miércoles, 20 de febrero de 2013

La celebración de la Misa "Versus Orientem"

 
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA “VERSUS ORIENTEM”
Nicolás Vidal
(Del libro “El sentido escatológico de la desacralización” – Ed. Santiago Apóstol – Buenos Aires 2007)
 
El Arcipreste Arcadio junto a Mons. Francisco y Mons. Teofano, en un mediodía de enero, junto al Río de los Nazareos .... mirando al Oriente, a la consoladora mirada de Cristo que nos miró desde lo alto de la Cruz.
 
 
En el cántico de Zacarías se compara al Mesías con un sol naciente suscitado por el Padre para iluminar a todos aquellos que están sentados en las tinieblas y envueltos en la sombra de la muerte (Lc. 1, 78,79).
El oriente se ilumina con un astro más ardiente que el sol. El Señor ha formado en el cielo un signo glorioso entre todos, centellante con una claridad infinita: O Cruz, splendiol cunctis astris! Esa cruz que exaltaron Justino, Ireneo, Efrén, Paulino de Nola y San Juan Crisóstomo, era el testimonio deslumbrante de la gloria de Cristo con que se iluminará la última autora cósmica.
En los comienzos del cristianismo se asocia la oración hacia el oriente con el culto de la cruz el cual es, ante todo un homenaje rendido a la Gloria Divina. Los primeros cristianos trazaban en el interior de sus casas, sobre el muro oriental, una cruz y oraban ante ella expresando su fe en la permanencia del Señor de los cielos, pero dados vuelta hacia la cruz “conversi ad dominium”, se enfrentaban a la espera mística del gran retorno, esperanza suprema.
Ya la antigüedad, Virgilio (Eneida, Égloga VII) y Ovidio (Fastos IV), recomendaban la oración hacia el oriente en la Roma pagana con las abluciones rituales de la mañana.
 
El Sol ilumina el paraje donde se levantará la Catedral de San Jorge
 
El cristianismo no abolió la sacralidad antigua, la liberó, la transfiguró, invitando al hombre religioso atento a los símbolos a no renegar de ellos sino darles un nuevo sentido acorde con la Revelación. El sol invictus se convirtió así en el solo salutis; el rey sol se tornó en rey del sol. San Agustín decía: “Por Él fue creado el sol”.
El sol salutis es también el sol  justitiam (Malaquías IV, 2), signo del poder y de victoria al que los padres griegos y latinos identificaban con Cristo. Volveré hacia el Señor  mirar hacia el  oriente para la Iglesia primitiva era una sola cosa. Joseph Dölguer en su obra “Sol Salutis” afirma que la respuesta de la asamblea “Habemus ad dominum” a la apelación del sacerdote “Sursum corda”, significa que se volvía hacia el oriente, hacia el Señor.
Durante la celebración eucarística en los primeros siglos del cristianismo, los asistentes se colocaban detrás del celebrante que permanecía ante el altar tal como lo prescribe la Didascalia de los apóstoles (una instrucción de los siglos II y III), la cual exigía que se volviesen directamente hacia el oriente.
Al colocarse frente al altar el sacerdote no reza junto a una pared sino que todos, los que están allí presentes lo hacen conjuntamente con él, frente al Señor. Lo que importa es comprender que no se trata de formar una comunidad sino de rendir culto a Dios por medio del sacerdote, representante de los asistentes y unido a ellos.
 
 
"Mira hacia el Oriente, Jerusalén, y ve la alegría que te viene de Dios" (Baruk 4, 36)
El altar de una pequeña "Capilla de Piedra" que mira al Oriente, perdida en los fondos en la pequeña ciudad de San Vicente, sostenida por el amor de aquellos fieles que encuentran en ella, un camino hacia la mirada de Cristo.
 
En muchos pasajes de las Sagradas Escrituras encontramos citas que destacan concretamente la necesidad e importancia de “orar hacia el oriente”. El profeta Ezequiel expresa: “La gloria del Dios de Israel avanzaba desde oriente… la gloria del eterno entró en la casa por la puerta que daba hacia el oriente…”. El me dio: es aquí el lugar de mi trono (Ezequiel 43) y Joel dice: “Cuando el sol se habrá cambiado en tinieblas, la salvación estará sobre la montaña de Sión”.
El libro del Génesis nos dice que en el oriente se hallaba el paraíso terrenal (II, 8). También, después de la caída de Adán y Eva, “Dios colocó en el oriente del jardín  los querubines con espadas flameantes para guardar el camino del árbol de la vida”.
Si profundizamos en el estudio de la trayectoria de los mártires veremos que dirigían sus ojos hacia el oriente; así estaba dirigida la mirada de San Esteban mientras lo lapidaban. (…)
 
 
IGLESIA ORTODOXA BIELORRUSA ESLAVA EN EL EXTRANJERO
Patriarcado Católico Apostólico Ecuménico de las Américas y para todo el Mundo
American Orthodox Catholic Church (AOCC)
 
 

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