martes, 22 de septiembre de 2020

Una leyenda de Primavera

 

UNA LEYENDA DE PRIMAVERA




Quien transite por la provincia de Entre Ríos, mi tierra, verá siempre árboles por todos sus campos. Desde el majestuoso Eucalipto, el Ceibo en los lugares más húmedos, el Ñandubay, de hermosa madera, el vanidoso Jacarandá y tantos mas; pero árbol del que poco nos acordamos, y que sin embargo crece a nuestro lado y se hace monte con sus ramas, es el ESPINILLO, una acacia que se hace respetar por sus ramas pinchudas,  pero por el fragante aroma que despiden sus flores amarillas, mucha gente lo conoce como el “aromillo”.

Mucho del monte entrerriano que vemos desde la ventana de un auto, transitando por las rutas de la provincia, es el espinillo que se encuentran en muchas ocasiones, uno al lado del otro, creando una espesura de baja altura, que prácticamente se hace imposible ver mas allá.  Me gusta decir, que ESE es el monte entrerriano, el que tan arisco se vuelve para el que quiere adentrarse campo adentro.

En este mes de septiembre, el ESPINILLO que amanece desnudo luego del invierno, está comenzando a mostrar sus flores, sus “aromitos”.

Para pensar esta primavera que se inicia, les paso esta leyenda guaraní de nuestra tierra:

Cuenta una antigua leyenda que, Eireté era una joven india casada con Cuimbá, con quien vivió un corto tiempo de felicidad, pues su esposo perdió la vida en luchas tribales y ella quedó con un hijo de pocos meses.

Una tarde, salió a pasear con su bebé y se alejó demasiado, cuando, de pronto, escuchó el rugido de un yaguareté.

A pesar del terror, tomó a su hijo en brazos y se internó en la vegetación intrincada y espesa.

Fue allí que Dios intervino, guiándola hacia un tupido monte de aromitos cuyas ramas se abrieron a su paso, para luego cerrarse profusamente, oponiendo tallos leñosos y hojas con espinas al camino de la fiera.

La ayuda de Dios continuó, pues ordenó al sol que ante la inminencia de la noche fría, dejara su calor en el follaje que la albergaba.

Así Eireté pudo pasar la noche con su hijo, llegando sanos y salvos a la tribu el día siguiente.

Desde entonces, en primavera, los rayos del sol duermen sobre los aromitos, quedando después en flores de color dorado.




S.E. Vladyka TEOFANO, Juan M. Garayalde

Primavera del 2020 - Archieparquía de la República Argentina


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