sábado, 10 de marzo de 2012

Acerca de la Canonicidad


ACERCA DE LA CANONICIDAD



I - Introducción


Uno de los temas que en los tiempos actuales es de relevancia para las iglesias que provienen del tronco apostólico católico ortodoxo, es el tema de la “canonicidad”. Nuestra Iglesia, que se origina en el exilio de obispos y presbíteros rusos, bielorrusos, ucranianos y demás, en los inicios de la revolución soviética en la Rusia de los Zares, poseen hoy otra misión ya alejados de sus antiguas Metropolis, que excedió la asistencia de los exiliados e inmigrantes. Las Iglesias Autocéfalas en América transitaron otro camino: explorar el mundo no ortodoxo, trascender las comunidades de sus países de origen, y mostrar la belleza de la Ortodoxia a las comunidades originarias de los países que hospitalariamente los recibieron.


Las sucesiones apostólicas dan paso a la “cátedra” (del griego Kathédra = asiento). Dicho término adquiere un nuevo significado en el cristianismo que hace referencia al asiento donde el obispo se sentaba y desde el cual enseñaba la palabra de Cristo. Nuestra “cátedra” hoy nos define que tipo de iglesia hemos sido, somos y buscamos ser.


Kathédra de piedra de los obispos visigodos en la Iglesia Mayor de Santa María de Granada en Niebla (España) - El asiento episcopal es simbolo del catedratico, el obispo, que ensena el mensaje evangelico a la comunidad



La “canonicidad” como forma de diferenciar a los que son ortodoxos y a quienes no lo son, como dice el articulo que a continuación transcribiremos, es un invento del siglo XX que tiene como objetivo deslegitimar aquellas iglesias que se exiliaron de sus países de origen por persecuciones religiosas y políticas, u otras que decidieron emprender un camino separado de la Iglesia madre distanciandose también por conflictos que iban desde lo teológico hasta lo jurisdiccional. Actualmente, muchos de los que proclaman a viva voz la importancia de la “canonicidad” ocultan aspiraciones hegemónicas que buscan controlar de forma totalitaria aquellas comunidades que ya no dependen de patriarcados tradicionales. Tal es hoy la manipulación que hacen de la “canonicidad” que, iglesias que no poseen ese problema, asumen también esta categoría para elegir con que iglesias mantener un diálogo interreligioso, y de esta manera no ofender a las "canonicas".


Sin embargo, aquellas comunidades eclesiasticas "no canonicas" que siguen el mandato de Cristo, florecerán y ello implica que tendrá a su lado cientos de miles de fieles que habrán edificado sus iglesias en torno a aquellos que sin embargo son menospreciados y discriminados por las Iglesias “oficiales”.


Habría que preguntarse finalmente haciendo un examen de conciencia: Creen acaso que Nuestro Señor JesuCristo, que mira a sus huestes en la tierra que dicen representarlo, ha hecho una diferenciación como la que estamos tratando en este escrito?. Bajo este mismo razonamiento, habría que preguntarle a San Pacomio si cuando decidió entregar su vida a Cristo dando comienzo con su obra al movimiento monacal oriental, el papel de la “canonicidad” estaba presente en sus pensamientos.


Xristos Anesti!

Mons. Teofano, Juan Manuel Garayalde

www.panaghia.org.br



CANONICIDAD Y LA IGLESIA ORIENTAL HISPÁNICA


“No existe, por supuesto, tal cosa como una Jurisdicción “canónica” Ortodoxa, a pesar del hecho de que esta terminología, venida de occidente, se ha deslizado últimamente en nuestro vocabulario eclesiástico. No hay tampoco Iglesias “oficiales” Ortodoxas; una categoría que ha producido el movimiento ecuménico actual”


¡Palabras valientes del Arzobispo Chrysostomos de Etna!


Y él continúa señalando que si no fuese este el caso, ¡entonces los Padres Capadocios, los Monjes Estuditas y los Hesicastas Palamitas, tendrían que ser considerados como “casi-canónicos” y “no-oficiales”! Es cierto que hasta principios del siglo XX, la Iglesia Ortodoxa tenía como prueba de canonicidad la perspectiva presentada por San Irineo de Lyons: que una Iglesia debe seguir las enseñanzas de Jesús, que sus obispos posean la Sucesión Apostólica y que esté en comunión solo con aquellas Iglesias que hayan mantenido ambas, las enseñanzas y la sucesión. En otras palabras, una combinación de Fe y Gracia es lo suficiente para que una Iglesia sea miembro del Cuerpo de Cristo. San Ignacio de Antioquia añadió la palabra Amor a esta ecuación, expresando el punto de vista de que la Iglesia Ortodoxa es la Unidad de la Fe y el Amor; por otro lado San Vicente de Lerins enfatizaba la Tradición de Fe, Orden, Adoración y Piedad como se confesaba al principio “en todas partes, siempre y por todos”.

