger al mundo antiguo, en un momento fructífero, en el orden de la salvación” (8)

Tomando el modelo del Senado Romano, un obispo presidia la reunión como mediador y facilitador de los temas a abordar y en el caso del Emperador Constantino que se hizo presente en el Concilio, se adjudicó el derecho de intervenir según su buen parecer.

 

 

V - EL CREDO

 

Icono – San Constantino sosteniendo la Iglesia en sus manos protectoras.

 

Han transcurrido 1.700 años de la celebración del Concilio de Nicea, considerado por algunos “cristianos” como un acontecimiento nefasto en tanto sería el responsable de la edificación de una iglesia “monárquica”, tergiversadora del “cristianismo primitivo”, y creadora de dogmas ajenos al Evangelio; siendo este un sintético resumen de los innumerables cuestionamientos a la figura del Emperador Constantino.

Por el contrario, la IGLESIA ORTODOXA ha elevado a los altares a San Constantino el Grande y a su madre Santa Helena (250-330). Constantino es quién pondrá las bases para que los cristianos en la tierra, logren crear aquella COMUNIDAD CRISTIANA que pensaba el Papa Clemente, mirando con ojos helénicos el milagro de la Cristiandad; el milagro de estar dentro de una barca unidos en el camino hacia la eternidad.

Constantino  le brindará a la Cristiandad, más de 12 siglos donde un Emperador será el protector de la Iglesia, brindando un “paraguas” de resguardo frente a los enemigos de la Iglesia.  Ciertamente, esos 12 siglos de la existencia del Imperio Romano de Oriente, no fueron perfectos, pero dentro de ese marco, el ESPÍRITU SANTO pudo obrar sobre príncipes y obispos para definir los Dogmas de Fe de la ORTODOXA, convirtiendo al Imperio en un PONTIFEX, en un “hacedor de puentes” entre este mundo imperfecto con el de la ETERNIDAD, el Reino anunciado por Cristo.  Su modelo político/religioso tendrá sus continuadores como en la Rusia de los Zares, que se consideraba a sí misma la “Tercera Roma”.

Como habíamos dicho en el punto anterior, uno de los temas principales del Concilio de Nicea y de otros que le continuarían, era el problema de las herejías, esto es: los errores doctrinarios que debían rectificarse para lograr definir la RECTA DOCTRINA CRISTIANA.  Sin embargo, el otro punto, precisa que nos detengamos con mayor énfasis:

Un problema era ordenar ese cristianismo anárquico que mencionábamos; y otra aún más importante, era explicarle al mundo PAGANO, quienes eran, en definitiva, los cristianos.

El mundo pagano, solo conocía a través de sus detractores al Cristianismo. Uno de sus más famosos críticos por el nivel intelectual, fue CELSO (Siglo II), que trataba de reducir al cristianismo a una simple superstición, casi al nivel de una hechicería.  Celso argumentaba que el cristianismo era peligroso para el imperio en tanto que era difundido por gente ignorante, que lograba atraer a personas de su misma condición social, en tanto que al carecer de “inteligencia” no eran capaces de discernir las supercherías de los cristianos.

Es por tal motivo, que una de las prioridades para el Concilio de Nicea, para el Emperador Constantino y para toda la Ecúmene Romana, era definir, QUE ERA UN CRISTIANO. Esta pregunta esencial dentro del Concilio daría por nacimiento al CREDO, uno de los más importantes DOGMAS de FE de la Santa Iglesia Católica Ortodoxa.

El CREDO terminará íntegramente de completarse en el Concilio de Constantinopla del año 381 y, por dicho motivo, se lo llama Credo Niceno-Constantinopolitano. Entre la celebración del Cóncilio de Nicea y el Primer Concilio en Constantinopla, va a edificarse la nueva capital del Imperio Romano, que será inaugurada el 11 de mayo del 330, con la presencia del Emperador presidiendo una fiesta que durará 40 días. (9)

La fundación de la nueva capital del Imperio Romano, no será un hecho menor dentro de la historia del Cristianismo: nacerá ahí el quinto patriarcado histórico, que conformarán la PENTARQUIA: Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Roma y Constantinopla. 

El CREDO será entonces la presentación de los CRISTIANOS ante el MUNDO: Su Dios, el Creador de todas las cosas. Su Hijo, consustancial al Padre, el Espíritu Santo enviado con posterioridad a la muerte terrenal del Hijo; la Iglesia a la cual creer; el sacramento del Bautismo que nos marca para el inicio del Camino; y la promesa de la RESURRECCIÓN; la vida ETERNA.

Para los tiempos antiguos, el CREDO fue de una importancia superlativa y por ese motivo, no existe Catecismo Ortodoxo que no lo tenga como principal tema a estudiar.

A 1.700 años del Concilio de Nicea, el ESPIRITU SANTO eligió a San Constantino el Grande para dar unidad a la IGLESIA. El trabajo de los APÓSTOLES encontraría en Constantino un canal donde fluiría el mensaje del EVANGELIO a todas las naciones.

