EL ELEGIDO DE LOS CIELOS
A 1700 AÑOS DEL CONCILIO DE NICEA
Nos refiere la tradición cristiana que, cuando el Emperador
Constantino se hizo presente en el lugar donde se estaba proyectando erigir la
nueva capital del ImperIo Romano, este elevará sus ojos a los cielos y le
preguntará al Señor:
“¿Cuándo vas a detenerte, Señor?”
A lo que recibe la siguiente respuesta:
“Cuando se detenga el que marcha delante de mí”. (1)
Icono – San Constantino el Grande
I - PRIMEROS SIGLOS
Con el nacimiento de Cristo, el mundo cambio. Nada ha vuelto
a ser igual desde entonces. La historia de la humanidad, a los ojos de los
profetas del Antiguo y Nuevo Testamento, iniciará un camino donde se confundirá
el progreso espiritual por el progreso material. Para justamente evitar
entender la crisis que se vive y que fuera preanunciada, el mundo ha decidido
optar por la ceguera y apartarse, tomando distancia de los púlpitos de las
Iglesias que les marcaban el ERROR.
Lo cierto es que, el MUNDO CAIDO, no esperaba a nuestro
Señor Jesucristo. Esta primera reacción surge desde las sinagogas, caídas en la
herejía del QUILIASMO (2), iniciándose la persecución de los cristianos. Al
poco tiempo, las persecuciones persistirían, pero esta esta vez, de la mano del
Imperio Romano Pagano.
En ese tiempo de persecuciones, hubo dos tipos de
expresiones del cristianismo, por decirlo de alguna manera y a los fines
pedagógicos del presente escrito, que se fueron modelando en una necesaria
interacción: el primero, representado por San Pablo, que, con su GUÍA
ESPIRITUAL, mantendrá unidas a las comunidades cristianas de los problemas
internos, a través de consejos, enseñanzas, vivencias, que, bajo la Luz del
ESPÍRITU SANTO, marcarán al CRISTIANISMO en su inicio y para toda la eternidad.
El segundo, es la organización interna, que ya se vislumbraba como una
necesidad en cartas como la del Papa Clemente de Roma, 3er. Sucesor de San
Pedro, que gobernó la Iglesia de Roma entre el año 93 y el 101. A dicho Papa se
le debe la EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS, uno de los primeros documentos papales que
llegan al presente, quien, versado en la cultura y pensamiento helénico, habla
de una universalidad, una fusión, un espíritu común (sympneo) entre la Polis
griega y el cristianismo; pero también la necesidad de una DISCIPLINA y un
orden público de la Iglesia Cristiana (3). Para ejemplificar sobre la necesidad
de una disciplina y jerarquía, utiliza comparaciones con las legiones del
ejército romano:
“Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus
ordenanzas intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo
nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las
órdenes que se les dan. No todos son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de
centenares, ni de grupos de cincuenta, etc.; sino que cada hombre en su propio
rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y de los gobernantes. Los grandes
no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes”. (4)
II - EL CAMINO SINODAL
Esta necesitad de organización interna de los cristianos no
fue algo fácil. Siendo una religión perseguida, se dificultaba lograr acuerdos
entre comunidades cristianas ubicadas en regiones muy distantes entre sí.
¿Cómo se denominaban los encuentros entre comunidades
cristianas, con el objeto de organizar la Iglesia? Hablaremos en este pasaje del trabajo de un
término muy importante para el desarrollo de la Iglesia Ortodoxa: el SINODO;
palabra proveniente del griego “sun-odos” cuyo significado es “caminar juntos”, lo cual, bajo la guía
del ESPÍRITU SANTO, la ekklesia (termino que evoca la asamblea de los
ciudadanos de la Polis griega) inicia su proceso de organización.
Se considera el primer sínodo de la cristiandad al Concilio
de Jerusalén (Hechos 15, 2-35) realizado entre el año 48 y 50 de la era
cristiana, donde recibieron a San Pablo y a San Bernabé para dialogar sobre
aquellas costumbres judías que deberían ser dejadas de lado en la difusión del
Evangelio a nuevos pueblos.