Sin embargo, durante el siglo XX una atmósfera envenenada se hizo aparente, que en parte emanaba de la expansión de la diáspora, trayendo con ello problemas políticos y étnicos. La importancia de Fe, Gracia, y sobre todo Verdad, se llegó a perder en un cenagal de odio, insinuaciones, distorsiones, “consagraciones” dudosas, y mentiras manifiestas. De ahí nació la idea de que la canonicidad dependía, sobre todo, de que una Iglesia debería estar reconocida y en comunión con el Patriarca de Constantinopla. En el mejor de los casos, esto hacía que el falible ser humano fuese el árbitro de la Gracia de Dios, minando la vieja aceptación de que todos los obispos son iguales. Si hemos de creer esto ¿no sería mejor que aceptásemos las doctrinas de Roma? Igualmente tendríamos que decir que es el dinero el que actúa como árbitro final. Deberíamos recordar el Canon XXIV del IV Concilio Ecuménico: Cualquiera que violare la Iglesia de Dios, es decir, que compre o venda por codicia y envidia, estará vendiendo el lugar de reposo de su alma en el cielo…” El XXIX Canon de los Apóstoles, refuerza esta declaración. ¿Podría, por tanto, ser correcto que el Fanar rechace aceptar la canonicidad del Patriarcado de Kiev hasta que éste obtenga el dinero necesario para tal reconocimiento? Y, aparte del dinero, cuando por un breve periodo de tiempo, bastante recientemente, el Patriarcado de Moscú rompió relaciones con el Patriarcado Ecuménico, ¿puso alguien en duda que la poderosa Iglesia Rusa había cesado de ser canónica?


Catedra de SB Moran Mar Athanasios, Luiz Antonio Do Nascimento, Arzobispo Metropolita Mayor de la Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava, Pro-Patriarcado de las Américas, Eurasia, África y Oceania - American Orthodox Catholic Church



En la verdadera Ortodoxia, la canonicidad no está determinada por individuos ni por políticas de Iglesia, sino por las decisiones de los Concilios Ecuménicos. No existe ni un solo Canon promulgado por cualquiera de los Siete Concilios Ecuménicos, que ni remotamente sugiera que cada Jurisdicción Ortodoxa deba estar en completa comunión con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla. Sería ruin sugerir que dada su gran disminución territorial (el gobierno Turco le recordó recientemente la escasa población cristiana en su Sede) fuese despojado de su título de Primero entre Iguales. Él podría muy bien permanecer como primer portavoz de la Iglesia (a pesar de que el Patriarca actual se regodea con el ecumenismo, causando controversia entre muchas Iglesias sobre este acatamiento) Pero nunca él debería ser considerado como ejecutor jurisdiccional ni temporal, ni eclesiástico. Él es simplemente el 270 sucesor del Apóstol Andrés en la sede de Constantinopla, y ese es el mayor de sus honores.

El poder eclesial ejercitado por cualquier obispo, es ejercitado genuinamente sólo de acuerdo con los Cánones. Un obispo no puede hacer canónico lo que es claramente no-canónico. Viene a mi mente la situación de la Iglesia Ortodoxa en las Américas. Puede que el que esto escribe esté equivocado, pero hay algo así como catorce diferentes jurisdicciones en el continente americano. El Canon III del Primer Concilio Ecuménico es bastante claro sobre este particular: solo debe haber un obispo en una ciudad. El Proto-presbítero Alexander Schmemann ha dicho en su consideración, sobre los problemas que se enfrenta la Ortodoxia en América que, si existe un principio de canonicidad claro y universal es el de la unidad jurisdiccional. Sin embargo es una distorsión de esta consideración tratar de extraer de esta idea el que solo haya una unidad jurisdiccional en todo el planeta. Cada jurisdicción tiene un derecho canónico para ejercitar esa jurisdicción dentro de su territorio; y un convenio en Amor fraternal tiene que llegar a los lindes de ese territorio. Constantinopla, Antioquia y Moscú parece ser que no están actuando canónicamente cuando cada uno coloca un obispo en una misma ciudad.