Para finalizar, las palabras de un historiador y biógrafo contemporáneo del Emperador Constantino, el estadounidense David Potter (1957), nos dice:

“Desde la distancia que nos separa de aquel tiempo es difícil hacerse una idea de la extraordinaria originalidad de lo que se proponía hacer Constantino. Nunca había habido un credo universal, y tampoco los obispos, habituados a servirse de sus propios credos bautismales, debían de sentir necesidad alguna de semejante declaración. La decisión de publicarla como definición universal de la fe se nos presenta, sin lugar a dudas, como el género de iniciativa propio de un administrador avezado. (…) Al Constantino que poco antes había anunciado su creencia en el poder de su dios no le atraía en absoluto, la idea de ver desmembrarse a la Iglesia por enfrentamientos acerca de la precisa naturaleza de la relación entre las distintas personas de la Trinidad. En su mundo, el poder emanaba de lo alto, y en el cielo tenía que ser como en la tierra. En su concepción original, el credo de Nicea no emerge de un proceso teológico, sino de uno legislativo presidido por el emperador. Al promulgar un edicto, este podía buscar el consejo de los expertos antes de formular sus propios artículos, y en este caso, Constantino recurrió a la opinión de los entendidos y elaboró una redacción que juzgo razonable” (10)

 

A esto podríamos corregir, que a pesar del sesgo “político” de lo llevado a cabo por Constantino según el historiador Potter, tenemos que AFIRMAR -colocándonos los anteojos helénicos de Clemente de Roma-, que lo POLITICO, la acción de  tomar de decisiones en común entre los miembros de una comunidad, es la esencia de la vida pública en la POLIS (Ciudad-Estado), y este se desarrollará en el concepto sinodal de esa Comunidad Cristiana –Ekklesia- en formación. 

 

NO hablamos de la “política” como ENFERMEDAD desde las pragmáticas formulaciones de Maquiavelo. Vemos el obrar de San Constantino, abrazando el ideal CRISTIANO, como nunca se hizo con otra tradición religiosa que conquisto las bases populares de un Imperio; y en dicho proceso, no podemos olvidar que  SIEMPRE, el ESPIRITU SANTO estuvo para guiar los destinos de príncipes y obispos.


Vladyka TEOFANO, Juan M Garayalde

Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero IOBE/AOCC 

Archieparquia de la República Argentina

 

Ciudad de Buenos Aires, 03 de junio de 2025/21 de mayo de 2025 del Calendario Eclesiástico

Conmemoración de los Santos Iguales a los Apóstoles, Emperador Constantino (337) y su madre Helena (327).

 

NOTAS:

 

(1) Citado por A.A. Vasiliev, “Historia del Impero Bizantino” – Ed. Iberia Joaquin Gil Editores S.A., Barcelona 1946. Pág. 71

(2) Nos dice Nicolai Berdiaev: “La espera del reino sensible de Dios en la tierra corresponde al QUILIASMO. Los judíos esperaban al Mesías, rey terrenal, para organizar sobre la tierra el reino deleitable de Israel; y rechazaron el Mesías que apareció bajo la forma de un esclavo y que enseño que Su Reino no era de este mundo. El Mesías crucificado es el eterno contrario de aquel que debe realizar el paraíso terrenal, el Reino de Dios en la tierra. La utopía del paraíso social en la tierra es un fenómeno del QUILIASMO judíos. Su carácter materialista no ha de hacernos olvidar sus antiguos orígenes religiosos” (En “Sobre la Desigualdad”, Ed. EMECE Buenos Aires, 1978, Pág. 305-306). En este fragmento podemos concluir que ideologías modernas como el LIBERALISMO, SOCIALISMO Y MARXISMO, representan ese intento, de querer crear un “paraíso en la tierra” planteando utopías irrealizables, que llevo a la crisis de la Postmodernidad, planteada inicialmente por el filósofo francés Jean-François Lyotard (1924-1998).

(3) Ver Capitulo II de la obra de Werner Jeager, “Cristianismo Primitivo y Paideia Griega” – Ed. FCE, México, 1998.

(4) Capitulo 37 de la EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS de Clemente de Roma: https://escrituras.tripod.com/Textos/EpClemente1.htm

(5) Ver de Ricardo Etchegaray y Pablo A. García, “Introducción a la Filosofía a través de su Historia” – Ed. Colección Universitaria – La Plata 2001. Pág. 93.

(6) Citado en Joseph Vogt. “Constantino el Grande y su Siglo”, Ed. Peuser, Buenos Aires 1956, Pág. 201).

(7) A.A. Vasiliev, Op. Cit., Pág. 66

(8) Joseph Vogt, op. cit. Pág. 206.

(9) A.A. Vasiliev, Op. Cit., Pág. 71

(10) David Potter, “Constantino el Grande” Ed. Critica, Barcelona 2013, Pág. 283