Con el tiempo, el SINODO sería una reunión deliberativa
donde los participantes principales debían ser los Obispos de la Cristiandad
(Canon Apostólico 34), aunque habría excepciones con algunos miembros del clero
y por, sobre todo, con algunos fieles. Asimismo, se debe diferenciar un sínodo
regional o local (afecta a una iglesia cristiana en particular) de uno general
(participación de varios patriarcados). En este segundo caso, ya estamos
hablando de un CONCILIO. En dichos sínodos, aunque esté presente la autoridad
principal de la Iglesia, la misma no tiene autoridad sobre el Sínodo convocado,
pero tampoco está excluido de él.
Para fines del siglo III, los cristianos carecían de una
unidad litúrgica y teológica. Como hemos dicho, esto se debe a causa de las
persecuciones y la falta de oportunidades para organizar un sínodo de carácter
universal para todos los cristianos. Sin embargo, eso no impidió que el
CRISTIANISMO cumpliera con el mandato de Nuestro Señor Jesucristo. A pesar de
la falta de unidad, las conversiones se daban en todos los rincones del Imperio
Romano y en naciones fronterizas.
III - LA CONQUISTA ESPIRITUAL DE UN IMPERIO
El nacimiento de Cristo y posterior expansión del Evangelio,
aconteció en uno de los momentos cumbres del desarrollo político de la historia
de Roma: la instauración del IMPERIO.
Nuestro Señor Jesucristo vive parte de su vida bajo el
reinado del primer Emperador de Roma, Caesar Augustus (año 27 a.C. al 17 d.C.).
En esos primeros siglos, a Roma le costará encontrar estabilidad luego de la
muerte del emperador Augusto. Emperadores como Calígula, Nerón, Galba, Oton,
etc., empañaron la joven institución del imperio, representando una crisis que
trascendería en tanto preanuncio de una crisis espiritual mayor que afectaría
la soberanía del poder romano sobre los territorios conquistados.
Sin embargo, hubo periodos de relativa paz, comprendido
entre el año 96 (ascenso el Emperador Marcus Cocceius Nerva) hasta el año 180
(fallecimiento del Emperador Marco Aurelio), donde el cristianismo tuvo la
posibilidad de expandirse casi sin oposición, más allá de algunas campañas
persecutorias hacia los cristianos en diversas etapas de la corta historia del
impero romano pagano.
El EVANGELIO comenzó su difusión en Palestina, pasando a
Siria, Alejandría, Grecia y llegaría a Roma. Esta comunidad en constante
crecimiento a pesar de las persecuciones, iba creciendo en paralelo al ideal
imperial de Roma.
La comunidad cristiana se fundaba en la FE y en la PALABRA,
que los evangelios iban transmitiendo de ciudad a ciudad. Surgirá la necesidad
de que nazca una COMUNIDAD independiente de lazos de sangre (judaísmo) y de los
lazos políticos (Roma). Este desarrollo comunitario es el que provocaría los
choques con las autoridades del Imperio Romano. Como hemos dicho anteriormente,
comienza a manifestarse un cristianismo bajo una cosmovisión helénica, donde su
modelo social era la Polis Cristiana, una simbiosis, entre el mundo griego y el
mundo cristiano.
La estructura del Imperio Romano, fuertemente jerárquica
como las antiguas civilizaciones, tenía en su cúpula al Emperador, y sus nobles
(Patricios), continuándole una inmensa base de plebeyos, pueblos conquistados y
esclavos. El Cristianismo venía a traer un nuevo ideal de HOMBRE, donde su
reino no era “de este mundo” (Juan 18:36), por lo que planteaba una moral y
conducta alejada de las ideas heroicas de los mitos greco-romanos. El
CRISTIANISMO, por lo tanto, no ingresó por la CUPULA del Imperio Romano, sino
por sus BASES.