Esta situación en América trae a la mente de uno a considerar el asunto de la Sucesión Apostólica como verdadero terreno para la canonicidad. Ambos, Eusebio e Irineo en sus escritos mencionan las sucesiones episcopales en términos de sus “cátedras” y no la de sus consagrantes. En otras palabras, la Sucesión Apostólica no puede quedar reducida a una “lista de compra” de sucesivos ordenantes. Ello no representa una autosuficiente “orden” de obispos. Es por esta razón por la que los “obispos” vagantes trazan su Sucesión Apostólica a través de hombres sospechosos como Matthew y Villate (de triste memoria) y totalmente heréticos. Por otro lado la Sede de Roma, en 1896, rechazó las Órdenes Anglicanas declarándolas inválidas; una decisión con la que la Iglesia Ortodoxa está completamente de acuerdo; en parte cimentado porque la Iglesia de Inglaterra no mantuvo el episcopado diocesano histórico en el tiempo de la Reforma. La Sucesión apostólica tiene que ser trazada a través de una “cátedra” definida y con un propósito específico. Donde quiera que haya una brecha o un vacío, como por ejemplo el obispo designado por Moscú para la diáspora en América, volviendo a Rusia durante la revolución y después desaparecido, o Cirilo y Metodio introducidos en el corazón pagano de Ucrania; entonces la continuidad o la misión cuenta con el aumento orgánico dentro del resto de la Iglesia local o en manos de los misioneros, debiendo ambos permanecer fieles a la “cátedra” que los elevó por esa causa específica. Continuando con América como un ejemplo, en 1924 la Iglesia allí celebró un Sobor en Detroit de cara al gran peligro espiritual con el que se enfrentaba. Para asegurar una continuidad de Vida, Fe y Orden, proclamó la autonomía. Por eso Moscú condenó la recién nacida Iglesia como cismática, y procedió a establecer su propio Exarcado. ¿Quién llevaba razón?



Púlpito de la Iglesia de San Jerónimo (Granada - España), lugar desde donde se imparte la cátedra.


En un análisis final tenemos que tomar en cuenta el hecho de que la “Tradición” no es simplemente una conformidad con un pasado moribundo. La “Tradición” es una cosa viva. Es la fuente de la “Verdad”; “…conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres”. Y es demasiado a menudo, cuando considerando Tradición y Verdad, la respuesta bulle con el sentido común. La Iglesia no puede quedar reducida a meras consideraciones jurisdiccionales. Ella es un organismo vivo. La analogía de su parto es útil aquí. Un infante vive en el seno de su madre. Después, cuando nace, llega a separarse individualmente, mientras que, al mismo tiempo retiene una unión indisoluble con su madre. No es posible para ningún agente humano cortar esa conexión.

Así sucedió con la Iglesia en América. Desde principios del siglo XVIII, en Alaska, de manos de los misioneros, la Iglesia en América fue creciendo gradualmente, hasta que como resultado de la violencia en la tierra de sus padres, fue desechada a un estado independiente. Creció y floreció. ¿Con qué lógica, por tanto, persiguió Moscú detener el crecimiento; tratando de sofocarla y plantar en su lugar una nueva criatura? Una Iglesia no puede ser creada simplemente por un fiat jurisdiccional cuando es claro que la Iglesia ya existe. Hago mención de Schmemann cuando exclama con incredulidad: “Un Obispo virtualmente sin parroquias es reconocido como “canónico” porque él es reconocido por su Patriarca, pero un Obispo de la misma Iglesia con una diócesis floreciente y con raíces orgánicas en la continuidad real de la Iglesia, es declarado “no-canónico” por carencia de tal reconocimiento.”


