Y A PESAR DE TODO.... LUCHÓ
Jesús y el
Joven
San Thiago el Menor
Éste es un
cuento, pero tiene muchos elementos que nos permiten suponer que pudo haber
sido un hecho verídico. Era domingo, y la gente del pueblo había enterado de que iba a ocurrir
algo fuera de lo habitual.
Entonces,
una multitud se congregó en la puerta principal de la ciudad esperando el gran
acontecimiento. De pronto, uno de los hombres, que estaba ubicado sobre la
muralla, dio el grito de alerta:
-¡Ahí
viene! ¡Ya llega!
Los que
estaban esperando se agolparon unos contra otros y se agolparon unos contra
otros y se apoyaron sobre los hombros de su vecino para ver al que se
aproximaba.
Uno de los
jóvenes cortó una rama de olivo y comenzó a agitarla en señal de saludo; muchos
lo imitaron. Otros se quitaron los mandos y los colocaron sobre el suelo para
brindarle el recibimiento propio de un rey.
-¡Bendito
el que viene en el nombre del Señor!
-¡Aleluia,
aleluia!
Santiago,
observaba sin entender demasiado lo que ocurría, pero se daba cuenta de que el
forastero era muy importante y sentía que su corazón latía de una manera
especial.
Lo siguió
por el camino hasta que ingresó en una casa. Ya se había hecho de noche, y los
curiosos se habían retirado, menos Santiago que se hallaba sentado en el
umbral. De pronto, la puerta se abrió, y salió Jesús que, al verlo ahí, le
preguntó qué le pasaba. Santiago le dijo que deseaba conversar con él.
Jesús lo
invitó a caminar un rato y, entonces, el muchacho le contó que lo había visto
entrar en Jerusalén, que lo había emocionado el recibimiento de la gente y que
sentía unas ganas muy fuertes de ser como él, de seguirlo, de convertirse en su
discípulo.
Jesús le
contestó dulcemente tomándolo del hombro.
-Lo que
viste hoy fue muy lindo, aunque no siempre es así. Me gustará mucho que fueras
uno de mis discípulos, pero, antes de decidirte, te pido que esperes, por lo
menos, una semana. De esa manera, vas a poder saber si lo que sentís ahora es
un impulso pasajero, o es algo más profundo.
Dicho esto,
se despidió. Santiago se quedó contento y, durante toda la semana, se preocupó
por saber dónde se encontraba Jesús, qué hacía, con quién estaba y qué decía.
Así, conoció su mensaje de amor y que su presencia resultaba muy molesta para
los sumos sacerdotes que pidieron a los romanos que lo metieran preso. Llegó el
viernes, y mucha gente se volvió a congregar, esta vez, en la casa del
gobernador. Con motivo de las fiestas podían elegir a un prisionero para que lo
dejaran libre. El asombro de Santiago fue total cuando vio a Pilatos, el
gobernador, que ofrecía la libertad de Jesús o la de un tal Barrabás. Su
asombro fue todavía mayor, cuando se dio cuenta de que sólo él y unos pocos más
gritaban el nombre de Jesús, y que el único que llegaba a oídos del gobernador
era el de Barrabás.
Lapidación de San Thiago en el año 62
Santiago
siguió de cerca a Jesús durante todo el camino de la cruz, escuchó sus últimas
palabras y vio como moría. En ese momento, el joven recordó las palabras de
Jesús: “Espera una semanita para decidirte”.
¡Cuánto
odio había observado a su alrededor ese día! ¡Cuánto desprecio! Sin embargo,
también había sentido mucho amor. Jesús no tenía rencor, había amado hasta el
final, y un amor así era difícil de olvidar.
Santiago se
volvió a su casa y a pesar de que trató de no pensar más en Jesús, le fue
imposible. Algo le había pasado y ya no era el mismo. Al poco tiempo, se enteró de que los amigos de
Jesús seguían anunciando su mensaje y fue a buscarlos. Según cuentan, fue uno
de los que entregaron su vida por el Maestro.
María Inés Casalá - Juan Carlos Pisano
"Cuentos rápidos para trabajar con valores" - Ed. San Pablo, Buenos Aires, 2011
Xristos Anesti!
Vladyko Teofano, Juan Manuel Garayalde
Eparca Coadjutor de Buenos Aires para la Argentina
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero
Alguien preguntó a Al-Hillaj Mansoor, el más grande místico de todos los tiempos: “¿Cuál es la experiencia última sufí?”. Al-Hillaj contestó: “Mañana verás cuál es la experiencia última sufí”. Nadie sabía qué iba a ocurrir al día siguiente. El hombre le preguntó: “¿Por qué no hoy?”. Al-Hillaj contestó: “Tú simplemente espera. Ocurrirá mañana, la última”. Y al día siguiente fue crucificado. Y cuando estaba siendo crucificado llamó a gritos al amigo que le había hecho la pregunta. Dijo: “¿Dónde te escondes entre la multitud? Ahora ven y observa lo último del sufismo. Es esto”.
ResponderEliminarCRISTOPOLIS: María I. Casalá- Juan C. Pisano - Jesús y el Joven
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