Se suele decir, hasta despectivamente, que el cristianismo
fue una religión de “esclavos” como expreso popularmente el filósofo alemán
Friederich NIetzche (1844-1900) en su obra “Genealogía de la Moral”. Aunque
este punto no se puede negar, sin embargo, el cristianismo comienza a
difundirse bajo los pueblos conquistados por el Imperio Romano, como fue el
caso del pueblo hebreo, y pueblos paganos de Palestina, Siria y Egipto. O sea,
entre los primeros cristianos, no había exclusivamente esclavos, sino también
ciudadanos de las más bajas escalas sociales del Imperio Romano. Sin embargo,
paulatinamente ira conquistando el Cristianismo nuevos sectores del imperio,
letrados e iletrados, ricos y pobres, militares y comerciantes. Líricamente se suele decir que el
cristianismo conquisto las bases del impero romano hasta llegar finalmente el
emperador, el último en convertirse, que en este caso sería Constantino el
Grande que, en el 313, legalizará el cristianismo dentro de las fronteras del
Imperio, y posteriormente, se asumirá al Cristianismo como religión oficial del
Impero Romano bajo Teodosio el Grande en el año 380. (5)
Para Constantino, los cristianos, en su tenaz resistencia
habían demostrado la verdad de su religión, y él mismo había sido elegido por
Dios para luchar por la fe. Este es citado en la obra de Eusebio de Cesárea:
“Por eso te ruego, no sin causa, Señor del Mundo, santo Dios, ya que bajo Tú
dirección he comenzado y cumplido gestas libertadoras. Con Tú signo al frente,
conduje los ejércitos a gloriosas victorias, y si el bien de la patria lo
requiere una vez más, saldré contra los enemigos con la misma insignia de Tu
poder” (6)
IV - EL CAMINO AL CONCILIO DE NICEA
Una vez unificado el imperio bajo Constantino, este comenzó
a brindar cargos políticos y militares a cristianos, y comenzará a rodearse de
obispos para conocer la realidad del Cristianismo de su tiempo. Ahí notará dos
problemas: 1) los paganos, solo conocían del cristianismo lo que sus enemigos y
detractores difundían; y 2) el cristianismo, en su forma organizativa, era
anárquica, y ello traía aparejado la existencia de diferencias en el desarrollo
del culto y en las creencias teológicas.
En este tiempo, confrontaban el judeo-cristianismo con el
heleno-cristianismo, dos cosmovisiones filosóficas, culturales y lingüísticas
muy diferentes. Surgían también escuelas de formación como la alejandrina y
la antioquena, que indagaban sobre cuestiones esenciales como la Santísima
Trinidad, y acerca de la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo. La doctrina de
Arrio de Alejandría y de Meletio de Licópolis (Egipto), mas algunos movimientos
gnósticos, iban generando dolorosos cismas que, de alguna manera, exigía que
los obispos debían tomar decisiones de carácter universal para todos los
Cristianos.
Habiéndose previamente celebrado algunos sínodos, los
resultados no fueron del todo positivos.
Frente a dicha situación, el Emperador Constantino decidió timonear
la crisis, convocando para el año 325,
un concilio en la ciudad de Nicea, cercana al lugar suyo de residencia,
Nicodemia. Ofrecerá todas las
comodidades a los participantes del sínodo, unos 318 obispos (7) de toda la
ecúmene cristiana.
Sobre la importancia del Concilio de Nicea, nos dice el
historiador alemán Joseph Vogt (1895-1986) especializado en la historia del
Imperio Romano, lo siguiente:
“Era una reunión como la humanidad antigua no había visto
jamás; hombres que habían sufrido gravemente en los años de persecución, y
hasta mutilados por ella, manifestaban con su presencia el cambio de los
tiempos y la disposición de la Iglesia para acoger al mundo antiguo, en un
momento fructífero, en el orden de la salvación” (8)
Tomando el modelo del Senado Romano, un obispo presidia la
reunión como mediador y facilitador de los temas a abordar y en el caso del
Emperador Constantino que se hizo presente en el Concilio, se adjudicó el
derecho de intervenir según su buen parecer.
V - EL CREDO
Icono – San Constantino sosteniendo la Iglesia en sus manos protectoras.
Han transcurrido 1.700 años de la celebración del Concilio
de Nicea, considerado por algunos “cristianos” como un acontecimiento nefasto
en tanto sería el responsable de la edificación de una iglesia “monárquica”,
tergiversadora del “cristianismo primitivo”, y creadora de dogmas ajenos al
Evangelio; siendo este un sintético resumen de los innumerables
cuestionamientos a la figura del Emperador Constantino.
Por el contrario, la IGLESIA ORTODOXA ha elevado a los
altares a San Constantino el Grande y a su madre Santa Helena (250-330).
Constantino es quién pondrá las bases para que los cristianos en la tierra,
logren crear aquella COMUNIDAD CRISTIANA que pensaba el Papa Clemente, mirando
con ojos helénicos el milagro de la Cristiandad; el milagro de estar dentro de
una barca unidos en el camino hacia la eternidad.
