lunes, 22 de julio de 2013

María I. Casalá- Juan C. Pisano - Jesús y el Joven


Y A PESAR DE TODO.... LUCHÓ

Jesús y el Joven


San Thiago el Menor



Éste es un cuento, pero tiene muchos elementos que nos permiten suponer que pudo haber sido un hecho verídico. Era domingo, y la gente del  pueblo había enterado de que iba a ocurrir algo fuera de lo habitual.

Entonces, una multitud se congregó en la puerta principal de la ciudad esperando el gran acontecimiento. De pronto, uno de los hombres, que estaba ubicado sobre la muralla, dio el grito de alerta:

-¡Ahí viene! ¡Ya llega!

Los que estaban esperando se agolparon unos contra otros y se agolparon unos contra otros y se apoyaron sobre los hombros de su vecino para ver al que se aproximaba.

Uno de los jóvenes cortó una rama de olivo y comenzó a agitarla en señal de saludo; muchos lo imitaron. Otros se quitaron los mandos y los colocaron sobre el suelo para brindarle el recibimiento propio de un rey.

-¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

-¡Aleluia, aleluia!

Santiago, observaba sin entender demasiado lo que ocurría, pero se daba cuenta de que el forastero era muy importante y sentía que su corazón latía de una manera especial.

Lo siguió por el camino hasta que ingresó en una casa. Ya se había hecho de noche, y los curiosos se habían retirado, menos Santiago que se hallaba sentado en el umbral. De pronto, la puerta se abrió, y salió Jesús que, al verlo ahí, le preguntó qué le pasaba. Santiago le dijo que deseaba conversar con él.

Jesús lo invitó a caminar un rato y, entonces, el muchacho le contó que lo había visto entrar en Jerusalén, que lo había emocionado el recibimiento de la gente y que sentía unas ganas muy fuertes de ser como él, de seguirlo, de convertirse en su discípulo.

Jesús le contestó dulcemente tomándolo del hombro.

-Lo que viste hoy fue muy lindo, aunque no siempre es así. Me gustará mucho que fueras uno de mis discípulos, pero, antes de decidirte, te pido que esperes, por lo menos, una semana. De esa manera, vas a poder saber si lo que sentís ahora es un impulso pasajero, o es algo más profundo.

Dicho esto, se despidió. Santiago se quedó contento y, durante toda la semana, se preocupó por saber dónde se encontraba Jesús, qué hacía, con quién estaba y qué decía. Así, conoció su mensaje de amor y que su presencia resultaba muy molesta para los sumos sacerdotes que pidieron a los romanos que lo metieran preso. Llegó el viernes, y mucha gente se volvió a congregar, esta vez, en la casa del gobernador. Con motivo de las fiestas podían elegir a un prisionero para que lo dejaran libre. El asombro de Santiago fue total cuando vio a Pilatos, el gobernador, que ofrecía la libertad de Jesús o la de un tal Barrabás. Su asombro fue todavía mayor, cuando se dio cuenta de que sólo él y unos pocos más gritaban el nombre de Jesús, y que el único que llegaba a oídos del gobernador era el de Barrabás.



Lapidación de San Thiago en el año 62


Santiago siguió de cerca a Jesús durante todo el camino de la cruz, escuchó sus últimas palabras y vio como moría. En ese momento, el joven recordó las palabras de Jesús: “Espera una semanita para decidirte”.

¡Cuánto odio había observado a su alrededor ese día! ¡Cuánto desprecio! Sin embargo, también había sentido mucho amor. Jesús no tenía rencor, había amado hasta el final, y un amor así era difícil de olvidar.


Santiago se volvió a su casa y a pesar de que trató de no pensar más en Jesús, le fue imposible. Algo le había pasado y ya no era el mismo. Al  poco tiempo, se enteró de que los amigos de Jesús seguían anunciando su mensaje y fue a buscarlos. Según cuentan, fue uno de los que entregaron su vida por el Maestro.

María Inés Casalá - Juan Carlos Pisano
"Cuentos rápidos para trabajar con valores" - Ed. San Pablo, Buenos Aires, 2011




Xristos Anesti!
Vladyko Teofano, Juan Manuel Garayalde
Eparca Coadjutor de Buenos Aires para la Argentina
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero

1 comentario:

  1. Alguien preguntó a Al-Hillaj Mansoor, el más grande místico de todos los tiempos: “¿Cuál es la experiencia última sufí?”. Al-Hillaj contestó: “Mañana verás cuál es la experiencia última sufí”. Nadie sabía qué iba a ocurrir al día siguiente. El hombre le preguntó: “¿Por qué no hoy?”. Al-Hillaj contestó: “Tú simplemente espera. Ocurrirá mañana, la última”. Y al día siguiente fue crucificado. Y cuando estaba siendo crucificado llamó a gritos al amigo que le había hecho la pregunta. Dijo: “¿Dónde te escondes entre la multitud? Ahora ven y observa lo último del sufismo. Es esto”.

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