EL AMOR MAS GRANDE
EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPIRITU SANTO. AMEN.
Cada época ha tenido sus diferentes formas de piedad.
La Iglesia ha nacido entre las ondas agitadas del mundo. Vírgenes y consagrados vivían mezclados entre la gente pagana. Llevando a ellos el perfume de Cristo que los saturaba, y han conquistado el mundo para Cristo.
Posteriormente vino la época de la austera segregación. Separarse del mundo era la visión del tiempo, necesario a la perfección y a la continua redención de las almas. De los monasterios, de las eremitas, de las celdas, ríos de sacrificios y plegarias se esparcieron sobre la tierra, descendieron sobre el purgatorio, subieron al cielo.
Más tarde vinieron los conventos de vida activa; hospitales, escuelas, asilos, se beneficiaron de esta nueva manifestación de la religión cristiana.
Pero ahora, en el mundo pagano de un nuevo paganismo aún más atroz porque es demoníacamente más sutil, es necesario de nuevo almas consagradas que vivan en el mundo como en los primeros tiempos de la Iglesia, para que el mundo de perfume de Cristo. Estas almas resumen en sí la vida activa y la contemplativa en una sola palabra: “VICTIMAS”
De cuantas víctimas tiene necesidad este pobre mundo para obtener la piedad. Si los hombres escucharan a Cristo, El diría a cada uno su amoroso mandato: “Sacrificio, penitencia, para ser salvados”, pero no hay estas víctimas que sepan imitar a Cristo en el sacrificio, que es la forma más alta del amor.
¿Qué ha dicho Cristo? “De esto se comprenderá que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros… no hay amor mayor que el que dá la vida por sus amigos”.
Las víctimas han llevado el amor de este modo muy alto para que tenga una forma similar a la de Cristo, las víctimas se han dado a sí mismas por Cristo, porque El esta en las almas, y quien salva un alma, salva a Cristo en aquella alma.
Por lo tanto no hay amor más grande por Cristo que aquel de inmolarse por Cristo, el amigo, y por las pobres almas pecadoras que son amigas nuestras decaídas; digo nuestras, porque donde esta un alma amorosa está también Dios con ella.
Muchas veces se piensa con sentimiento en la vida claustral, pero piensa alma, que el ser víctima te hace similar a las enclaustradas más austeras. La víctima adora, la víctima expía, la víctima ora. La plegaria de una víctima es igual a aquella de la enclaustrada, añadiendo la dificultad de vivir en oración entre las disipaciones del mundo.
También aquí Cristo es ejemplo, Cristo víctima, ha sabido adorar, orar, expiar, estando en el mundo. Se puede ser alma víctima de una dorada perfección estando entre la gente, y no serlo estando detrás del sello de una doble reja. También aquí el amor es lo que cuenta y no las formas exteriores.
¿Cómo se hace para ser víctima? Viviendo con un pensamiento único: el de consolar a Cristo redimiendo a los otros.
Los otros se redimen con el sacrificio. A Cristo se le consuela con el amor y encendiendo el amor en los corazones apagados. La vida de la víctima no es un pertenecerse más perpetuamente, es un fundirse continuo, un arder incesante.
A quien sabe vivir así, le es concedida la presencia invisible, porque Cristo está donde están sus apóstoles y mártires. Y las víctimas son mártires y apóstoles.
++Mons. Serafin
Obispo Adjuntor de Toluca (México)
No hay comentarios:
Publicar un comentario