Constantino le
brindará a la Cristiandad, más de 12 siglos donde un Emperador será el
protector de la Iglesia, brindando un “paraguas” de resguardo frente a los
enemigos de la Iglesia. Ciertamente,
esos 12 siglos de la existencia del Imperio Romano de Oriente, no fueron
perfectos, pero dentro de ese marco, el ESPÍRITU SANTO pudo obrar sobre
príncipes y obispos para definir los Dogmas de Fe de la ORTODOXA, convirtiendo
al Imperio en un PONTIFEX, en un “hacedor de puentes” entre este mundo
imperfecto con el de la ETERNIDAD, el Reino anunciado por Cristo. Su modelo político/religioso tendrá sus
continuadores como en la Rusia de los Zares, que se consideraba a sí misma la
“Tercera Roma”.
Como habíamos dicho en el punto anterior, uno de los temas
principales del Concilio de Nicea y de otros que le continuarían, era el
problema de las herejías, esto es: los errores doctrinarios que debían
rectificarse para lograr definir la RECTA DOCTRINA CRISTIANA. Sin embargo, el otro punto, precisa que nos
detengamos con mayor énfasis:
Un problema era ordenar ese cristianismo anárquico que
mencionábamos; y otra aún más importante, era explicarle al mundo PAGANO,
quienes eran, en definitiva, los cristianos.
El mundo pagano, solo conocía a través de sus detractores al
Cristianismo. Uno de sus más famosos críticos por el nivel intelectual, fue
CELSO (Siglo II), que trataba de reducir al cristianismo a una simple
superstición, casi al nivel de una hechicería.
Celso argumentaba que el cristianismo era peligroso para el imperio en
tanto que era difundido por gente ignorante, que lograba atraer a personas de
su misma condición social, en tanto que al carecer de “inteligencia” no eran
capaces de discernir las supercherías de los cristianos.
Es por tal motivo, que una de las prioridades para el
Concilio de Nicea, para el Emperador Constantino y para toda la Ecúmene Romana,
era definir, QUE ERA UN CRISTIANO. Esta pregunta esencial dentro del Concilio
daría por nacimiento al CREDO, uno de los más importantes DOGMAS de FE de la
Santa Iglesia Católica Ortodoxa.
El CREDO terminará íntegramente de completarse en el
Concilio de Constantinopla del año 381 y, por dicho motivo, se lo llama Credo
Niceno-Constantinopolitano. Entre la celebración del Cóncilio de Nicea y el
Primer Concilio en Constantinopla, va a edificarse la nueva capital del Imperio
Romano, que será inaugurada el 11 de mayo del 330, con la presencia del
Emperador presidiendo una fiesta que durará 40 días. (9)
La fundación de la nueva capital del Imperio Romano, no será
un hecho menor dentro de la historia del Cristianismo: nacerá ahí el quinto
patriarcado histórico, que conformarán la PENTARQUIA: Jerusalén, Antioquía,
Alejandría, Roma y Constantinopla.
El CREDO será entonces la presentación de los CRISTIANOS
ante el MUNDO: Su Dios, el Creador de todas las cosas. Su Hijo, consustancial
al Padre, el Espíritu Santo enviado con posterioridad a la muerte terrenal del
Hijo; la Iglesia a la cual creer; el sacramento del Bautismo que nos marca para
el inicio del Camino; y la promesa de la RESURRECCIÓN; la vida ETERNA.
Para los tiempos antiguos, el CREDO fue de una importancia
superlativa y por ese motivo, no existe Catecismo Ortodoxo que no lo tenga como
principal tema a estudiar.
A 1.700 años del Concilio de Nicea, el ESPIRITU SANTO eligió
a San Constantino el Grande para dar unidad a la IGLESIA. El trabajo de los
APÓSTOLES encontraría en Constantino un canal donde fluiría el mensaje del
EVANGELIO a todas las naciones.
