lunes, 13 de julio de 2015

Realidades del Mundo Católico Ortodoxo



REALIDADES DEL MUNDO CATÓLICO ORTODOXO
Casos de Bielorrusia y Estonia



INTRODUCCIÓN

En el primer  breve artículo nos explica  como Rusia somete culturalmente a una nación como Bielorrusia -hecho que es similar a otras provincias de la ex-URSS-, y en un tema tan importante como lo es el idioma. El segundo artículo, nos muestra las arbitrariedades de la Ortodoxia Contemporánea, un poder repartido entre Constantinopla y Moscú, donde ambos deben “negociar” acerca de la Iglesia Ortodoxa en Estonia luego de la desintegración de la URSS. Este hecho nos sirve para analizar la actitud actual del Patriarcado de Moscú y el gobierno neo-soviético de Vladimir Putin en relación a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana – Patriarcado de Kiev que preside Su Beatitud FILARETO, y el gobierno de Ucrania.   

Desde hace años, la Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava del Pueblo, como parte del American World Patriarchs, presidida por Su Beatitud YURI, Emigidiusz Ryzy, denuncia este tipo de atropellos culturales, siendo el clero de la misma encarcelado demostrando la ausencia de las libertades mínimas para manifestarse contra la dictadura de Lukashenko. Nuestra iglesia nace de las persecuciones y no esconderemos nunca nuestro origen, a pesar de las difamaciones y persecuciones, y en América debemos continuar esa lucha contra la opresión de los pueblos americanos.

Vladyka TEOFANO, Juan Manuel Garayalde
Archieparquia de la República Argentina
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero


    

EL IDIOMA BIELORRUSO


 Bandera Nacional del Pueblo Bielorruso


En la Bielorrusia contemporánea, se tiene oficialmente dos idiomas: el ruso y el bielorruso, pero en la práctica, este último apenas se utiliza en la capital. En Minsk, casi nadie habla bielorruso en público, pero tampoco en sus casas. Es un idioma que se estudia en el colegio como segunda lengua, ya que todas las asignaturas (incluso en el instituto y la universidad) son en ruso, igual que las películas en el cine, la televisión…etc. Y al ser un idioma que “se estudia” como el inglés o cualquier otro, no forma parte de su vida diaria: lo entienden bien, pueden leer pero no es lengua materna para la mayoría de la gente. Hay pueblos y otras ciudades en los que es más habitual y escuelas en las que todo se imparte en bielorruso, aunque son muy pocas.

Actualmente, el bielorruso es considerado el idioma de la élite intelectual y, especialmente, de la oposición (el presidente Alexander Lukashenko no lo habla). Desde el Imperio zarista, pasando por la Unión Soviética hasta la actualidad, la rusificación en todas las esferas de la sociedad es casi total. Hay grupos que luchan por recuperar la lengua del país, aunque en general el ruso es el absoluto dominante. Parece que están dándose algunos pasos ya que hace poco el ministro de Cultura por primera vez habló en público en bielorruso y han legalizado dos periódicos opositores escritos, total o parcialmente, en esta lengua: Nasha Niva y Narodnaya Volya, pero todos los demás son en ruso.

En Bielorrusia profesan el cristianismo, el católico y el ortodoxo (que es el mayoritario), así que hay iglesias de los dos tipos, unos celebran la Navidad en diciembre y otros en enero…etc.  Y algo que es curioso, es que en las iglesias católicas las misas son en bielorruso, y en las ortodoxas, en ruso.

El mapa en dos idiomas

En la capital, el bielorruso sólo aparece en los nombres de las calles y en el metro. Al llegar, al principio uno no sabe muy bien a qué estación ir dependiendo de a quién pregunte. La primera semana tenía que ir a una calle del centro. Me dijeron que estaba justo a la salida del metro de “Ploshad Pobedy”, Plaza de la Victoria en ruso, y miré en el plano de metro de la estación en la que me encontraba y no había ninguna parada que se llamase así. Pregunté en la ventanilla y me explicaron que esa estación oficialmente se llama “Ploshcha Peramogi”, Plaza de la Victoria en bielorruso, pero que también se llama “Ploshad Pobedy”. Una vez dentro, en cada pared aparece el nombre escrito en las dos lenguas y ya no hay pérdida. Lo mismo ocurre con otros nombres de paradas como Usxod (en ruso Vostok), Akademia Nabuk (en ruso, Akademiya Nauk o Akademichiskaya) y algunas calles.



ESTONIA
La barrera entre Moscú y Constantinopla




 Bandera nacional del pueblo de Estonia


Problemáticas ya desde el comienzo de la Iglesia rusa, también hoy las relaciones entre el patriarcado ortodoxo de Moscú y aquel de Constantinopla no son totalmente tranquilas, esto se debe a un distinto modo de entender la jurisdicción eclesiástica y las reciprocas relaciones.

