PENTECOSTÉS
Fuego del Espíritu que Transforma y no Consume
Hermanos, ¿se han puesto a pensar qué debió sentir aquel grupo de discípulos en el Cenáculo? Imagínenlos: cincuenta días después de la Resurrección, con el corazón aún dando vueltas entre la alegría de ver a Cristo vivo y el vacío de su Ascensión. "Quédense en Jerusalén", les había dicho (Lc 24:49). Y allí estaban, esperando, aunque quizás sin saber exactamente qué.
Y entonces, sucedió, el Viento que Barrió el Miedo, así de pronto, sin aviso, vino del cielo un ruido como de un viento impetuoso (Hch 2:2). ¡Qué descripción más elocuente! No dice "un viento suave", sino un estruendo que sacudió hasta las paredes. San Juan Crisóstomo lo explica con esa claridad que lo caracteriza: No fue solo sonido, sino fuerza divina que arrancó de raíz su temor (Homilías sobre los Hechos).
Un detalle que estremece, ese mismo viento, pneuma en griego, que significa tanto "viento" como "espíritu", había aleteado sobre las aguas del Génesis (Gn 1:2). El mismo Dios que ordenó el caos primigenio, ahora venía a ordenar el caos de nuestros corazones.
Y llegaron las Lenguas de Fuego, pero ¿Por qué Fuego? Aquí sucede algo hermoso, el Espíritu no se aparece como paloma, como en el Bautismo de Cristo, sino como lenguas, y esto no representa una mera casualidad, San Gregorio de Nisa lo dice mejor, El fuego que no consume es el amor que diviniza (Sobre el Espíritu Santo).
Lo podemos percibir en la cotidianidad, ¿Han visto cómo una llama puede fundir metales duros pero también calentar sin quemar? Así obra el Espíritu, derrite nuestro orgullo, ¡Y mira cuánto falta!, pero acuna nuestra fragilidad.
El Milagro de las Lenguas, la Iglesia se vuelve la Anti-Babel, aquello de que cada uno los oía "en su propio idioma" (Hch 2:6) no fue un truco lingüístico. Era el deshacer de Babel. Mientras en Génesis la soberbia dividió, aquí la humildad unió. Vladimir Lossky, grande de la teología ortodoxa, lo resume así: Pentecostés es la respuesta a Babel: no uniformidad, sino unidad en la diversidad (Ensayo sobre la teología mística).
Sin embargo, se presenta una paradoja preciosa, los apóstoles no hablaban en "lengua angelical", sino en dialectos humanos. El cielo se encarnaba, una vez más, en lo terrenal. Cabe preguntarnos, hoy ¿Dónde Está Nuestro Pentecostés? Algunos piensan que fue un evento del pasado, ¡Terrible error! Lo vivimos cada vez que un sacerdote invoca ¡Ven, Espíritu Santo! en la Divina Liturgia, un padre de familia reza con lágrimas por un hijo descarriado, cuando tú, en tu rincón oscuro, susurras Señor, ten piedad sin saber cómo seguir. ¡Ahí está ocurriendo! Como decía el anciano Paisios del Monte Athos, El Cenáculo no era un lugar, sino el corazón vacío de sí mismo que esperaba ser llenado.
El Espíritu Santo es Fuego que no se Apaga, queridos hermanos, Pentecostés no es solo una fiesta del calendario, es la prueba irrefutable de que Dios no nos dejó huérfanos (Jn 14:18). El Espíritu sigue aquí, en este mismo instante, buscando corazones que sean cenáculos: no perfectos, sino disponibles.
Así como una vela que titubea junto al ícono en nuestro altar, como hijos pequeños cuando no logran ver a sus padres, así somos nosotros, frágiles, pero con una llama interior que nadie puede apagar. Porque no es nuestra. Es Suya, es la llama de nuestro Padre, el Dios altísimo que vela por sus pequeños.
Gloria a Dios en las alturas, que por su Espíritu nos hace capaces de lo imposible.
Amén...
El más indigno de tus servidores, Padre Gregorio
Iglesia Ortodoxa Eslava de América - Venezuela
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