Para finalizar, las palabras de un historiador y biógrafo
contemporáneo del Emperador Constantino, el estadounidense David Potter (1957),
nos dice:
“Desde la distancia que nos separa de aquel tiempo es
difícil hacerse una idea de la extraordinaria originalidad de lo que se
proponía hacer Constantino. Nunca había habido un credo universal, y tampoco
los obispos, habituados a servirse de sus propios credos bautismales, debían de
sentir necesidad alguna de semejante declaración. La decisión de publicarla
como definición universal de la fe se nos presenta, sin lugar a dudas, como el
género de iniciativa propio de un administrador avezado. (…) Al Constantino que
poco antes había anunciado su creencia en el poder de su dios no le atraía en
absoluto, la idea de ver desmembrarse a la Iglesia por enfrentamientos acerca
de la precisa naturaleza de la relación entre las distintas personas de la
Trinidad. En su mundo, el poder emanaba de lo alto, y en el cielo tenía que ser
como en la tierra. En su concepción original, el credo de Nicea no emerge de un
proceso teológico, sino de uno legislativo presidido por el emperador. Al
promulgar un edicto, este podía buscar el consejo de los expertos antes de
formular sus propios artículos, y en este caso, Constantino recurrió a la
opinión de los entendidos y elaboró una redacción que juzgo razonable” (10)
A esto podríamos corregir, que a pesar del sesgo “político”
de lo llevado a cabo por Constantino según el historiador Potter, tenemos que
AFIRMAR -colocándonos los anteojos helénicos de Clemente de Roma-, que lo
POLITICO, la acción de tomar de decisiones
en común entre los miembros de una comunidad, es la esencia de la vida pública
en la POLIS (Ciudad-Estado), y este se desarrollará en el concepto sinodal de
esa Comunidad Cristiana –Ekklesia- en formación.
NO hablamos de la “política” como ENFERMEDAD desde las
pragmáticas formulaciones de Maquiavelo. Vemos el obrar de San Constantino,
abrazando el ideal CRISTIANO, como nunca se hizo con otra tradición religiosa
que conquisto las bases populares de un Imperio; y en dicho proceso, no podemos
olvidar que SIEMPRE, el ESPIRITU SANTO
estuvo para guiar los destinos de príncipes y obispos.
Vladyka TEOFANO, Juan M Garayalde
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero
IOBE/AOCC
Archieparquia de la República Argentina
Ciudad de Buenos Aires, 03 de junio de 2025/21 de mayo de
2025 del Calendario Eclesiástico
Conmemoración de los Santos Iguales a los Apóstoles,
Emperador Constantino (337) y su madre Helena (327).
NOTAS:
(1) Citado por A.A. Vasiliev, “Historia del Impero
Bizantino” – Ed. Iberia Joaquin Gil Editores S.A., Barcelona 1946. Pág. 71
(2) Nos dice Nicolai Berdiaev: “La espera del reino sensible
de Dios en la tierra corresponde al QUILIASMO. Los judíos esperaban al Mesías,
rey terrenal, para organizar sobre la tierra el reino deleitable de Israel; y
rechazaron el Mesías que apareció bajo la forma de un esclavo y que enseño que
Su Reino no era de este mundo. El Mesías crucificado es el eterno contrario de
aquel que debe realizar el paraíso terrenal, el Reino de Dios en la tierra. La
utopía del paraíso social en la tierra es un fenómeno del QUILIASMO judíos. Su
carácter materialista no ha de hacernos olvidar sus antiguos orígenes religiosos”
(En “Sobre la Desigualdad”, Ed. EMECE Buenos Aires, 1978, Pág. 305-306). En
este fragmento podemos concluir que ideologías modernas como el LIBERALISMO,
SOCIALISMO Y MARXISMO, representan ese intento, de querer crear un “paraíso en
la tierra” planteando utopías irrealizables, que llevo a la crisis de la
Postmodernidad, planteada inicialmente por el filósofo francés Jean-François
Lyotard (1924-1998).
(3) Ver Capitulo II de la obra de Werner Jeager,
“Cristianismo Primitivo y Paideia Griega” – Ed. FCE, México, 1998.
(4) Capitulo 37 de la EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS de Clemente
de Roma: https://escrituras.tripod.com/Textos/EpClemente1.htm
(5) Ver de Ricardo Etchegaray y Pablo A. García,
“Introducción a la Filosofía a través de su Historia” – Ed. Colección
Universitaria – La Plata 2001. Pág. 93.
(6) Citado en Joseph Vogt. “Constantino el Grande y su
Siglo”, Ed. Peuser, Buenos Aires 1956, Pág. 201).
(7) A.A. Vasiliev, Op. Cit., Pág. 66
(8) Joseph Vogt, op. cit. Pág. 206.
(9) A.A. Vasiliev, Op. Cit., Pág. 71
(10) David Potter, “Constantino el Grande” Ed. Critica,
Barcelona 2013, Pág. 283