En conexión con el Patriarcado Ruso, el Metropolitano Evloghios de Milán (bajo cuyo Omoforio está la Iglesia Oriental Hispánica) ha llamado nuestra atención por la corriente situación, que otra vez cuestiona un verdadero entendimiento de canonicidad. Mientras que el Sobor en Detroit estaba estableciendo la continuidad de la Ortodoxia en América, en otro lugar, la Iglesia Rusa en el Exilio (la Iglesia Ortodoxa Rusa fuera de Rusia; la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero) se estableció continuando la verdadera tradición Ortodoxa Rusa, sin trabas por las restricciones del “Sergianismo”. El Patriarcado de Moscú prontamente los declaró no-canónicos. Ahora, después de 70 años de antagonismo, y sin ningún movimiento teológico por ninguna de las dos partes, las dos Iglesias se han abrazado de nuevo. De repente, el Patriarcado de Moscú ha reconocido la sucesión y los sacramentos de la Iglesia Rusa en el Exilio. Y una situación interesante sucede ahora en Grecia donde en 1960 y 1962 obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exilio consagraron a siete obispos para preservar la continuidad de la Iglesia Griega del Viejo Calendario. ¿Reconocerá Moscú como canónicos a los vetero calendaristas griegos y a aquellas Iglesias que están en comunión con ellos? ¿O solo los rusos son válidamente reconocidos?



SB Moran Mar Athanasios, Presidente del Santo Sínodo de Obispos de la Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava dando su cátedra en el Sínodo 2012. Catedral Metropolitana de San Pedro y San Pablo - Ciudad de Sao Paulo - BRASIL



La canonicidad no depende de un principio abstracto de validez. Si nosotros aceptamos “validez” como piedra de toque, entonces nos dirigimos a lo que puede ser descrito como una vista “mágica” de la Iglesia y a una grave distorsión de eclesiología. Desafortunadamente la Tradición Canónica, una vibrante y viviente realidad, ha llegado a ser Ley Canónica, con todas las contradicciones y formalismos reguladores que ello implica. Los Cánones fueron hechos para que los cristianos tuviesen un orden y no para forzarlos a ponerse una camisa de fuerza de legalismo, como ha dicho el Padre Serafín Rose de Platina. El concepto de la Iglesia, como una entidad espiritual y sacramental, ha sido subordinado al concepto de Iglesia como una organización. Pero aparte de la constitución de la Iglesia, el propósito de los Cánones es defenderla y clarificarla. Esto, en el caso de “reconocimiento” (por carecer de un término más apropiado) los Cánones llevan a la “unidad” como esencia de la Iglesia. La unidad de los hombres con Dios en Cristo y la unidad de los hombres con ellos mismos en Cristo; tal unidad está expresada en la persona del obispo como parte de la Sucesión Apostólica.

Es aparente en el caso de nuestra Iglesia en Sud América que un número de obispos están fallando al no apreciar esta función unificadora y están emulándose unos con otros para establecer o mantener su propia Canonicidad, como ellos, a menudo erróneamente, entienden este término. Esto conduce a toda clase de “verdades” que están siendo discutidas. Una de estas, desde luego, es la idea de que un obispo al dejar una Iglesia local, deja de ser obispo. Esto es cierto, en caso de que él haga esto para establecer una jurisdicción personal, o como resultado de despecho, pero no es así si él lo hace con fe para servir otra comunidad establecida. Si un obispo se separa de su Iglesia madre por un asunto de fe, puede decirse que está siguiendo el ejemplo de una personalidad como fue San Juan Crisóstomo. Esto ha ocurrido por cierto recientemente en el Reino Unido, donde el Obispo Basilio de Sergievo dejó el Patriarcado de Rusia, siendo despojado por ello, pero continúa sirviendo como obispo bajo el Patriarcado Ecuménico. Puede decirse que los que resisten sinceramente son los verdaderos conservadores de la Ortodoxia válida. Del mismo modo, un sacerdote ordenado por un obispo válido no puede ser reordenado en otra jurisdicción simplemente por posesión de la “canonicidad”, o porque varias jurisdicciones étnicas están luchando una guerra sin cuartel tratando de robar clérigos. Por cualquier clase de violación de las reglas esto es totalmente una situación “no-canónica” (en el verdadero sentido de la palabra) y la jerarquía en ella envuelta se expone abiertamente a ser despojado bajo el Canon Apostólico 68.

¿Cómo terminar? Es una tentación decir que Dios conoce a sus santos; que Él conoce los secretos de nuestros corazones; y que en el Día Final todo será revelado. Mientras tanto, sin embargo, tenemos que vivir en un mundo imperfecto, y que sólo a menudo los enemigos de la Iglesia son sus propios miembros; Nuestro Señor mismo lo profetizó.

La Iglesia Oriental Hispánica sólo puede seguir segura en el conocimiento de que goza de plena canonicidad, y que camina mano a mano con los Padres y los Santos. ¡Alabado sea Dios


Rev. Arcipreste, Dr. Peter Miln

FUENTE:

http://nicaraguaortodoxa.webs.com/canonicidad.htm


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