LA ORACIÓN NOCTURNA
Isaac de
Nínive
"Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llego la noche, estaba ahí sólo"
(Mateo 14.23)
Consejos y enseñanzas tratados en los "Discursos" y en
las "Centurias del conocimiento"
“Oh hombre, debes considerar que ninguna obra monástica es mayor que la
práctica de la oración nocturna… El monje que persevera en la vigilia con
discernimiento no parece revestido de carne, porque ésta es verdaderamente una
obra que pertenece a la condición angélica… El alma que sufre y sobresale en la
práctica de la vigilia tendrá ojos de querubín, para poder mirar y escrutar en
todo momento las visiones celestiales.”
“Oh hombre, ¿cómo es posible que tú conduzcas tu vida con tan poco
discernimiento? Estás de pie orando toda la noche y soportas el cansancio de la
salmodia, de los himnos y de las letanías, y después te parece una tarea pesada
y difícil estar un poco más atento durante el día, sobre todo si Dios te ha
hecho digno de su gracia en virtud del celo que demuestras para las vigilias.
¿Con qué objetivo aumentas tu empeño en sembrar de noche si después aquello que
has sembrado lo disipas de día, de modo que no puede dar fruto?... Si tú de
días has cultivado tu corazón con ocupaciones fervientes para hacerlo conforme
a la meditación de la noche, sin levantar entre las dos actividades un muro de
separación, rápidamente habrás abrazado el pecho de Jesús.”
“Si debes abandonar estas obras [postración y salmodia] porque no eres
capaz de realizarlas, quédate despierto al menos sentado, ora con el corazón,
has todo el esfuerzo posible por permanecer la noche sin dormir, sentado y
meditando buenos pensamientos. Si no dejas endurecer tu corazón, si no lo dejas
ofuscarse por el sueño, la gracia te restituirá aquel fervor del principio,
aquella ligereza y aquella fuerza, y terminarás danzando de alegría dando gracias
a Dios.”
“Cuando quieres estar de pie durante la liturgia de la vigilia, si Dios te
ayuda haz como te digo. Inclínate según el uso, pero no des inmediatamente
inicio a la liturgia. Después de haber terminado una oración, signa tu corazón
y los costados con el signo vivificante de la cruz, permanece un momento de pie
y en silencio y espera que tus sentidos estén serenos y los pensamientos en
reposo. Levanta luego la mirada interior dirigida al Señor y suplícale, con un
corazón doliente, que fortifique tu debilidad y te conceda que la salmodia de
tu lengua y los pensamientos de tu corazón sean agradables a su voluntad,
confiando serenamente a la oración del corazón las siguientes palabras: ‘Señor
Jesús, mi Dios, tú que contemplas el conjunto de tu creación, por lo cual mis
pasiones, la debilidad de nuestra naturaleza y el poder del Adversario te son
evidentes, sé tú mismo mi refugio contra la maldad de nuestro común enemigo…
Protégeme del tumulto de los pensamientos y del rebosar de las pasiones y hazme
digno de llevar a cumplimiento esta santa liturgia a fin estropee su dulzura
con mis pasiones, pareciendo descarado y temerario frente a ti.’”
Si vemos que el tiempo es poco y advertimos que la aurora nos alcanzará
antes que hayamos terminado nuestra liturgia, entonces salteemos voluntaria y
sabiamente una parte del salterio y dos de aquellas oraciones que habitualmente
prevee la regla, para no turbarnos y no estropear el dulce sabor de nuestra
liturgia.
“Mientras celebramos la liturgia, si alguna vez un pensamiento se insinuase
en tu mente y te sugiriese: ‘Acelera un poco, hay muchas cosas para hacer y así
terminarás antes’, tú ignóralo. Y si este pensamiento continuase
atormentándote, vuelve a la parte del salterio anterior o a donde quieras, y
relee cada versículo para comprenderlo… Y si este pensamiento no parara de
importunarte, interrumpe la salmodia, inclínate y ora: ‘Yo no quiero hacer caso
a estas palabras sino alcanzar las moradas del cielo’”.
