miércoles, 16 de noviembre de 2022

El Trabajo que ARDE y aquel que nos BENDICE

 

EL TRABAJO QUE ARDE Y AQUEL QUE NOS BENDICE

 


Un monje tenía un hermano que vivía muy pobremente en el mundo. Le entregaba todo el producto de su trabajo, pero cuanto más le daba más se empobrecía su hermano. Y fue a contárselo a un anciano que le aconsejó:

 

«Si me quieres escuchar, no le des nada más en adelante, sino dile: “Hermano, mientras he tenido algo te he ayudado, pero a partir de ahora, trabaja y ayúdame con lo que ganes con tu trabajo”. Y tú, recibe lo que te traiga, dáselo a un peregrino o a un anciano pobre, y ruégales que oren por él».

 

El monje hizo lo que se le había dicho. Cuando vino a verle su hermano le dijo lo que el anciano le había recomendado, y el otro se marchó triste. Pero un día vino a traerle unas pocas legumbres de su huerto. El hermano las tomó y se las llevó a los ancianos pidiéndoles que orasen por su hermano. Luego, después de recibir la bendición, volvió a su casa.

 

Más tarde le trajo legumbres y tres panes y el hermano hizo lo mismo que la vez anterior. Recibida la bendición, se volvió. Volvió por tercera vez trayendo mucho dinero, vino y pescado.

 

Al ver todo esto, el hermano se admiró, llamó a los pobres y les regaló abundantemente.

Luego dijo a su hermano seglar: «¿No necesitas algunos panes?». «No, señor, porque cuando recibía de ti algo, una especie de fuego entraba en mí casa y lo consumía. Pero ahora que no recibo nada de ti, vivo en la abundancia, y Dios me bendice».

 

El monje fue a contárselo todo al anciano que le había aconsejado, que le respondió:

 

«¿No sabes que el trabajo del monje es un fuego y que donde quiera que entra quema? Es más útil para tu hermano que haga limosna de lo que gana con su trabajo, y consiga así que los santos pidan por él. Gracias a su bendición, el fruto de su trabajo se multiplica».

 

† Sentencia de los Padres del Desierto †

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