domingo, 22 de marzo de 2009

Cronicas de un Viaje a Tandil - Parte 2



CRÓNICAS DE UN VIAJE A TANDIL
(07 y 08-03-09)


SEGUNDA PARTE



La llegada a Tandil fue pasado el mediodía. El sol estaba en su esplendor cayendo sobre los tejados y calles de la población tandileña. Nuestro primer destino fue visitar la casa de una familia conocida del Padre Franc que nos recibió con mucha alegría. Nos ofrecieron un refrigerio y a la salida, el Padre Franc se puso a bromear con unos niños que jugaban a la pelota en la calle. Acto seguido, les repartió unos chocolates que había traído en su camioneta, producto de las donaciones que recibía en su Capilla de Piedra de San Vicente.



De esa breve estadía, fuimos a visitar a otra familia que nos recibió con la mesa servida. Nos esperaban. Allí estuvimos disfrutando de la hospitalidad y calidez de las personas, un matrimonio compuesto por ambos padres, dos hijas, dos adolescentes mellizos y una niña de tan solo tres años, que resultaba ser la ahijada del Padre Franc. ¿Cómo llego a ser la ahijada?. Bueno, es una historia de tantas que existen que reflejan las luchas de las familias para salir adelante ante situaciones limites, y el Padre Franc estuvo junto a ellos, y lo premiaron con ese hermoso gesto.

CEREMONIA EN EL CERRO DEL PADRE PÍO

Y llegó la tarde…

El viaje emprendido, tenía como propósito realizar una breve ceremonia, en un pequeño cerro de los tantos que rodean la hermosa población de Tandil. Ese lugar, tiene algo especial para el Padre Franc.

Uno de los hombres que mas influyó en su vocación, Fray Pio de Pietrelcinahí, se manifestó en un pequeño cerro, frente a un grupo de personas que lo reconocieron. El Padre Franc, realiza varios viajes en el año para estar presente en ese lugar. Es su pequeño santuario, una “eremita” sin imagen, sin pared de fondo, sin marcas en el camino que la identifican, sin flores o inscripciones: un conjunto de piedras marcan el lugar. De todas las rocas que hay en la cima del cerro, una de ellas se destaca, permaneciendo levantada como por una mano no-humana, dando la apariencia de un monolito que los antiguos ahí erigieron para entrar en contacto con lo divino.


El momento elegido para ir, fue la puesta de la tarde. Iniciamos el ascenso acompañados por las dos familias que nos recibieron, y que en cada peregrinaje del Padre Franc, lo acompañan en sus actividades.

Ascenso al cerro al caer la tarde


Monolito que se destaca en la cima del cerro


Al llegar a la cima, nos pidió sentarnos en ronda; que nos tomáramos un momento para pensar en nuestras vidas, sueños, y que los compartamos con nuestro Señor Jesucristo. Ese momento de “meditación” duró unos diez minutos, tiempo en el cual el sol terminó por despedirse ocultándose tras las sierras que nos rodeaban en los cuatro puntos cardinales.. En un momento, el Padre Franc se levanta como un rayo y comienza a llamar una a una a las personas. Él los conoce a todos; sabe sus dolencias, pasadas y presentes. A cada uno le realiza una imposición de manos y luego según la dolencia espiritual o física, sus manos y voz actuaban sobre la persona.


El Padre Franc comienza a llamar a los que lo rodean


Luego de la ceremonia, entre si, los asistentes hablaban de las sensaciones recibidas



Al terminar todos estaban sentados de vuelta sobre las rocas que nos servían de asiento. Entre los asistentes se relataban los efectos que habían experimentado en el ritual, y luego comenzamos a descender el cerro ya envueltos en la oscuridad de la noche. Ninguno trastabilló. No había luz, pero todos “veíamos”.

El día culminó cenando con una de las familias de Tandil, que gentilmente nos acogió en su casa. Había que descansar, la mañana siguiente había otro sitio a visitar.

CERRO INDEPENDENCIA

En la mañana, marchamos hacia el Cerro Independencia. Un día otoñal se presentaba. La vida pueblerina estaba a la vista: autos y camionetas circulando por las avenidas y boulevares que predominan en el tranquilo lugar.

