jueves, 12 de marzo de 2009

Cronicas de un viaje a Tandil - Parte I

CRONICAS DE UN VIAJE A TANDIL
(07 y 08-03-09)


PRIMERA PARTE


Todo viaje tiene un significado. En los tiempos actuales, viajar es sinónimo de “turismo”: es olvidar la cotidianeidad de nuestras vidas escapando, buscando el ocio de los tiempos modernos, a causa del trabajo que nos sobrecarga, estresa y termina ahogando nuestra existencia. Escapamos solos, con amigos o con nuestras familias. A veces, volvemos más agotados de lo que salimos, y abatidos retornamos al trabajo.

La crisis espiritual que cae pesadamente en la edad de hierro, muestra que el trabajo ya no es algo deseado en si mismo, un sitio donde las aspiraciones más intimas se manifiestan. El trabajo es una carga y no la realización de nuestras aspiraciones y capacidades materiales y espirituales. En el Mundo Moderno se sigue un oficio porque es rentable, se desecha otros -con los que uno se identifica más-, porque no posee “salida laboral”, y finalmente, aquellos que no tienen la posibilidad de elegir obtienen el que sea para poder sobrevivir.

En nuestra Iglesia creemos que es necesario impulsar a la acción de viajar un significado sagrado. Este, no es para olvidarse del mundo donde uno vive, para disfrutar lo que no se pudo durante un largo año de trabajo, volcándose a los excesos o voluptuosidades que las ciudades turísticas ofrecen a las familias para consumir. Para nuestra Iglesia, un viaje es un aprendizaje, un camino ascendente en lo espiritual, donde se abandona temporariamente el terruño para ponerse a prueba. En las tradiciones antiguas lo vemos reflejado en la Odisea de Ulises, los poemas de Gilgamesh y a nuestro San Pablo recorriendo el mundo antiguo proclamando el Nuevo Evangelio, y tantos viajes donde las personas confrontan con otros mundos, un choque cuyo eco inunda nuestro espíritu. No se busca escapar de nuestras responsabilidades, sino restaurar la armonía con la divinidad y trasladarla a todo aquello que hacemos en nuestras vidas.

Rumbo a Tandil - El Padre Franc al volante


El 07 de marzo de 2009 emprendí con el Padre Franc uno de esos viajes. ¿El destino?. Tandil, “la piedra que late”, la ciudad de la piedra movediza, una pequeña población en el medio de majestuosas sierras que nace cuando el Gobernador de la Provincia , Gral. Martín Rodríguez, manda a construir en 1823 el fuerte “Independencia” en la cima de un cerro que hoy lleva su nombre, y desde el cual se ve toda la ciudad, con el objetivo original de contener los avances de los malones indígenas que asolaban el sur de la Provincia de Buenos Aires.

Llegue a la Capilla de San Jorge la noche anterior al viaje. En el predio de la Capilla, siempre hay gente que esta de paso y queda a descansar. En mi caso, me toco dormir dentro de la Capilla, donde un suave aroma a incienso brotaba de los bancos y paredes. En uno de los bancos, estaban acomodados todos los sagrados intrumentos litúrgicos, listos para ser guardaros en una valija, cosa que realizó con mucha calma el Padre Franc luego de desayunar a las 06.00.

Preparando la valija para el viaje

Estuvimos conversando sobre la nueva Iglesia que se construirá, el centro espiritual de la futura CRISTOPOLIS. Vimos fotos de los antiguos monasterios de Suzdal apreciando la belleza milenaria de sus construcciones.
Empredimos el viaje por la mañana. Recién al superar la localidad de Cañuelas ya fuera del cinturón del Conurbano Bonaerense, ante nosotros se abrió en toda su dimensión la Pampa Húmeda , ese gigantesco territorio que tanta riqueza aporto a nuestro país por décadas donde pisaron indios, gauchos, soldados, colonos y sacerdotes.

La Pampa Humeda que se extiende al infinito

Campos y ganado vacuno de la Pampa Humeda


Durante la marcha, donde entre mate y mate íbamos charlando, descubrí el gran conocimiento que poseía el Padre Franc sobre la inmensa Provincia de Buenos Aires. Conocía cada ruta, puente, posta, arroyo, río por el que transitabamos.



Fr. Teophano cebando mate

Fr. Teophano tomando mate


Lo escuchaba: “ahí esta el Gualicho”, donde se me dificultó poder leer el viejo cartel que identificaba un paraje donde contaba las edificaciones con los dedos de una mano, y cruzamos un puente sobre un hermoso arroyo que invitaba a descender, armar una carpa, un fogón y a pasar la noche al borde del mismo.

Pasamos también sobre el Río Colorado, que atraviesa gran parte de la provincia. Vimos algunas pulperías en la ruta y algunas el Padre Franc sabía hasta el nombre de la persona que la supo atender en tiempos no muy lejanos.

Cruzando el puente del Río Colorado


El Río Colorado que atraviesa gran parte de la Provincia de Buenos Aires



A mitad de camino, detuvimos la marcha para cargar gas oil y revisar el aceite de la fiel camioneta, que en todo el trayecto funcionó olvidando los más de veinte años que tiene de vida junto al Padre Franc transitando rutas, campos, pueblos y ciudades.

Habiendo transcurrido tres horas de viaje, el Padre Franc sale de la ruta e ingresa en un camino vecinal. Durante media hora transitamos sobre una vieja ruta que se internaba dentro de los campos. Finalmente, una inmensa arboleda se presenta ante nuestros ojos, e internándonos dentro de ella mis ojos ven emerger de las profundidades un castillo abandonado, ahí, en medio de la nada.

De la arboleda emerge el Palacio de los Diaz Velez


El Padre Franc me llevó a conocer uno de las antiguas construcciones que a principios del siglo XX, la aristocracia ganadera argentina construía en sus grandes extensiones. Estaba frente al "castillo" de la familia Díaz Velez, que tanta importancia tuvo para la construcción de la Argentina que maravilló al mundo en los años ´20 del siglo anterior.

Una construcción de tres plantas, más de 70 habitaciones, y todos los lujos inimaginables para la época. Cerrado en 1930, el año que marco la crisis y decadencia de la Argentina , queda como un testimonio de una nación que se atrevió a soñar con grandeza.

El Padre Franc recorriendo los alrededores del lugar


El Padre Franc había estado varias veces en ese lugar; cuando todavía se podía subir a las otras plantas del edificio. Hoy, inscripciones vulgares de todo tipo cubren sus paredes, las escaleras inservibles, los techos resquebrajados y los pisos de madera completamente podridos de la humedad.


Uno de los salones con grandes ventanales que dan al parque que rodea el Palacio


El Padre Franc y Fr. Teophano frente al Palacio de los Díaz Velez


Ante esa visión, uno piensa en el esplendor de tiempos pasados. Las paredes y techos son testigos de hombres y mujeres que trabajaron por el esplendor de un país. Tiempos en los que las familias construían sus casas ladrillo por ladrillo, ideándola en sus mentes, proyectándoles todos los sueños y aspiraciones más profundas.

No puedo evitar traer la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, donde aquél que siga la voluntad de Dios, edificara su vida sobre cimientos fuertes, como aquel que edificó su casa sobre la roca, y logró soportar la lluvia, los ríos y los vientos.

Estamos construyendo nuestras vidas día a día. Invitemos a Cristo a transitar junto a nosotros en cada acción que hagamos, y tendremos garantizado una vida erigida sobre rocas.

Xristos Anesti!
Fr. Teofhano+

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