“Si sientes que te faltan las fuerzas por el cansancio de las largas
posiciones en pie y si el pensamiento te susurra en el oído: ‘Ahora para, no
sigas más’, responde: ‘No pararé, pero voy a sentarme, que es siempre mejor que
dormir. De igual modo si la lengua calla y no recita más salmos, mi mente permanecerá
en relación con Dios en la oración y en su presencia y a su lado. Es siempre
más beneficioso velar que dormir.’”
Ni la oración, ni la simple salmodia agotan completamente la vigilia del
monje. Hay quien pasa toda la noche salmodiando, quien la pasa arrepintiéndose,
repitiendo oraciones de compunción y haciendo postraciones, otros aún la pasan
bañados en llantos, lágrimas y lamentaciones por sus propios pecados. De uno de
nuestros padres han escrito que por cuarenta años repitió una única oración: ‘He
pecado como hombre, pero tú, como Dios, perdóname’. Los padres lo escuchaban
meditar estas palabras con compunción y lo veían llorar sin jamás parar. Esta
oración hacía para él la vez de oficio, tanto de noche como de día.
“Otro hermano consagra una parte de la tarde a la salmodia y el resto de la noche a los cánticos. Otro alaba a Dios y lee los salmos y, entre unos salmos y otros se ilumina y se renueva leyendo la Biblia… Otros finalmente […] pasan la noche entera en continuo silencio.”
"En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios"
(Lucas 6.12)
“Cuando los fuertes experimentan gozo y llanto durante las vigilias, pasan
sin desanimarse las largas horas de la noche. Sus almas florecen, se alegran y
olvidan su vestido carnal… La alegría y la danza del corazón no les permite
pensar en el sueño, porque tienen la impresión de estar despojados del cuerpo y
de haber ya alcanzado aquello que será su estado después de la resurrección.
Por la inmensidad de la alegría interrumpen la salmodia y se postran rostro en
tierra, a causa de la corriente de alegría que brota en sus almas. Para ellos
la noche parece larga como el día y al acercarse la oscuridad es como el salir
del sol, a causa de la esperanza que eleva y embriaga sus corazones cuando
meditan en esto… Mientas sus lenguas suenan cual arpa espiritual, el intelecto
va derecho a lo que le es propio. Por momentos retorna al significado de los
versículos, en otras ocasiones rechaza un pensamiento extraño apenas se asoma a
la mente, o en fin, cuando el alma comienza a estar cansada, retoma las
lecturas del día.”
“Gracias al recuerdo de las vidas de los santos, los cuales la mente
medita, su desánimo pronto se desvanece, la indiferencia se disipa… y una
alegría inefable aflora en el alma. Dulces lágrimas riegan el rostro, un júbilo
espiritual embriaga el intelecto, el alma recibe consolaciones indecibles, la
esperanza sostiene el corazón y le infunde coraje. A este hombre le parece en
ese momento morar en el cielo durante toda la duración de la vigilia, llena de
tantas cosas excelentes.”
“La oración ofrecida durante la noche es muy potente, más que la diurna.
Esta es la razón por la cual todos los justos han orado de noche, luchando
contra la pesadez del cuerpo y la dulzura del sueño. Por esto Satanás teme el
trabajo de la vigilia y busca con todos los medios obstaculizar a los ascetas,
como en el caso de Antonio el Grande, del beato Pablo, de Arsenio y de otros
padres de Egipto. Sin embargo los santos han perseverado con obstinación en la
vigilia y han triunfado sobre el diablo.”
“¿Qué solitario, dotado de otras virtudes, no hubiera sido considerado un
inepto si hubiese descuidado las vigilias? Ya que la vigilia es la luz de
la conciencia, exalta la mente y concentra el pensamiento. A través de ella el
intelecto levanta vuelo y fija la mirada sobre las realidades espirituales mientras,
rejuveneciendo gracias a la oración, brilla de esplendor.”
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