Pasábamos por la avenida “Avellaneda”, donde abundaban casas de productos artesanales. Tandil es conocida en todo nuestro país por sus quesos saborizados y sus salames caseros. Sin embargo, abundan también mermeladas de frutos de la zona, preparados como escabeche, berenjenas condimentadas, dulce de leche con frutas secas, chocolates artesanales, alfajores, y muchos productos más, que hacen de Tandil un lugar único y con productos propios.

Comenzamos a ascender con nuestra camioneta por una calle asfaltada llegando a la puerta de ingreso del cerro, una construcción moderna que representaría unas torres de vigilancia destinada a ver a todo aquel que ingresara en el lugar.



Portal de ingreso al Cerro Independencia


En dicho cerro, se realizó la primera edificación de la futura Tandil. Ahí se construyo en 1823 por orden del Gobernador Gral. Martín Rodríguez, el “Fuerte Independencia”, para detener los avances de los “malones” indígenas, que en un número importante asolaban el sur de la Provincia de Buenos Aires, montados en sus caballos, saqueando, matando y secuestrando pobladores de las estancias y pequeños poblados.

La Argentina, tal como los Estados Unidos, poseía una frontera con el indio, no al oeste, sino al sur, donde hubo épocas en que se vivió en paz con el indígena, hasta que la tribu de los araucanos desplazo a los antiguos pobladores originarios, los ranqueles, de la pampa húmeda y ahí la guerra fue total hasta la expedición del General Julio A. Roca en 1876 que terminó con el poderío de los araucanos.

En la cima del Cerro, el “Fuerte Independencia” defendió con sus gauchos el territorio del azote de los indígenas. En torno a él, la ciudad de Tandil comenzó a nacer.

Llegamos a la cima conduciendo un movil. Contingentes de turistas descendían de combies y colectivos y admiraban el paisaje desde el cual toda la ciudad podía verse, a la vez que los cerros que rodeaban el paraje.




Cima del Cerro Independencia desde el cual se puede ver toda la ciudad de Tandil


Foto desde el Cerro de la Independencia


Una construcción similar a la del ingreso al cerro se levantaba en la cumbre. Se subía por uno de los torreones en una escalera caracol hasta un puente que unía ambas torres. En la cima, la estatua y placa del fundador de la ciudad, el Gral. Martín Rodríguez.


Estatua ecuestre en honor al Gral. Martín Rodríguez





Placa conmemorativa en la base de la estatua



Esa tarde, nuestros pensamientos estuvieron dirigidos a todos aquellos que hace dos siglos, fueron parte de luchas por la supervivencia de dos mundos, de un lado y del otro de la frontera. La guerra es una de las cosas mas terribles que la humanidad a enfrentado por siglos. La misma puede ser principio de grandes horrores, o de grandes virtudes; puesto que para los antiguos y también para nosotros, la guerra pone a los pueblos a prueba, favoreciendo un conocimiento transfigurante de la vida en función de la muerte. El cristianismo en sus primeros años estuvo en guerra contra un mundo hostil. Las armas mas valiosas eran la Fe y la Cruz; armas que vencieron, con actos de martirio y de heroísmo antes fuerzas superiores, que terminaron reconociendo que algo sobrenatural protegía a las hordas de cristianos: al principio con un Emperador invisible, luego con Constantino “el Grande”, y así hasta 1917 en que el último cayó. Hoy, debemos aceptar que estamos en el inicio, y debemos buscar la guía de ese Emperador invisible que guió los inicios del cristianismo.

Así es que en el combate, hay un instante final en el cual el guerrero debe comportarse como un héroe, puesto que en ese último momento pesará en la balanza de su existencia infinitamente.

Iniciamos el descenso del cerro, y los sonidos fantasmales de batallas todavía podían escucharse en nuestros corazones. Lo que hicieron aquellos valientes hoy es un eco que late por toda la eternidad.


Un simbolo de luchas pasadas: los cañones del Cerro de la Independencia vigilan


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