La “autocefalia” del metropolita de Moscú (que en aquel entonces tenía el titulo de metropolita de Kiev y de toda la Rusia) comienza, de facto, en 1485, sin el consentimiento del patriarcado de Constantinopla, la ciudad que cinco años antes había caído en las manos de los turcos otomanos que habían acabado con el milenario Imperio romano de Oriente. Después de varios acontecimientos, en 1589 nace el patriarcado de Moscú, esta vez reconocido formalmente por la Iglesia constantinopolitana.

En los comienzos del 1700 el Zar Pedro el Grande abolió el patriarcado ruso; esto será reconstituido por el Concilio de Moscú solamente en el verano del 1917, a la vigilia de la ascensión al poder de los bolcheviques de Lenín. En la muy difícil situación que se estableció, en 1923 el neopatriarca ruso Tikhon ruega a su “colega” de Constantinopla, Meletios, de encargarse “momentáneamente” de la Iglesia ortodoxa Estonia, antes ligada a Moscú.

En el 1940 la armada roja invadió los países bálticos, que pasaron a ser republicas soviéticas.  El arzobispo de Tallin huye en Suecia y aquí, con algunos millares de exiliados, constituye la Iglesia ortodoxa Estonia en exilio. Pero los ortodoxos de la diócesis de Tallin vuelven de hecho a pertenecer al patriarcado de Moscú. En 1978 Constantinopla reconoce como ya no más “operativa” la decisión del 1923: en otras palabras a todos los efectos la Iglesia ortodoxa estonia vuelve en la jurisdicción de Moscú. Pero, en el 1991, con el derrumbe del Unión soviética, el “caso estonia” emerge nuevamente: los estones refugiados en Suecia o los  estones-estones quieren que su Iglesia ortodoxa se separe del patriarcado de Moscú y se reenlace al Patriarcado de Constantinopla; en cambio los estones ruso parlantes, o sea la mayoría de los ortodoxos de la Republica báltica, quieren quedarse unidos con el patriarcado de Moscú.

El Patriarca ecuménico Bartolomé I sostiene los estones-estones; el de Moscú, Alexis II, que es de origen estones, los ruso parlantes. El contraste viene a ser tan agudo que el febrero de 1996 en Moscú el nombre de Bartolomé viene oficialmente cancelado de la plegaria eucarística. Es, técnicamente, el cisma, ruptura que en 1000 años nunca había sucedido entre las dos Iglesias.

Después de muchos meses de polémicas, y restablecida la comunión eucarística, Moscú y Constantinopla hacen un acuerdo de hecho sobre “repartición”, de la Iglesia ortodoxa Estonia, que será dividida en dos: una, estonia-estonia, ligada a Constantinopla, y con un arzobispo propio; y otra ligada a Moscú también con un arzobispo propio. Así, contrariando los sagrados cánones, en la misma ciudad se encuentran dos obispos, para fieles de una misma Iglesia, pero dividida en dos jurisdicciones. Después, en un viaje en Estonia durante el otoño del 2000, Bartolomé quiere hacer entender que en el país tendría que existir una sola Iglesia Ortodoxa, ligada a Constantinopla. Declaración que irrita profundamente Moscú aunque esta vez la contienda no llega al cisma formal.

Finalmente, en el 2001 las dos partes reencuentran el dialogo, y recíprocamente viene aceptado el hecho de que en Estonia se encuentren dos Iglesias Ortodoxas adherentes a dos jurisdicciones distintas. La “contienda” sobre Estonia fue dura no tanto por la cuestión en sí (en el país báltico viven en total solamente medio millón de ortodoxos), cuanto para afirmar principios eclesiales que, aplicados en un modo u otro tendrían distintas consecuencias. Constantinopla, que en Turquía tiene menos de 10.000 fieles, defiende sus relaciones con las Iglesias ligadas al patriarcado de Constantinopla para asegurar el futuro del patriarcado mismo; Moscú en cambio – siendo el patriarcado ruso supranacional, y numéricamente el más importante entre los ortodoxos- enfrenta un cisma que, después de la Estonia, podría tocar Ucrania, país históricamente ortodoxo, cuna de la Rusia que cuenta con muchos más fieles. Con la caída de la Unión Soviética la Iglesia Ucraniana ligada a Moscú se ha dividido en tres partes: una, que es la mayor, todavía ligada a Moscú, la otras dos (la Iglesia autocéfala Ucrania y el Patriarcado de Kiev) en pugna con el Patriarcado de Moscú, y que son consideradas cismáticas de la Iglesia rusa. Alexis II no quisiera que, en el futuro, el patriarcado ecuménico de Constantinopla aplicara en Ucrania la misma política ya actuada en Estonia. La negación práctica –y teórica- del Primado de Pedro lleva a estas situaciones.

Fuente: Luigi Sandri, Revista mensual:“Jesús”, N.6 Junio 2001, p.59.


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